Además del frío, la nieve, los jerséis, las botas o los resfriados, otro signo de que se acerca el invierno lo encontramos en el parabrisas del coche, que deja de convertirse en un triste cementerio de insectos después de cualquier viaje por la autopista. Pero ¿dónde están los bichos en invierno? Tal vez a esta pregunta responderíamos que sencillamente mueren congelados. Y nos equivocaríamos.
Según cuenta a EL ESPAÑOL el ecólogo de la Universidad de Exeter (Reino Unido) Jason Chapman, "la estrategia más común de los insectos para sobrevivir al invierno es la hibernación, ya sea como huevos, larvas, pupas o adultos". Esta forma de hibernación propia de los insectos se conoce como diapausa, y en algunas especies puede prolongarse hasta extremos asombrosos: una pequeña polilla del sur de EEUU llamada Prodoxus y-inversus puede hibernar en estado de crisálida durante 19 años.
Pero la diapausa no es la única manera que tienen los insectos de vadear la estación fría. Chapman añade que "muchas especies emigran, y algunas de ellas son extremadamente abundantes e importantes". La migración de los insectos es un fenómeno ya conocido. Uno de los mayores espectáculos de la naturaleza es el largo viaje que cada otoño emprenden las mariposas monarca desde el sur de Canadá hasta México. El propio Chapman ha estudiado anteriormente las migraciones de unas pocas especies nocturnas que provocan daños en los cultivos, como la polilla plusia (Autographa gamma).
Sin embargo, poco o nada se sabía de las migraciones estacionales de insectos en su conjunto, de día y de noche, grandes y pequeños, ni hasta qué punto este fenómeno es importante por sus cifras o si la gran mayoría de los bichos simplemente forman parte de lo que el viento se llevó. Ahora, Chapman tiene la respuesta. Y las cifras son sobrecogedoras.
3.200 toneladas de insectos
Casi tres billones y medio de bichos, un número de doce ceros, vuelan cada año sobre las cabezas de los habitantes del sur de Inglaterra, el lugar donde Chapman y su equipo de colaboradores han llevado a cabo un extenso estudio de la migración de los insectos durante casi una década. Esta auténtica pesadilla para los entomóbos suma una masa total de unas 3.200 toneladas de criaturas de seis patas. El investigador pone el dato en comparación: más de siete veces el peso de los 30 millones de aves que cada otoño vuelan desde Reino Unido hacia África. O aprovechando que estamos en Navidad, unos 20.000 renos voladores como los que tiran del trineo de Papá Noel.
Chapman y sus colaboradores han montado una red de dispositivos de seguimiento que incluye estaciones de radar para detectar los insectos grandes y mallas sujetas a globos para muestrear los pequeños. Estas migraciones se producen a gran altura, por encima de los 150 metros, y el 70% se lleva a cabo durante el día. Los migrantes diurnos son sobre todo mariposas, mariquitas, otros escarabajos, sírfidos (moscas con aspecto de avispas) y pulgones alados de los cereales, mientras que la noche pertenece a las crisopas, polillas y dípteros (como las moscas y mosquitos).
Según describen los investigadores en la revista Science, este masivo desplazamiento definitivamente no es lo que el viento se llevó: las 3.200 toneladas que vuelan hacia el sur en otoño regresan al norte en primavera. Anualmente puede haber un resto de 200 toneladas arriba o abajo, pero al acabar el período de estudio de diez años las diferencias se cancelan, con lo que el balance final conserva una constancia pasmosa.El estudio revela que las migraciones son mayores en días cálidos con poco viento en la superficie, pero los insectos más grandes aprovechan sabiamente los vientos favorables para viajar en la dirección deseada. Chapman y sus colaboradores descubren que durante el día el viento en superficie y en altura se mueven en el mismo sentido, así que los insectos pueden comprobar la dirección del aire a ras de suelo para saber si a gran altura podrán viajar hacia donde quieran con viento de cola. Esto no ocurre de noche, por lo que los insectos nocturnos deben emplear otros sistemas para saber hacia dónde corre el viento en altura.
Esto último sugiere una de las grandes incógnitas sobre las migraciones en general, y en concreto las de insectos: ¿cómo se guían? "Los insectos tienen un programa genético que dicta una dirección migratoria preferente, la cual debe invertirse (norte-sur o sur-norte) en algún momento del año", expone Chapman. "Vuelan en la dirección preferida con referencia a una brújula interna; los diurnos usan una brújula solar, pero todavía no sabemos cómo lo hacen los nocturnos". Lo cual es aún más sorprendente teniendo en cuenta que, a diferencia de las aves, los insectos que vuelven no son los mismos que se fueron, sino sus hijos: los emigrantes siempre son novatos. En el caso de las mariposas monarca en América, se calcula que todo el ciclo anual comprende hasta cinco generaciones sucesivas.
El peligro del cambio climático
Extrapolando las cifras del estudio en Gran Bretaña a los continentes, tal es la magnitud de este movimiento de masa biológica que Chapman no duda en calificar la migración de insectos como "el movimiento animal anual más importante de los ecosistemas terrestres, comparable a las migraciones oceánicas más significativas". El coautor del estudio Gao Hu, de la Universidad Agrícola de Nanjing (China), apunta buenas razones por las que esta migración es ecológicamente crucial: "Muchos de los insectos que estudiamos aportan servicios ecológicos esenciales para mantener la salud de los ecosistemas, como la polinización, la depredación de plagas agrícolas y el servir de alimento para aves y murciélagos insectívoros".
Y naturalmente, todo ello puede peligrar con el cambio climático. Chapman aventura la posibilidad de que un calentamiento de las regiones frías aumente las poblaciones de insectos en el norte. Pero también calcula que si las regiones del sur como España y el norte de África se vuelven más áridas, los insectos tendrán más dificultades para criar, lo que podría reducir el volumen de la migración. "Es una cuestión complicada sin una respuesta simple, excepto la de que no estamos seguros", concluye Chapman. "Habrá que esperar y ver".