El descubrimiento de seis galaxias de tamaño masivo, cuya antigüedad se remonta al universo temprano, obliga a los astrónomos a revisar lo que creían saber sobre la era más cercana en el tiempo al Big Bang. "Son mucho más grandes de lo que nadie esperaba", explica el profesor Joel Leja, de la Universidad Estatal de Pennsylvania y uno de los autores del trabajo que publica la revista Nature. "Esperábamos encontrar únicamente galaxias pequeñas y jóvenes, pero hemos encontrado galaxias tan maduras como la nuestra en el origen del universo".
Usando los datos obtenidos por el telescopio espacial James Webb de la NASA, el equipo internacional de investigadores ha descubierto objetos espaciales formados hace 13,5 mil millones de años pero tan desarrollados como nuestra Vía Láctea. El instrumento es capaz de detectar señales en infrarrojos correspondientes a la luz emitida por las estrellas antiguas, lo que ha permitido a los investigadores determinar que se formaron entre 500 y 700 millones de años después del Big Bang. Se trataría, dentro de la escala cósmica, de los primeros momentos de nuestro universo.
"Es nuestro primer atisbo de un tiempo tan remoto, y es fundamental mantener la mente abierta frente a lo que vemos", insiste Leja. "Aunque nuestros datos indican que se trata de galaxias, yo creo que algunos de estos objetos pueden ser en realidad agujeros negros supermasivos oscurecidos. En cualquier caso, la cantidad de masa estelar descubierta es cien veces más grande de lo que creíamos posible para esa época", insiste. "Hemos estado llamando 'rompeuniversos' a estos objetos estelares, y de momento, están haciendo honor a su nombre".
[Descubiertos los primeros 'mundos acuáticos': dos planetas cubiertos de agua y mayores que la Tierra]
Las galaxias recién descubiertas son de tal tamaño que entran en conflicto con "el 99%" de los modelos cosmológicos, insiste el astrónomo. Introducir tal cantidad de masa requeriría actualizar los modelos, o replantear la teoría tradicional según la cual las galaxias nacieron siendo pequeñas nubes de estrellas y polvo estelar, y fueron creciendo gradualmente con el tiempo. "Lo que hemos descubierto es tan inesperado que le ha provocado un problema a la ciencia", resume Leja. "Cuestiona al completo la imagen que teníamos sobre la formación temprana de galaxias en el universo".
Fue el pasado 12 de julio cuando la NASA hizo públicas las primeras imágenes a todo color y los datos espectroscópicos obtenidos por el Webb, el mayor telescopio espacial, diseñado para observar la génesis del cosmos a mayor resolución de lo que había sido posible hasta ahora. Los investigadores recopilaron la información y comenzaron a realizar modelos a partir de los datos sobre los enormes objetos brillantes detectados. Según confiesa Leja, al principio creyeron que se trataba de errores. Pero a medida que avanzaban, el modelo demostró ser coherente y a prueba de fallos.
La manera de confirmar el hallazgo y descartar suspicacias, explica, pasaría por tomar una imagen de amplio espectro de estas formaciones. Esto proporcionaría coordenadas y datos exactos sobre la distancia a la que se encuentran las galaxias, así como de los gases y otros materiales que las forman. A partir de ahí, los astrónomos podrían aumentar la precisión de sus modelos para determinar cómo eran realmente y cuál era su auténtica masa en el momento de emitir la luz que ahora detectamos.
"Una espectrografía nos diría de inmediato si estas cosas son reales o no. Demostrará cómo serían de grandes y a qué distancia están de nosotros. Lo curioso es que, de todas las cosas que esperábamos que el Webb nos ayudase a descubrir, esta no estaba ni de cerca en lo alto de la lista. Hemos encontrado algo que ni se nos pasaba por la cabeza que fuera a ser una cuestión para entender el universo. Y ha ocurrido mucho antes de lo que esperábamos. Pero aquí estamos", concluye Leja.