Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) detectaron un peculiar miembro del género Dehalogenimonas en la desembocadura del río Besós, al norte de la ciudad, que en los años 80 llegó a ser el caudal más contaminado de Europa. La buena noticia, además de que han logrado reproducirla de forma estable, es que tiene capacidad para transformar ciertos compuestos contaminantes organoclorados tóxicos en otros inocuos.
La lista de productos que generan compuestos tóxicos organoclorados es larga. La mayoría se usan como refrigerantes, disolventes, desengrasantes de piezas metálicas, y productos intermediarios o precursores de otros productos en la industria química, como retardantes de llama.
La Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) recuerda que "la contaminación de los acuíferos con compuestos organoclorados es uno de los problemas ambientales más graves en España y en el resto de Europa". Son compuestos que difícilmente se biodegradan y son altamente tóxicos. Según los datos de la Agencia de Residuos de Cataluña, un 8% de los suelos contaminados censados en 2014 contienen compuestos organoclorados. Muchos de ellos superan las concentraciones máximas de referencia.
Estos son los grupos de organoclorados más utilizados por las industrias catalanas desde 1995 hasta el 2011, según la Agencia de Residuos de Cataluña:
Nombre | Cantidad (en toneladas) |
1,2-Dicloroetano (DCE) | 561.043 |
Cloroformo (TCM) | 149.429 |
Diclorometano (DCM) | 46.659 |
Tricloroetileno (TCE) | 21.474 |
Tetracloroetileno (PCE) | 14.214 |
Clorobenceno | 2.314 |
Tetracloruro de carbono | 2.262 |
Otros organoclorados | 30.026 |
TOTAL | 827.421 |
"Nuestro grupo de investigación se dedica a investigar procesos biológicos que puedan degradar compuestos tóxicos recalcitrantes, es decir, muy difíciles de eliminar biológicamente y que existen en el medio ambiente", explica Ernest Marco-Urrea, director del estudio sobre esta bacteria publicado este verano en Environmental Science & Technology. El científico añade que las bacteria que han logrado cultivar "utilizan estos compuestos tóxicos como fuente de energía, los respiran y los transforman en compuestos que son menos clorados, más biodegradables y en algunos casos, inocuos, no tóxicos".
Concretamente, han demostrado la capacidad de esta bacteria para transformar algunos de los hidrocarburos alifáticos clorados que se encuentran más frecuentemente en los acuíferos, como el 1,2-dicloroetano y el 1,2-dicloropropano, en productos inocuos como el etileno y el propileno, respectivamente.
Una bacteria misteriosa
La presencia de esta bacteria en ciertos lugares es un misterio para los investigadores. "Por su metabolismo, sólo puede vivir en presencia de contaminantes", apunta el científico. De hecho, en la comunidad científica hay discusión sobre por qué se han detectado algunos genes de esas bacterias en lugares donde a priori no hay contaminación.
Según cuenta Marco-Urrea, su equipo eligió el río Besós para buscarlas por dos razones. Por un lado, porque existían estudios previos que indicaban que era el río más contaminado de Europa hace dos décadas; por otro, hace unos años también se documentó la presencia de parafinas cloradas, unos compuestos industriales organoclorados -aunque confiesa que no han encontrado niveles "interesantes" de contaminación ahí-, y se habían identificado genes de estas bacterias en sedimentos marinos cercanos, en donde no hay oxígeno. "Por eso, este río era un buen lugar para encontrar muestras", afirma el investigador.
También es un misterio su origen. "Esta bacteria tiene un metabolismo muy estricto", apunta el experto. "Al respirar únicamente compuestos procedentes de la industria química, su existencia también es un misterio porque, en realidad, estos compuestos sólo existen desde hace siglo y medio", concluye.
El cultivo de esta bacteria abre las puertas a su producción y aplicación en acuíferos contaminados, algo que abarataría drásticamente la labor de limpieza de peligrosos compuestos contaminantes mediante la bioaumentación, que consiste en la adición de bacterias con capacidades específicas para eliminar estos contaminantes. El próximo paso es, precisamente, utilizarlas en biorreactores mucho mayores a los usados por los investigadores para poder probar su eficacia descontaminadora sobre el terreno.