David Ezpeleta, neurólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN)

David Ezpeleta, neurólogo y vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN)

Investigación

Ezpeleta, neurólogo: "Todos los países con mejor nivel en literatura y matemáticas que España limitan las pantallas"

5 octubre, 2024 02:13

"Si lo delegamos todo en la tecnología, ¿qué quedará de nosotros?". Esta es la pregunta que se hace David Ezpeleta Echávarri, vicepresidente de Sociedad Española de Neurología (SEN). Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra, y especialista en el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid y el Hospital San Juan de Dios de Pamplona, el neurólogo atiende las preguntas de EL ESPAÑOL sobre los efectos de la digitalización en las capacidades cognitivas y la salud afectivo-mental de los niños y adolescentes en España. Es un tema "importante", explica, que merece ser tratado con "tiempo, profundidad y extensión".

¿Es el cuidado del cerebro el gran olvidado de la prevención, pese a que es lo que más discapacidad causa cuando empieza a fallar?

Hasta no hace mucho podía decirse que sí: nos hemos centrado más en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades que en su prevención. Y los medios generalistas se ha enfocado en factores de riesgo concretos y patologías como las cardiovasculares. Sin embargo, el cerebro es un órgano delicado que sufre las consecuencias no solo de los factores de riesgo clásicos, como la hipertensión, la hipercolesterolemia, el tabaquismo o el sedentarismo, sino de otros que se han ido constatando en los últimos años. Hablamos del bajo nivel socioeconómico y cultural, la contaminación, la soledad, el estado de ánimo, la falta de sueño, la pérdida auditiva o la dieta. Y también la alta exposición a pantallas, y todo lo que esto último conlleva.

¿Cuántos de esos hábitos de prevención neurosaludable tienen que ver con nuestros sentidos y procesos cognitivos? ¿Las horas dedicadas a visualizar pantallas, por ejemplo, frente a la lectura en página escrita?

El cerebro del ser humano es un cerebro social. Necesita del otro para compartir información y enriquecerse, crear conexiones, preservar su reserva cognitiva y hacerlo más resistente al declinar futuro de la vejez o al impacto de los factores de riesgo. La lectura y la cultura activa son aliados del cerebro. Estar con gente, comentar un libro o una película recién vista, las andanzas del pasado, incluso el último partido de fútbol... Todo esto es salud cerebral. El empleo de pantallas o la audición de música con auriculares no entrañan peligro per se, todo depende del tiempo dedicado.

¿Hay indicios como para decir que la sustitución de la lectura y escritura en papel por la pantalla modifica el desarrollo de las áreas cerebrales en los niños? ¿Y les priva de capacidades?

Todo parece indicar que sí, incluso desde antes de aprender a leer y escribir. La lectura en papel, la escritura y el subrayado a mano facilitan la concentración, la comprensión, la memorización y el aprendizaje. La traslación de estas actividades al mundo digital no ha mostrado estos beneficios, más bien al contrario. Ante las pantallas es más difícil mantener la atención y sin foco en lo relevante, y el resto de las capacidades cognitivas relacionadas sufren las consecuencias.

Un estudio publicado en 2020 en JAMA Pediatrics estudió a 47 niños en edad preescolar mediante resonancia magnética funcional y tractografía. Se observó que el uso de pantallas por encima de las recomendaciones de la American Academy of Pediatrics se asoció con una menor organización microestructural y mielinización de los tractos cerebrales de sustancia blanca que sustentan el lenguaje y las habilidades de alfabetización emergentes, así como un peor rendimiento en las evaluaciones cognitivas relacionadas con lo anterior.

Los educadores hablan de una pérdida de nivel escolar en los 5 últimos años que se relaciona con la irrupción de las pantallas. ¿Se pierden aptitudes de razonamiento lógico y comprensión lectora? 

Los datos del último informe PISA han observado una caída generalizada en todos los países, entre ellos España, de unos 9 meses académicos en matemáticas y 6 meses en comprensión lectora en comparación con el informe anterior. ¿Son las pantallas un factor importante para explicar esta caída? El consenso mayoritario nos dice que sí. ¿Son el único? En absoluto, hay muchos más. El principal es el nivel socioeconómico y cultural de las familias; el efecto escolar de la pandemia; los cambios frecuentes en los modelos educativos; la menor exigencia académica, etc.

¿Hay casos de países o sistemas que mantengan un mejor nivel educativo regulando mejor el uso de pantallas y dispositivos?

Según el informe PISA 2022, los tres países con mejores puntuaciones en matemáticas son Japón, Corea y Estonia. En lectura, son Irlanda, Japón y Corea. España en cambio se sitúa en un término medio. Estos países han adoptado la tecnología de un modo armónico, equilibrado, sin sustituir ni desplazar a los métodos tradicionales de aprendizaje. En países que fueron pioneros en la digitalización de la educación, como Suecia, Dinamarca y Países Bajos, a la vista de la caída en el rendimiento académico del alumnado, se está volviendo a los libros de texto tradicionales.

