Llega el calor y todos nos hacemos la misma pregunta:"¿Sufriremos una ola de calor récord como la de julio del año pasado?" La respuesta corta es que es imposible saberlo con seguridad. La respuesta larga es un poco más complicada. Los expertos son muy prudentes y la predicción estacional indica que, en principio, las temperaturas podrían subir un poco por encima de la media de los últimos 30 años en la mitad oriental del país; en el resto se mantendrán en dicha media.
La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), nuestro particular Ministerio del Tiempo (meteorológico), emitió avisos de altas temperaturas para esta semana, aunque dentro de valores normales para junio.
Lo que tenemos sobre nuestras cabezas es una masa de aire caliente que ha llevado a activar la alerta amarilla por calor en 13 provincias del interior y el suroeste de la península, en donde en algunos casos se pueden llegar a temperaturas máximas de casi 40º. A finales de la semana se moderarán las temperaturas y descenderán a valores más primaverales.
Esta semana las altas temperaturas se cobraron una víctima mortal en San Sebastián de los Reyes (Madrid): un trabajador de la construcción de 55 años, empleado en una obra en el bulevar Picos de Europa de la localidad, tuvo que ser trasladado al hospital por un golpe de calor el miércoles, y falleció por una parada cardiorrespiratoria, informa EFE. Un día antes, un hombre de 65 años también tuvo que ser atendido, en esa ocasión en Leganés, afectado por las altas temperaturas.
¿Qué es una ola de calor?
Pero, por mucho calor que nos parece que hace, no estamos viviendo una ola de calor. Según explica la propia AEMET (PDF), se llama así a "un episodio de al menos tres días consecutivos, en que como mínimo el 10% de las estaciones consideradas registran máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000".
Para que exista una ola de calor es importante delimitar una zona geográfica determinada. En España, de todas las estaciones de medición que existen, se seleccionan 137 porque cumplen una serie de requisitos, entre ellos, llevar funcionando más de 30 años y estar repartidas por el territorio nacional de forma uniforme.
En el siguiente mapa se muestran las temperaturas por encima de las cuales, si se superan durante tres días consecutivos, se puede considerar como ola de calor.
En algunas provincias hay varias temperaturas umbral. "Estos valores son diferentes, por ejemplo, en el litoral y en el interior", apunta a EL ESPAÑOL Ana Casals, meteoróloga y portavoz de la AEMET.
"Una ola de calor no es que simplemente haga calor", comenta Casals. "Depende de cada lugar, de lo acostumbrados y preparados que estemos para aguantar determinadas temperaturas", añade. Por ejemplo, en la ola de calor de 2003 en España fallecieron unas 140 personas a causa de la canícula, pero es que en Francia "murieron como chinches": más de 14.000 personas durante la primera quincena de agosto de aquel año.
Algunos factores que ayudaron a sobrellevar mejor esa ola fueron la generalización del aire acondicionado en coches y casas, que hubiera más piscinas o, simplemente, que cuando hace demasiado calor en la calle "uno se mete en El Corte Inglés", bromea la experta. Al final, hay un factor de aguante, tolerancia y preparación para soportar el calor.
En Sevilla, por ejemplo, cerca del 60% de los días de julio y agosto hay máximas de 35ºC, y uno de cada cuatro días se suelen dar temperaturas por encima de los 38ºC. "Por tanto", reza la AEMET, "un día con una máxima de 38ºC en Sevilla será un día muy caluroso, pero no lo suficiente como para ser candidato a ola de calor en la localidad". "Por el contrario", añade, "en Molina de Aragón la temperatura máxima absoluta registrada hasta la fecha es precisamente 38ºC, por lo que una máxima de 38ºC en esta localidad sí podría formar parte de un episodio de ola de calor'".
¿Y este año?
"No podemos adelantar si habrá olas de calor este año", afirma Casals. "Y no entiendo cómo alguien puede adelantar algo así". Desde la AEMET ofrecen lo que se denomina "predicción estacional", que es probabilística y se construye a partir de otros muchos modelos globales de predicción del mundo. "En nuestro caso, tomamos 12 modelos", comenta la meteoróloga, "pero no todos tienen el mismo peso, ya que algunos aciertan mucho y otros, no tanto".
Con esos datos, lo único que la Agencia Estatal de Metereología puede saber es si va a haber más o menor probabilidad de que haga más o menos calor. En los meses de junio, julio y agosto, el modelo afirma que "es probable que la temperatura alcance valores superiores a los normales en la mitad este penínsular y Baleares". Aunque esa probabilidad no es muy alta, subraya Casals. "En el resto de España", añade la predicción, "no se esperan diferencias significativas con respecto a la climatología", es decir, las temperaturas de referencia en las tres décadas que van desde 1971 a 2000.
El pasado año, durante el mes de julio se batió un récord histórico y España vivió su ola de calor más larga: 26 días seguidos en 30 provincias. "Pero lo cierto es que no podemos decir si este año vamos a tener o no olas de calor, no tenemos bolas de cristal y quienes lo digan, tampoco las tienen", bromea la científica.
Año | Duración | Temperatura Máxima de la ola |
2015 | 26 días | 37,6º C |
2015 | 3 días | 38,7º C |
2013 | 5 días | 37,7º C |
2012 | 5 días | 38,3º C |
2012 | 4 días | 39,5º C |
2012 | 7 días | 36,2º C |
2011 | 3 días | 37,8º C |
2011 | 3 días | 37,1º C |
¿Aire acondicionado?
Frente a tanto calor, parece que el primer mundo -y cada vez más el grupo de los países en desarrollo- abusa del aire acondicionado, un aparato al que estamos enganchados y cuyo consumo energético no ayuda precisamente a combatir el cambio climático y el calentamiento global. Eso es al menos lo que sostiene Stan Cox, autor de Losing Our Cool. Uncomfortable Truths About Our Air-Conditioned World (The New Press, 2012)
Un interesante artículo en Motherboard cita a Cox, quien asegura que "si se suma el uso del aire acondicionado doméstico, comercial y en edificios públicos, así como la climatización de los vehículos, todo ello arroja a la atmósfera 500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año" sólo en EEUU. Los edificios de oficinas están diseñados para estar climatizados, con ventanas estancas: sin aire acondicionado, en verano serían auténticos hornos.
Pero es que, además, el mismo autor también alerta de que nuestra tolerancia al calor está bajando, en una especie de círculo vicioso: cuanto más calor hace, más aire acondicionado usamos y, por tanto, estamos menos acostumbrados a soportar temperaturas relativamente altas. ¿Seremos capaces de moderar el uso de este sistema que, por otro lado, tantas alegrías nos da en verano?