El lince ibérico (Lynx pardinus), especie insignia y endémica de España, estuvo al borde de la desaparición a finales del siglo XX cuando su presencia quedó reducida a dos poblaciones, las de Andújar y Doñana. Sin embargo, ambas comunidades conservaban suficiente diversidad genética como para que los cruces entre ambas evitasen la consanguinidad y devolvieran la pujanza a la especie. Algo notable, ya que este animal tiene el genoma menos diverso de todos los mamíferos en la actualidad.
Sin embargo, esta pobreza genética no es fruto del reciente riesgo de extinción. Según el análisis de restos de 4.300 años de antigüedad hallados en Andújar y otros de 2.500 y 1.300 años en Alcanar y el Algarve respectivamente, el lince ibérico era aún menos diverso en la prehistoria. Las dos últimas poblaciones modernas se han estado beneficiando del cruce natural a lo largo de milenios con el lince euroasiático (Lynx lynx), la especie de la que se separó hace un millón de años.
Según los investigadores de la Estación Biológica de Doñana - CSIC que publican estos resultados en Nature Ecology & Evolution, la hibridación podría dejar de ser un tabú en conservación. "Actualmente, no sería necesario. Los esfuerzos de conservación deben dirigirse a que el crecimiento de la población continúe hasta restaurar la diversidad genética y asegurar la viabilidad a largo plazo de forma natural", matiza el investigador del CSIC José Antonio Godoy en conversación con EL ESPAÑOL. "Pero indica que lo que parecía imposible podría llegar a ser incluso deseable".
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Aunque ya había indicios de cruces entre ambas especies, el análisis genético demuestra que se realizó una transferencia de genes de forma continuada y generación tras generación a lo largo de milenios. Las condiciones preindustriales, en una época en la que el lince boreal y el ibérico llegaron a convivir en regiones como el sur de Francia o el norte de Italia, favorecieron el intercambio. "Allí donde hay oportunidad, las especies se cruzan y transmiten variaciones a través de barreras que en otros momentos consideramos mucho más sólidas", precisa Godoy.
La hibridación supone ventajas pero también riesgos para cualquier especie, explica el investigador, usando el ejemplo del cruce entre el Homo Sapiens y el Neandertal que nos ha legado hasta el 2% de nuestro genoma moderno. "Nos ayudó a adaptarnos al clima frío de Europa cuando salimos de África, pero ahora sabemos que esas variantes genéticas están creando problemas de salud. No podemos saber el balance neto, pero podemos confiar que la selección natural, con el tiempo, irá descartando todo aquello que es nocivo en esa entrada indiscriminada de genes".
El investigador subraya que no hay suficientes indicios como para atribuir a los cruces entre especies la proliferación del lince en nuestro país hasta el siglo XX. Sin embargo, queda demostrado que al ocurrir de forma natural, continuada y generalmente beneficiosa para la supervivencia y la reproducción, la hibridación podría llegar a plantearse como elemento de "rescate genético". "Habría, por lo menos, que plantearse la posibilidad de hacerlo a largo plazo y en determinadas circunstancias especiales", valora Godoy.
El lince ibérico, insiste, se está recuperando "de forma espectacular" y no requiere de nuevas incorporaciones de ADN a corto plazo, pero la variedad genética de este felino podría llegar a encontrarse de nuevo frente a un cuello de botella. Y saber que la hibridación con otro lince ha ocurrido "abundantemente" en el pasado "nos retira un poco el miedo" en sus propias palabras. Recurrir a los cruces para la conservación ya no sería una "limitación a evitar a toda costa".
"En casos concretos como el del lince, en el que hay una especie relativamente próxima con la que se hibrida abundantemente y que además presenta muy poca diversidad, quizás podemos empezar a plantearnos la posibilidad de restaurar diversidades genéticas en base a la hibridación", concluye.