Han pasado diez años, un mes y 20 días desde que arrancara la investigación por la violación y asesinato de Elisa Abruñedo. El crimen no es sólo una terrible página en la crónica negra gallega. También ha sido una pesadilla para los vecinos de Cabanas —el municipio de A Coruña donde se produjo el crimen— y alrededores. Las pruebas recabadas por la policía apuntaban a que había un peligroso delincuente entre ellos. Las pesquisas incluso decían que era alguien pelirrojo. El problema es que, a diferencia del resto del país, esta es una característica más frecuente de lo normal en Galicia.
"Las personas pelirrojas son muy poco frecuentes en España. Apenas llegan al 1%. Sin embargo, en Galicia pueden llegar a ser hasta el 3% y el 4%", confirma Lluís Montoliu, investigador científico del CSIC, biólogo y genetista.
El cuerpo de Elisa Abruñedo apareció en la mañana siguiente de denunciar su desaparición. Estaba semi escondido entre unas zarzas a apenas unos metros de su casa. El informe del forense concluyó que había sido violada y asesinada a puñaladas y también dio un hilo del que tirar: se hallaron varios restos biológicos del asesino.
El problema es que cuando la policía introdujo las muestras obtenidas, estas no se correlacionaron con las de ningún delincuente fichado. Se había roto un importante hilo del que tirar. Dice el refrán que "Dios aprieta, pero no ahoga" y, aunque habían perdido una oportunidad, apareció otra: trazar un perfil del asesino a través de su ADN.
Seguir las 'gotitas'
"Uno tiene que saber que cuando bebe de un vaso de café, por ejemplo, deja un rastro con el que se podrían saber muchas cosas", prosigue Montoliu. "Cruzando algunas gotitas, se pueden extraer células. Si hay células hay núcleo y, si hay núcleo hay ADN".
Eso es, precisamente, lo que se consiguió de la escena del crimen de Elisa Abrudeño. El destino podría haber querido que el ADN no revelase nada de interés, pero aquí hubo más suerte. El forense certificó que al hombre que trataban de localizar era pelirrojo. De haber estado en otra zona de España, podrían haber clamado "¡Eureka!" más o menos pronto, pero el estar en Galicia dificultaba un poco más las cosas.
Montoliu es también el autor de Genes, colores y pelirrojos, un texto sobre la particular genética que tienen las personas pelirrojas y por qué abundan en mayor medida en esta zona de España. "Tras las personas pelirrojas está la mutación del gen MC1R", avanza el investigador del CSIC.
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Para entender cuál es el papel de este gen, primero conviene mencionar que ese color naranja-rojizo característico de los pelirrojos también es uno de los dos tipos de pigmentos que tenemos, la feomelanina. El otro, negruzco, es la eumelanina. Su mezcla en distintas proporciones es lo que da a lugar a los distintos tipos de colores de pelo y piel de los seres humanos.
Volviendo a la mutación, como desgrana Montoliu en su texto, si el receptor MC1R no funciona o está alterado, se vuelve incapaz de activar la síntesis de eumelanina, por lo que sólo puede acumular feomelanina, es decir, el color naranja-rojizo.
Las personas heredan dos copias de cada gen, una de su padre y otra de su madre. Si dos personas pelirrojas (por ende, portadoras de la mutación del gen MC1R) tienen un hijo, éste será también pelirrojo. También puede pasar que la persona pelirroja tenga descendencia con alguien que no lo sea. Aún así, transmitirá la copia mutante a su prole e irá fluyendo de generación en generación.
Una genética excepcional
La genética gallega es excepcional. Lo ha demostrado en otras ocasiones, como cuando una investigación publicada en Nature Communications desvelaba que era una de las regiones de Europa con más subestructura genética. Resulta que en cuanto a los pelirrojos, también tienen su intríngulis, que hunde sus raíces en la circulación constante de marineros británicos por la zona.
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"Las áreas con exposición al mar tienen mayor proporción de pelirrojos", advierte el investigador. Al parecer, las idas y venidas de los británicos por Galicia y otras zonas marítimas del mundo es lo que favoreció que fueran transmitiendo a su descendencia la famosa mutación del gen MC1R. No en vano, en Irlanda y Reino Unido la frecuencia de pelirrojos en diez veces superior a la de España.
Con todo lo expuesto, buscar familias con miembros pelirrojos no era tarea fácil. Se realizaron cribados de ADN voluntarios en la zona y, aunque ninguno dio positivo, una muestra resultó ser compatible. No era él, pero sí un familiar. Ya sólo había que tirar del rastro pelirrojo y de otras pistas que tenía la Guardia Civil, como el modelo del coche que un testigo declaró haber visto por la zona el día de la desaparición.
Es así como tras más de diez años de investigación, se ha dado con Roger Serafín Rodríguez, un hombre de la vecina localidad de Narón y que ha terminado por confesar el delito. Unido al encomiable trabajo de la Guardia Civil —que nunca dejó el caso—, una vez más, el Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro de Santiago ha demostrado su potencial para cumplir con misiones imposibles. "Ha sido un magnífico trabajo de Genética Forense", termina Montoliu.