"Hay suficiente capacidad de almacenamiento en el ADN de una sola semilla de lirio como para llenar la Enciclopedia Británica 60 veces". El biólogo y divulgador Richard Dawkins recordaba en su libro El relojero ciego (Tusquets, 2015) que el ácido desoxirribonucleico es una molécula que contiene una cantidad enorme de información. Ahora, un equipo de investigadores de una empresa privada trabaja para utilizar esa información para rastrear el origen de nuestra ropa y averiguar si proviene de regiones donde se realiza trabajo forzado o esclavo.
Así lo aseguran desde la compañía estadounidense Applied DNA Sciences Inc., donde trabajan para desarrollar una serie de técnicas que les permitan rastrear el origen del algodón. "Nuestro principal objetivo es limpiar la cadena de suministro de algodón y con ello me refiero a eliminar cualquier desviación, cualquier etiquetado erróneo o cualquier falsificación que pueda suceder a lo largo de la cadena de suministro", aseguró el director ejecutivo de la compañía, James Hayward, a la Fundación Thomson Reuters.
"La producción de algodón es una de las más complejas que he visto nunca", relata Hayward, "el material viaja por muchos países y es sometido a varios procedimientos que hacen más fácil que se puedan dar engaños". De hecho, según informaba Bloomberg este mismo verano, la cadena de tiendas Target anunció que devolvería el dinero a todos los consumidores que hubieran comprado sábanas de algodón egipcio, considerado de gran calidad, tras descubrir que no estaban compuestas realmente de esta variedad.
Un código de barras de ADN
En su forma cruda, algunas variedades de algodón pueden ser diferenciadas a través de un microscopio o incluso a simple vista si se trata de un experto. Sin embargo, una vez procesado, es casi imposible distinguir la diferencia entre las variedades porque las fibras se descomponen durante la creación de las telas y el proceso de costura.
Para evitar fraudes Applied DNA Sciences ha desarrollado una tecnología que utiliza pequeños marcadores genéticos que se pulverizan en forma de spray sobre el algodón antes de que éste sea envasado y enviado para convertirse en hilo. Los marcadores se unen a las fibras de la planta y actúan como un código de barras microscópico que es capaz de resistir el proceso de producción y que se puede rastrear a lo largo de toda la cadena, de forma que en cada parada las muestras son analizadas para verificar que no ha habido trampa.
"Lo que hacen es añadir secuencias de ADN de doble cadena, que es mas estable a procesos de degradación físico-químicos, y luego detectar si hay restos de ese ADN en las muestras de ropa", explica a El Español Antonio Molina, director del Centro Biotecnología y Genómica de Plantas (UPM-INIA). Según este investigador, este tipo de fragmentos se pueden diseñar "a la carta, con secuencias específicas que solo ellos saben cuáles son y por lo tanto solo ellos pueden amplificar por PCR y detectarla".
Además, la eficacia de este tipo de marcado genético es superior al de otros tipos de marcado, como el químico, ya que el número de combinaciones posible es mucho mayor. "Si coges un fragmento con solo 100 nucleótidos de ADN, el número de combinaciones es tan grande que las posibilidades de generar marcas es casi infinita", explica Molina.
Esta técnica ya está siendo aplicada por varias empresas productoras de algodón, fundamentalmente en India, pero tiene el inconveniente de que hay añadir grandes cantidades de este ADN en los materiales que se quiere seguir su trazabilidad. Por este motivo, desde la compañía quieren ir un paso más allá e intentar desarrollar una técnica que permita identificar el país donde se cultivó el algodón analizando el la información genética del propio algodón.
Rastreando el origen del algodón
"Con las herramientas de genómica que tenemos hoy en día es muy fácil poder identificar una serie de marcadores que son los que nos permiten distinguir entre una variedad de algodón y otra", explica Molina. El problema es que no se puede asumir que todo el algodón que se cultiva en una región es de la misma variedad. "Conforme vaya evolucionando la agricultura en esa zona, se irán introduciendo variedades de algodón lo que eliminaría la trazabilidad que ellos están tratando de hacer", explica este investigador.