El neurólogo David Ezpeleta. SEN.

El neurólogo David Ezpeleta. SEN.

Japón ha hecho esfuerzos para controlar el tiempo ante las pantallas y combatir la adicción a la tecnología, con campañas dirigidas a estudiantes y sus familias. En Corea del Sur, un país altamente tecnificado, se han implementado políticas estrictas sobre el uso de dispositivos electrónicos y se limita el tiempo frente a las pantallas tanto dentro como fuera del aula. Estonia, probablemente en país más digitalizado del mundo, también promueve el uso de libros en papel y el desarrollo de la lectura y la escritura.

¿Hay una conexión entre el sedentarismo y sobrepeso con la mala salud cerebral? ¿Lo que beneficia la salud cardiovascular también mejora la capacidad cognitiva?

En efecto, la hay. El sedentarismo y el sobrepeso son consecuencia de varios factores, como mala alimentación, falta de ejercicio y reducción de las horas de sueño. Esto a su vez se asocia con frecuencia a adicciones comportamentales -internet, redes sociales-, ansiedad, problemas afectivos, mala percepción de la imagen corporal, etc. Si hubiera que escoger una única solución, sería el ejercicio físico. Es el mejor neuroprotector conocido. Reduce la ansiedad, mejora el estado de ánimo, facilita la atención, la concentración, el aprendizaje y confiere múltiples beneficios.

Un joven tiene que distribuir su día en cuatro partes: descansar por la noche, rendir en el colegio, moverse durante el día y socializar con su familia y amigos. Si se malgastan horas de sueño vagabundeando en una red social viendo vídeos, las actividades diurnas se resentirán. Los informes anuales de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) arrojan datos escalofriantes en relación con la salud mental -que también es cerebral- en estas franjas de edad. Se vincula la irrupción de los teléfonos inteligentes y la eclosión de las redes sociales con este problema.

¿Están infravalorados los problemas del sueño, y el efecto reparador para el cerebro sobre el que interfieren las pantallas?

En efecto. Es paradójico que pasemos un tercio de nuestra vida durmiendo pero que el sueño y sus problemas sigan siendo grandes desconocidos. Restar horas de sueño tiene consecuencias diurnas. Un niño o un adolescente con somnolencia rendirá peor académicamente. También tendrá propensión a una peor alimentación -dulces y alimentos procesados y ultraprocesados-, al sedentarismo, a los trastornos del ánimo y a los usos problemáticos o adictivos de la tecnología.

¿Qué actividades neurosaludables pueden implementar las escuelas y las familias para evitar que las pantallas copen toda la atención diaria?

Lo primero que habría que hacer es formar a docentes, alumnos y familias en salud cerebral, incluyendo todo lo relacionado con la tecnología y sus peligros. Existen iniciativas, como la Brain Health Initiative o el Global Brain Health Institute que ya plantean la necesidad de programas escolares sobre salud cerebral. En la Sociedad Española de Neurología también estamos trabajando en ello.

Como normas generales: no usar los móviles durante las horas de clase, armonizar los métodos de aprendizaje digital con los tradicionales, y limitar el número de horas al día ante las pantallas. Como normas clave: volver a los preceptos clásicos de buen ejercicio, buena alimentación, buena lectura (en papel), escritura a mano, así como buena compañía y conversación física, no digital. Particularmente, acostumbro a regalar a la gente joven libros en papel, casi siempre voluminosos.

¿Delegar tareas en la tecnología nos perjudica cognitivamente? ¿Es bueno hacer esfuerzos de memoria y obligarse a calcular de cabeza?

Ningún esfuerzo cognitivo es vano, todo tiene un correlato biológico en forma de nuevas conexiones entre neuronas y redes neuronales. Nuestra reserva cognitiva se construye con esfuerzo, aprendizaje y conocimientos. Y es uno de los principales garantes de que nuestro cerebro seguirá sano y funcional a lo largo de la vida. Y si nos sobreviene alguna enfermedad degenerativa, será lo más tarde posible.

Si delegamos toda la información en exocerebros como los buscadores de Internet, el pensamiento en la inteligencia artificial generativa como ChatGPT y -esperemos que no- en la identidad en los mundos virtuales que insisten en vendernos los apóstoles del metaverso: ¿qué quedará de nuestro cerebro, y de nosotros? Todo es bienvenido y útil en su justa medida si atiende a las necesidades humanas, pero deberíamos evitar que sea la tecnología quien cree nuestras necesidades.