Decía Camilo José Cela que "la muerte es dulce; pero su antesala, cruel". Una frase que podría aplicarse con amarga literalidad a las 21 personas que murieron ahogadas en azúcar tras un accidente industrial ocurrido la ciudad de Boston en 1919. Hasta ahora poco se sabía de por qué el accidente había resultado tan devastador, pero un equipo de físicos ha presentado un estudio en el que analizan las causas de este singular siniestro. Eran las 12:40 cuando el tanque cedió.
En pocos segundos, los más de siete millones de litros de melaza que llenaban el depósito inundaron las calles de North End. El fluido, un líquido dulce y viscoso, atrapó a muchos de los que paseaban o trabajan aquella mañana por el barrio más antiguo de la ciudad. Al día siguiente los medios confirmaron la tragedia.
Un tsunami de azúcar había arrasado parte del barrio matando a 21 personas y dejando más de 150 heridos. Ha pasado casi un siglo de uno de los accidentes más singulares de la historia de EEUU, pero un equipo de investigadores ha decidido tratar de averiguar qué fue lo que pasó aquel 15 de enero.
La idea surgió a partir del proyecto académico de un grupo de estudiantes de la clase de mecánica de fluidos de Samuel Rubinstein, en la Universidad de Harvard. El profesor les pidió que crearan un video de divulgación científica y tres estudiantes presentaron una parodia en forma de rap sobre la inundación de melaza ocurrida en Boston.
En la canción las autoras del vídeo hacían referencia a lo difícil que sería nadar en este fluido. "Eso me hizo pensar en el desastre con mayor detalle", explica a EL ESPAÑOL la investigadora Nicole Sharp, encargada de asesorar a los estudiantes, "¿cómo se propagó la melaza? ¿nadar habría ayudado a las víctimas?".
Entonces Sharp, principal autora de la investigación, comenzó a trabajar junto a Rubinstein y la estudiante Jordan Kennedy para intentar aclarar el caso. Su idea no era explicar el accidente en sí, "al menos no en el sentido de explicar por qué sucedió", afirma la investigadora. Desde principios de la década de 1920 se supo que el accidente se produjo debido al colapso del tanque de acero. Aunque no fue hasta el año pasado cuando un ingeniero concluyó que el tanque tenía varios fallos estructurales en su diseño, como un grosor de menos de la mitad de lo que debería, según informaba el Boston Globe.
Un tsunami a más 50 kilómetros por hora
La primera pregunta a la que querían responder es por qué el fluido se había propagado tan rápido. "La melaza es un fluido viscoso, así que en principio debería desplazarse lentamente", asegura Sharp. Sin embargo, los registros históricos confirman que el fluido se desplazó a una velocidad superior a los 50 kilómetros por hora. "La velocidad era tan alta que inicialmente muchos creyeron que se había producido una explosión", cuenta la investigadora.
Pero no hubo explosión alguna. La melaza había llegado al puerto de Boston un par de días antes del accidente y los trabajadores la calentaron unos pocos grados para reducir su viscosidad y facilitar el traslado al tanque de almacenamiento. Según Sharp, lo más probable es que en el momento del colapso del tanque la melaza estuviera varios grados más caliente que el aire exterior.
La melaza es aproximadamente 1.5 veces más densa que el agua y el tanque estaba lleno hasta una altura aproximada de unos 15 metros, así que, durante el primer minuto tras el accidente, la propagación de la melaza fue impulsada por el propio peso del fluido. "Nuestros cálculos indican que la densidad, la temperatura y la altura de la melaza en el tanque eran suficientes como para que el fluido alcanzara los 56 kilómetros por hora", concluye Sharp.
El invierno empeoró la situación
Pero eso solo resolvía la primera cuestión. Los científicos también se preguntaron por qué hubo tantas víctimas mortales y por qué el rescate se prolongó durante tantas horas. La respuesta estaba en las bajas temperaturas del invierno de Boston. "Después de ese primer minuto, la viscosidad de la melaza comenzó a aumentar", explica Sharp."De acuerdo con nuestras mediciones, la viscosidad de la melaza aumenta enormemente a temperaturas por debajo del punto de congelación e incluso un cambio de temperatura relativamente pequeño, de aproximadamente 5ºC, puede multiplicar la viscosidad por un factor de cuatro o más", asegura la investigadora.
Una vez el fluido entró en contacto con el aire frío aumentó rápidamente su viscosidad, de forma que las personas que habían quedado atrapadas y que luchaban para no ahogarse, libraban una batalla que cada vez era más dura. "Además de irse cansando conforme pasaba el tiempo, la melaza que les mantenía atrapados se hacía cada vez más viscosa, con lo que era más difícil luchar contra ella", explica Sharp.
Lo mismo le ocurrió a los trabajadores de los equipos de rescate, a los que a cada minuto que pasaba les costaba más moverse por las calles inundadas. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores han utilizado una combinación de experimentos y modelos numéricos. La estudiante Jordan Kennedy fue la encargada de analizar cómo varían las propiedades de la melaza en función de la temperatura, particularmente su viscosidad".
Yo realicé experimentos con melaza a 4ºC, estudiando su propagación y comparando los resultados experimentales con modelos de la literatura científica", cuenta Sharp. "Luego apliqué esos modelos a una inundación a gran escala y comparé los resultados del modelo con el registro histórico", concluye.
La razón por la que no se pudieron saber los detalles del accidente en los años inmediatamente posteriores al accidente es porque las ecuaciones y modelos utilizados por Sharp para estudiar la propagación del fluido no fueron desarrolladas hasta varias décadas después.
La melaza se diseminó siguiendo el patrón de lo que actualmente se conoce como corriente de gravedad, un movimiento que surge cuando un fluido se extiende horizontalmente sobre otro menos denso. "Nadie había estudiado las corrientes de gravedad hasta que Theodore von Karman comenzó a hacerlo durante la Segunda Guerra Mundial", explica Sharp.
Fue este científico quien propuso, a principios de los 50, una ecuación para predecir la velocidad a la que se mueve el frente de una corriente de gravedad a partir de su altura y su densidad. "Utilizamos su modelo, así como otros más recientes, para predecir la velocidad a la que la melaza se habría movido", afirma la investigadora.
El trabajo de Sharp, Rubinstein y Kennedy fue presentado el pasado mes de noviembre en un congreso de la Sociedad Americana de Física y arroja algo más de luz sobre uno de los accidentes más curiosos de la historia de Boston. Un accidente en el que varios factores, incluida una construcción deficiente del tanque, provocaron que 21 personas terminaran ahogándose en azúcar.