La polarización política y afectiva lleva años creciendo en España. Según recoge el científico titular del CSIC Luis Miller, vicedirector del Instituto de Políticas y Bienes Públicos, los partidos políticos de nuestro país se encuentran cada vez más lejos en su posición ideológica y los sentimientos de los votantes de un partido hacia el resto están entre los más negativos del mundo. Los efectos de esta confrontación no sólo atañen a los pactos legislativos y ejecutivos. Aunque no se aprecie a simple vista, también afecta a nuestro comportamiento, nublando la razón.
Más allá de la quema de contenedores y de los insultos en el Congreso, para quien crea que el incremento de la polarización política es una ilusión, ahí van unos cuantos datos: según el CIS, en julio del año 2000, un 8% de los españoles se identificaba con posiciones ideológicas extremas. En julio de 2022, era más del 20%.
"Aún no existe un relato compartido de por qué en España hemos alcanzado unos niveles tan altos de confrontación política", discierne Miller en su libro Polarizados: la política que nos divide. "Sólo sabemos una cosa, la sociedad española estará más dividida políticamente en 2024 de lo que está en 2023", sentencia.
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La predicción no es nada favorable, máxime teniendo en cuenta que la polarización política es un fenómeno que ataca al cerebro, nublando su capacidad de raciocinio y atrayendo comportamientos poco apacibles. "Claro que nos afecta la polarización política. Es el clima general y es lo que hace que estemos más enfrentados, más irascibles", concede Guillermo Fouce, profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. "Está subiendo nuestra capacidad de reacción, nuestra intensidad".
Las palabras del experto vienen acompañadas de datos científicos. Según un estudio realizado por la Universidad de Nebraska-Lincoln, la polarización política estresa nuestro cerebro, al punto de que tres de cada 10 encuestados admitieron haber perdido los estribos como resultado de la política y dos de cada 10 aseguraron haber perdido relaciones de amistad a causa por diferencias sobre ideas políticas.
Apelar a las emociones
El estrés en este asunto es vital. Cuando las personas se encuentran bajo fuertes niveles de estrés, el raciocinio pasa a un segundo plano y el protagonismo pasa a partes más emocionales del cerebro. Como demostró una investigación sobre neurociencia y política, la amígdala, una estructura que controla las emociones y envía información relacionada con el miedo y la ansiedad a los centros nerviosos superiores, juega un papel muy imporante en este proceso.
"Las emociones han sido un arma política desde siempre. Maquiavelo hablaba de ellas, sólo que ahora la dimensión es mucho mayor", sostiene Fouce. "Las emociones no son debatibles, se sienten, son una activación y por eso producen más polarización", prosigue. Como ejemplo, el psicólogo expone cómo hemos visto en los últimos años a los candidatos electorales acudir a programas fuera del ámbito de la política, formatos mucho más relajados y que les permiten conectar de una mejor manera con los votantes. "Tienden a humanizar la política moviendo las emociones básicas".
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Pasar de ideas a emociones es una estrategia popular, pero los expertos cuestionan si es la más adecuada. Los investigadores de la Universidad de Nebraska-Lincoln advirtieron tras sus resultados que era de "vital importancia" transmitir a los políticos las consecuencias que estaba experimentando la sociedad a causa de sus actos.
El que fuera director ejecutivo de The New York Times, Mark Thomson, lo cuenta muy bien en su libro Sin palabras: ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? En él, reprende la utilización de un lenguaje cada vez más agresivo en política —incluso lo tacha de violento—, pues sostiene que no hace más que crispar la situación y avivar los enfrentamientos entre votantes.
Vencer o ser vencido
"El problema es que, en un país profundamente dividido, la política no va de alcanzar los mejores resultados colectivos, va de ganar", describe Miller en su libro. El científico del CSIC habla de la polarización política, desde un punto de vista psicológico, como el juego de vencer o ser vencidos, vencido por alguien que crees que causará un mal. No en vano, Fouce apunta que una de las emociones a las que más se apela es el miedo.
Desde la prudencia, el experto siempre habla de que es una "percepción", pero lo cierto es que los datos le dan la razón. La investigación Polarización en España: más divididos por ideología e identidad que por políticas públicas, descubre que los discursos que más separación generan rondan temas como la subida de impuestos o la inmigración.
El miedo a tener que pagar más dinero o a la llegada de personas de otros países producen una división seis veces más notable que la que existe en cuanto a sanidad pública y quince veces mayor que la que causan los debates sobre servicios públicos.
"Con todo esto, se producen sesgos cognitivos de atribución, de achacarle todo lo malo al otro y todo lo bueno a mi grupo y eso lo que hace es separarnos cada vez más", describe Fouce. En esta situación, lamenta, nunca será posible llegar al entendimiento: "Lo único que se produce es más y más tensión".