Bañarse en la costa vasca tiene un valor añadido, aunque probablemente la mayoría de los turistas lo desconocen: la posibilidad de tocar los restos del meteorito que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. Están en la localidad guipuzcoana de Zumaia, a simple vista, en forma de una finísima capa de color oscuro de entre 2 y 3 milímetros de grosor.
En realidad, hoy sabemos que el impacto que provocó la extinción del 70% de las especies del mundo se produjo en la península del Yucatán, en México, sus efectos fueron globales y el polvo que levantó se depositó en todo el planeta. Pero sólo en muy pocos lugares aflora la evidencia definitiva, la presencia de iridio. "Es un mineral escaso en la Tierra, pero muy abundante en los asteroides", explica a EL ESPAÑOL Asier Hilario, geólogo que coordina las investigaciones que se llevan a cabo en el Geoparque de la Costa Vasca.
Para los científicos, estamos hablando del límite K/T, es decir, el paso entre el Cretácico y el Terciario, y poder observarlo de forma tan visual es un auténtico lujo. "El hecho de que suponga la extinción de los dinosaurios nos pone en el mapa", comenta el experto, pero en realidad no es más que una página más del gran libro que a lo largo de 13 kilómetros de costa cuenta la historia de 60 millones de años de la Tierra. "Cada una de las capas es como una página; para los geólogos es un lugar muy especial, porque caminando por la playa estamos viajando en el tiempo a un periodo comprendido entre hace 100 y 50 millones de años", asegura.
Esta espectacular formación de rocas se llama flysch y a su riqueza geológica añade fósiles marinos como testimonio de que estas tierras formaron parte de las profundidades del océano en un pasado ya remoto. Por si fuera poco, un poco más hacia el interior está el karst, paisajes moldeados por el desgaste de la piedra caliza.
Por todo ello, los municipios de Zumaia, Deba y Mutriku forman uno de los 120 geoparques del mundo, de los cuales 11 están en España. La historia de esta figura de protección es bastante reciente. En el año 2000 los cuatro primeros –entre ellos, el español Geoparque del Maestrazgo- impulsaron la Red Europea de Geoparques, que enseguida quedó bajo los auspicios de la UNESCO, aunque no ha sido hasta el pasado mes de noviembre cuando este organismo de la ONU aprobó oficialmente la etiqueta de Geoparques Globales, equiparable a las de Patrimonio de la Humanidad y Reservas de la Biosfera, buscando conjugar protección y desarrollo sostenible.
"La geología es la columna vertebral, pero la perspectiva es holística, tiene que incluir actividades educativas y divulgativas y tener un vínculo con la cultura y la biodiversidad de la zona, no es una figura de protección sino de desarrollo local", comenta el científico.
Aunque es difícil discernir entre el turista que sólo busca la playa -o los fans de Juego de Tronos después de que se rodara en Zumaia la séptima temporada- y el que se siente atraído en mayor o menor medida por el Geoparque de la Costa Vasca, sus responsables calculan que el patrimonio geológico atrae aquí a 100.000 personas cada año.
Asier Hilario clasifica a los visitantes en tres grupos. "El más numeroso está formado por los que saben que viene a ver algo especial, pero en realidad no tienen mucha idea. Un segundo grupo es el del público con un nivel cultural entre medio y alto, dispuesto a hacer un esfuerzo intelectual por comprender lo que ve y muy agradecido. Finalmente, un grupo más reducido pero muy valioso es el formado por científicos de todo el mundo, porque un geólogo tiene que visitar Zumaia al menos una vez en la vida".
Además del límite K/T, en el geoparque se observa otro momento clave para la Tierra, un cambio climático que ocurrió hace 56 millones de años y que marca el paso del Paleoceno al Eoceno. En unos pocos miles de años la temperatura se incrementó 5ºC, lo que provocó la migración de las especies en su intento por sobrevivir. Curiosamente, las previsiones sobre el cambio climático actual apuntan a algo muy parecido hacia finales del presente siglo, lo que supone una velocidad tan vertiginosa que probablemente esta vez sea más difícil evitar extinciones masivas.
De la investigación al turismo
El de Zumaia es uno de los afloramientos más estudiados del planeta desde hace un siglo, pero queda material para "otro tanto". La investigación no sólo sigue aportando conocimiento, sino que permite "ir renovando el discurso" de cara a las más de 500 visitas guiadas que cada año organiza el geoparque y que sin duda tienen un gran impacto económico.
Desde ese punto de vista, en el Geoparque de Villuercas Ibores Jara, en Cáceres, el balance también es impresionante. Desde su constitución, en 2011, el número de empresas dedicadas al turismo rural en la zona se ha multiplicado por cinco, pasando de una veintena al centenar. "Tenemos los materiales más antiguos de España, rocas de hace 600 millones de años", destaca el geólogo Iván Cortijo.
Además de un paisaje montañoso peculiar, de tipo "apalachense" por recordar a los Montes Apalaches norteamericanos, destaca con la Cueva de Castañar de Ibor, que tiene unas formaciones excéntricas excepcionales, y la abundancia de trilobites, ya que hace 450 millones de años todo este territorio se encontraba bajo el mar. "Tenemos fósiles de los primeros animales que tuvieron esqueleto, son únicos en Europa y nos permiten ver la evolución de la vida en la Tierra", destaca el experto.
La evaluación de la UNESCO
El modelo de los geoparques está funcionando tan bien que nuevos enclaves buscan el mismo reconocimiento. Al frente de los proyectos, geólogos entusiastas estudian e intentan dar a conocer una riqueza que hasta ahora ha pasado desapercibida para los propios lugareños. Los municipios de Las Loras, al norte de las provincias de Palencia y Burgos, acaban de recibir la visita de los evaluadores de la UNESCO, que recorrieron la zona durante cinco días y próximamente decidirán si se añade a la lista.
Para llegar a este punto, geólogos como Karmah Salman llevan años catalogando sitios de interés como la Cueva de los Franceses, analizando el singular paisaje kárstico y dando forma a un completo proyecto educativo y científico. "La parte geológica tiene que ser relevante, pero a los evaluadores les interesa también la cultura y la naturaleza, cómo se conjuga todo, cómo se percibe y cómo se transmite", afirma.
Geología e historia
En el Valle del Eria, en la provincia de León, se está planteando un proyecto de geoparque poco convencional pero que puede encajar perfectamente con esta idea. Se trata de uno de los mayores complejos mineros de oro del Imperio Romano, formado por canales hidráulicos que sirvieron para explotar los yacimientos, pero que hoy en día apenas son visibles por la vegetación.
En el Valle del Eria, en la provincia de León, fue uno de los mayores complejos mineros de oro del Imperio Romano y es un lugar único en la península
"Estamos investigando para obtener más relevancia científica sobre la geología y la minería de la zona, es un lugar único en la península en cuanto a este tipo de explotación romana", señala el geólogo Javier Fernández Lozano. "La mayor parte de los geoparques tienen pliegues, fósiles, fallas, pero una minería de este tipo es un signo diferencial", asegura.
Aunque el proyecto se encuentra en una fase inicial de recopilación de información sobre los puntos de interés de cada municipio, desde hace tiempo los geólogos están echando mano de las nuevas tecnologías para descubrir la huella que la historia ha dejado sobre el terreno gracias a la tecnología láser aerotransportada y fotogrametría captada desde drones para construir imágenes en 3D. "La geología también está unida a los asentamientos humanos, porque el hombre siempre ha aprovechado los recursos mineros, incluso hoy en día el 90% de nuestros smartphones está hecho de minerales", comenta.