En los últimos meses algunos medios de comunicación están poniendo en el mapa un territorio que en la realidad desaparece poco a poco. Los 50 habitantes de la isla de Jean Charles, cuyo nombre revela el pasado francés de este enclave de Luisiana, se van a convertir en los primeros refugiados climáticos de Estados Unidos, cuentan los titulares, a pesar de que ese concepto oficialmente no existe y de que, probablemente, no serían los primeros, porque en Alaska tienen el mismo problema.
El Gobierno quiere trasladar a toda la población y parece que no hay otro remedio: la erosión de la costa, el impacto de los cada vez más frecuentes huracanes y el aumento del nivel del mar ya han anegado la mayor parte de la ínsula y unos 5.000 kilómetros cuadrados en todo el estado de Luisiana. El único cordón umbilical de Jean Charles con el continente es una carretera que se inunda cada vez con más frecuencia dejando aislados durante días a los vecinos. No hay esperanza.
Como de costumbre, la prensa magnifica ésta y cualquier otra tragedia del mundo occidental, a pesar de que no es más que una anécdota si enfocamos el problema de una manera global. Hace poco un estudio publicado en Environmental Research Letters analizó fotografías aéreas e imágenes por satélite de entre 1947 y 2014 correspondientes a 33 islas del archipiélago de las Islas Salomón, en el océano Pacífico, documentando la desaparición de cinco de ellas y graves recesiones costeras en otras seis.
La tasa de aumento del nivel lugar en este lugar es la más alta que se ha registrado en el planeta, 7 milímetros por año desde 1994, pero la situación es similar en otros países insulares, como Tuvalu, donde algunas casas de la costa ya han sido abandonadas. Con este ritmo y dadas las previsiones sobre el cambio climático, no es difícil imaginar que puedan desaparecer países enteros: la altitud media sobre el nivel del mar en las Maldivas, en el Océano Índico, es de 1,5 metros y su punto más alto, en la isla de Villingili, es de 2,3 metros. ¿Dónde irán sus 350.000 habitantes?
¿Qué incluimos dentro del cambio climático?
El problema se extiende también tierra adentro, con sequías, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos que, no obstante, no son fáciles de atribuir al cambio climático. ¿El huracán Matthew, que recientemente ha causado cientos de muertos de Haití, es un producto del calentamiento global o entra dentro de la normalidad?
Esta interrogante básica permite explicar el baile de cifras que existe sobre personas desplazadas a causa del cambio climático. Cada organización que se ocupa de ello realiza sus propios cálculos y suelen ser muy dispares. "Cualquier estimación global se basa, probablemente, en una gran simplificación del fenómeno o en una extrapolación muy simplista de algún dato nacional o regional", declara a EL ESPAÑOL Justin Ginnetti, jefe del departamento de datos y análisis del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC), una organización que puso sobre la mesa el problema de los refugiados climáticos en la Conferencia del Clima de la ONU en París (COP21) en diciembre de 2015, aunque con escasos resultados prácticos.
Esa falta de precisión no está relacionada con la novedad del problema, ya que desde la década de 1990 se han realizado previsiones sobre el número de personas que tendrían que abandonar su hogar como resultado del cambio climático y, si ya es complicado concretar una cifra en el presente, es mucho más aventurado hacerlo para el futuro. Las estimaciones "varían entre decenas y cientos de millones", comenta el experto, "incluso se ha llegado a hablar de 2.000 millones de personas". La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, apunta a que en los próximos 50 años los afectados variarán entre los 250 y los 1.000 millones.
Planificación
Para el IDMC la tragedia tiene mucho que ver con la pobreza y no es inevitable. "El cambio climático tiene que ver con la frecuencia y gravedad de los peligros, pero las decisiones humanas influyen en la cantidad de personas expuestas a él y en lo vulnerables que son", señala Ginnetti. "A través de inversiones en desarrollo inteligentes y de una buena planificación para adaptarse al cambio climático tanto los desastres como los futuros desplazamientos podrían evitarse", agrega.
Sin embargo, si llegan a producirse, el problema es que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) "no confiere ningún derecho a estas personas ni las reconoce como una categoría específica", advierte. Si bien, "todas las personas desplazadas dentro de las fronteras de su propio país disfrutan de los mismos derechos que los no desplazados y de la protección de su gobierno", el problema se agrava cuando traspasa fronteras, porque no está previsto en la legislación internacional. La Convención de la ONU sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 limita la solicitud de asilo a causas relacionadas con la persecución por "motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas".