Tal día como hoy hace seis años, el pozo Macondo gestionado por BP estaba liberando al golfo de México el equivalente diario a 62.000 barriles de petróleo. El vertido de la plataforma Deepwater Horizon, que duró entre el 20 de abril y el 15 de julio de 2010, es considerado el más grave de la historia.
Los científicos, en este tiempo, han producido más de 400 estudios a partir del desastre. El último, publicado esta semana en Nature Microbiology, examina cómo ciertas bacterias marinas logran degradar el petróleo, contribuyendo de forma natural a limpiar las zonas afectadas por un vertido.
Nina Dombrowski, microbióloga marina en la Universidad de Texas y una de las autoras del trabajo, explica a EL ESPAÑOL que lo que querían descubrir es "qué tipo de bacterias degradan ciertos componentes del petróleo y cómo lo hacen, esto es, qué vías metabólicas usan".
El hallazgo más destacado de este trabajo ha sido encontrar un gran número de candidatos distintos capaces de reducir los hidrocarburos a moléculas más sencillas y menos tóxicas para el medio ambiente. "Especialmente unos de los componentes del petróleo de los que es más difícil deshacerse, los llamados hidrocarburos aromáticos", dice Dombrowski.
Es necesario aclarar que estas bacterias no se especializaron en degradar petróleo a raíz de la actividad humana; al contrario, la mayor parte de los vertidos de crudo en los océanos (250 millones de litros cada año) se producen por filtraciones naturales desde el subsuelo marino.
Dombrowski menciona también que "hemos encontrado una buena evidencia de que estas bacterias degradan el aceite en un esfuerzo comunitario", es decir, con una estrategia conjunta de diferentes tipos de bacteria que se ocupan de distintas moléculas del petróleo.
Los científicos lograron cultivar por primera vez en el laboratorio bacterias como las Oceanospirillales, que tuvieron un papel clave en la degradación del crudo vomitado frente a las costas de Texas, Luisiana y otros estados. Junto a ellas, otras ya conocidas como las Marinobacter, Alcanivorax o Alteromonas.
Este estudio incide, como otros que le precedieron, en que el ser humano también es capaz de anular la ayuda que obtenemos de la naturaleza para neutralizar un accidente causado por nuestra sed de petróleo.
El mal de los dispersantes
En noviembre de 2015, Samantha Joye, de la Universidad de Georgia, simuló en su laboratorio el vertido de la plataforma Deepwater Horizon y llegó a la conclusión de que los siete millones de litros de un dispersante químico llamado Corexit, ideado para ayudar a estas bacterias a digerir más rápido el petróleo, en realidad estimularon a las bacterias que degradaban el propio dispersante. En resumen, que lo estropeó todo un poco más.
Es cierto que lo que vemos en el laboratorio con compuestos individuales no tiene por qué coincidir con lo que ocurrió realmente en el Golfo de México, con una compleja mezcla de cientos de compuestos diferentes, a lo que se unen factores como la temperatura o la cantidad de luz, que afectan a las bacterias. Sin embargo, Dombrowski apunta ahora que su estudio "coincide con las investigaciones que se han hecho hasta el momento".
Además de favorecer a las bacterias equivocadas, otros trabajos ya apuntaban que el famoso dispersante puede resultar más tóxico que el propio petróleo para especies como el coral. Ahora, el estudio aparecido en Nature Microbiology abre una tercera vía de daño, ya que desarbola el esfuerzo conjunto de las diferentes bacterias degradantes de petróleo.
"Las bacterias que se encuentran de forma natural en el medio ambiente ya contienen un enorme arsenal de herramientas que pueden ayudar durante un derrame de petróleo", dice la microbióloga, para quien la mayor lección que debemos aprender de este infausto incidente, "es que es importante entender mejor cómo apoyar a este reservorio natural, y cuando se utilice dispersante durante un derrame de petróleo debemos tener también en cuenta lo que está sucediendo a esta comunidad natural, y si esto puede molestar a este sistema".