Para intentar salvar este problema, desde la compañía estadounidense están tratando de obtener información genética específica de las zonas de cultivo. Para ello tratan de analizar el microbioma del suelo, que es el conjunto de los genes presentes en todos los organismos microbianos del suelo.
La mayor parte del los microorganismos presentes en el terreno son iguales en todas las regiones, con lo que el microbioma es muy similar. Sin embargo, "un porcentaje interacciona con las plantas y aunque sea pequeño, son cientos de bacterias y cada una de ellas tiene millones de nucleótidos en los que buscar una marca específica que te podría permitir hacer la trazabilidad", explica Molina.
Aún así, este investigador se muestra escéptico con esta posibilidad teórica. "En un futuro es posible que se pueda hacer, pero ahora mismo no disponemos de datos para poder hacer una trazabilidad basada en los microbiomas que crecen o conviven con determinadas especies vegetales". Además, este investigador señalar que la estabilidad de este ADN es muy cuestionable, ya que "los microorganismos se encuentran en la superficie del algodón, no están dentro de las células, con lo que la probabilidad de que ese ADN desaparezca durante el tratamiento del algodón es muy alta".
Desde la compañía, Hayward reconoce que "ahora mismo el proyecto no está completo, pero esperamos que en el próximo año o dos podamos distinguir los cultivos mundiales de algodón en base a su punto de origen". Si lo consiguen, quizás sea posible rastrear el origen de las fibras de algodón y luchar de ese modo contra el trabajo forzado, ya que "algunos países han utilizado la esclavitud patrocinada por el Estado para recolectar ese algodón", señala Hayward.
Denuncias de trabajo esclavo a Uzbekistán
Las críticas sobre trabajo forzado han sobrevalorado el mundo del algodón durante los últimos años, especialmente en Uzbekistán, uno de los grandes productores mundiales de algodón. Este país está en el punto de mira de varias organizaciones pro derechos humanos, que acusan al gobierno del país de obligar a sus ciudadanos a participar anualmente en la cosecha, incluyendo a niños.
Debido a estas denuncias el Parlamento Europeo denegó en 2011 la ampliación del acuerdo para cubrir el comercio bilateral de textiles con Uzbekistán. Los diputados europeos concluyeron que solo se volvería a ampliar el acuerdo si el gobierno uzbeko daba autorización a los observadores de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para realizar una "supervisión estrecha y sin trabas" de la situación del país, algo que finalmente sucedió en 2013.
En el último informe realizado por esta organización el pasado año, se asegura que "el uso de niños en la cosecha de algodón se ha vuelto raro y esporádico" y que "las autoridades han tomado una serie de medidas para reducir la incidencia del trabajo infantil y hacerlo socialmente inaceptable".
A la vista de estos resultados, la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo ha emitido recientemente un informe en el que recomienda al Parlamento "dar su consentimiento al Protocolo Textil UE-Uzbekistán". Sin embargo, pese a los avances conseguidos, los informes de la OIT también reflejan como "informaciones preocupantes" los datos recibidos de varias ONG que acusan al gobierno de acoso y amenazas. "La impresión así dada es que los que algunas de las personas que están al mando no quieren prevenir los abusos laborales", concluye el informe.
Cabe destacar que Uzbekistán no ratificó los convenios internacionales en contra del trabajo infantil hasta 2008 y aún no ha ratificado el Protocolo sobre trabajo forzoso que fue adoptado por la Conferencia Internacional del Trabajo en 2014. Aún así, y pese a la no ampliación del acuerdo con la UE, el país sigue beneficiándose de unos derechos de importación preferentes para sus exportaciones de algodón a la UE, de conformidad con lo que se conoce como Sistema de Preferencias Generalizadas (SPG), algo que ha sido criticado por las ONG, que han solicitado en varias ocasiones la supresión de este sistema para el algodón de Uzbekistán.