"Si hay una vocación auténtica, suele ser para toda la vida". Así de contundente se muestra el doctor Mariano Barbacid (Madrid, 1949) cuando se le pide que revele el 'secreto' para tener la misma ilusión tras casi medio siglo dedicado a la investigación. A sus 73 años no parece que la jubilación esté entre sus planes. Sin embargo, esta etapa no quedará recogida en el documental que protagoniza, El camino inverso. "En realidad, no es sobre mi vida, sino acerca del método científico y la importancia de la investigación", matiza.
Como claro ejemplo de "auténtica vocación", su interés por la ciencia comenzó a temprana edad: "Tendría 12 ó 13 años. Me lo inculcó una profesora, doña Carmen Michelena". Una vez finalizada su licenciatura en Ciencias Químicas, se le abrieron tres frentes: continuar su carrera en el CSIC (donde fue el colaborador científico más joven, con 24 años), disfrutar de la beca de la Fundación Fulbright o elegir entre los seis laboratorios que le admitieron en Estados Unidos.
Finalmente, y en parte siguiendo los consejos de su "buen amigo Jesús Ávila", terminó recalando en el departamento de Oncología del Instituto Nacional de Cáncer. "No creo que sea arriesgado dar el salto a EEUU; es cierto que en aquella época no era tan fácil como ahora", comenta Barbacid sobre la decisión que tomó en 1974.
Cuatro años después no se encontraba en un laboratorio, sino como oyente en la conferencia de John Michael Bishop y Harold Elliot Varmus. Ambos científicos demostraron —a diferencia de lo que se pensaba hasta entonces— que un cáncer de pollo se debía a la mutación de un gen, conocido ahora como oncogén. Este descubrimiento les valió a Bishop y Varmus el Premio Nobel de Medicina, mientras que a Barbacid le sirvió para trasladar dicha hipótesis a humanos.
Consiguió comprobar que estaba en lo cierto en 1982, cuando junto a su equipo identificó la primera mutación responsable del desarrollo de un cáncer en humanos y aisló el primer oncogén humano. No fue, eso sí, un hallazgo repentino. "Nos llevó siete años, por lo que hubo muchos momentos para el recuerdo", asegura Barbacid a este periódico.
Sueldos bajos en España
A los 48 años este bioquímico se encontraba, tal y como él reconoce, en "un país puntero en el mundo de la ciencia". Pese a ello, volvió a hacer las maletas. Regresaba a España con el reto de poder crear en nuestro país un centro de investigación básica en cáncer que fuera reconocido internacionalmente. "Lástima que no fuera posible aunar la investigación clínica con la básica del CNIO", el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas al que vio nacer en 1998.
Bajo la dirección de esta institución, a la tarea investigadora se le sumó una más burocrática. "Aquí fue cuando traje a España al doctor Erwin Friedrich Wagner con la carta de presentación de que era miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU", a la que Barbacid ingresó en 2012, como sólo han hecho ocho investigadores españoles en toda la historia.
Para que el investigador austríaco aceptara la propuesta, Barbacid confiesa que le tuvieron que ofrecer el mismo sueldo que cobraba en la Universidad de Viena. "Creo recordar que eran unos 200.000 euros anuales gracias a una ayuda que nos proporcionó la Fundación BBVA". La situación cambió cuando Barbacid abandonó la dirección del CNIO. "Le bajaron el sueldo al nivel del resto de los jefes de departamento".
Esto, unido a otras circunstancias que no menciona, hizo que se volviera a Viena. "Y lo que es peor, tratar ahora de volver a hacer esta operación de atracción de talento extranjero sería imposible", lamenta Barbacid. En comparación con los países punteros de nuestro entorno, considera que España cuenta con unos sueldos tan bajos que el científico en cuestión no va a renunciar a su puesto.
Piensa que no es un problema que haya surgido en los últimos años. "Se trata de una lacra que llevamos arrastrando desde hace muchos siglos", sentencia Barbacid, "España no está capacitada para atraer talento extranjero en ciencia; no ya a nivel de Premio Nobel sino con científicos de cierto prestigio. Hemos retrocedido en este terreno".
En este sentido, tampoco considera que sea suficiente con que los políticos se pongan de acuerdo. "La Ley de la Ciencia fue aprobada recientemente en el Congreso sin ningún voto en contra". La clave está, a juicio de Barbacid, en que todos los partidos no le den tan poca importancia a la inversión en investigación. "En 2030 supondrá el 1,25% del PIB. Esto hubiera causado sonrojo en cualquiera de los países de nuestro entorno".
[España hará en 2023 la mayor inversión en Ciencia de su historia con cerca de 4.000 millones]
La misma sensación tuvieron algunos científicos cuando se hizo público que tenían colegas que habían caído en la tentación de recibir dinero de universidades extranjeras para auparlas en las clasificaciones académicas. "Es cierto que son minoritarios, pero pueden 'manchar' la imagen del mundo de la investigación. Desgraciadamente, en todas partes cuecen habas". Para Barbacid, los científicos están sujetos a las mismas 'tentaciones' que otras actividades profesionales. "Por eso, no vendría mal que el ministerio de Ciencia dedicara un poco más de atención a los fraudes científicos".
La muerte del cáncer
No hay duda de que la investigación sobre el cáncer ha avanzado en las últimas décadas, en gran medida por figuras como la del propio Barbacid, considerado como uno de los investigadores en cáncer de páncreas más importantes del mundo. Aunque se resiste a dar por concluida su carrera.
[Doctora Lluch, la sabia del cáncer de mama que se niega a jubilarse para seguir salvando a mujeres]
Su próximo objetivo es poder aplicar en pacientes de cáncer de páncreas las estrategias terapéuticas que se han descubierto en modelos genéticamente modificados de ratón y que son capaces de inducir su regresión completa. "Es decir, su curación", resume Barbacid.
Pese a las nuevas mejoras, este bioquímico entiende que poner fecha a la muerte del cáncer es ridículo. "Los cánceres seguirán siendo una de las principales causas de mortalidad en nuestra sociedad. Desarrollar cáncer es algo que no podemos evitar". Hacia lo que se debe avanzar, en palabras de Barbacid, es que los tratamientos sean cada vez más efectivos y se pueda mejorar la calidad de vida del paciente.
En su opinión también se deben aumentar las medidas de prevención contra el cáncer. No sólo disminuir los factores de riesgos, como el tabaquismo, sino perfeccionar la detección temprana. "En esta fase es en la que se pueden tratar los tumores cuando aún son benignos; o al menos, no hayan metastatizado, que es cuando los cánceres son más difíciles de tratar", explica Barbacid.
Barbacid es consciente de que frente a los avances científicos siempre estará la pseudociencia. "Este tipo de teorías te ofrecen resultados maravillosos que atraen a las personas incultas o fáciles de engañar. En cambio, los temas científicos no son fáciles de transmitir a la sociedad". Aunque no es capaz de quedarse con un único recuerdo de su experiencia estadounidense, sí que recuerda bien uno de los aprendizajes que se llevó: "Los americanos dicen que si algo es demasiado bueno para ser verdad, lo más probable es que no sea verdad", concluye Barbacid.