Napoleon Chagnon se adentró por primera vez en la selva amazónica en 1964. Su futura tesis doctoral en antropología estaba allí, escrita entre las fronteras de Venezuela y Brasil. Tenía 17 meses para encontrarla en una maraña de más de 250 aldeas que congregaban a unos 25.000 indígenas.
Chagnon se vio de repente en mitad de la nación de los Yanomamö.
En aquellos años, esta tribu formaba uno de los últimos reductos aislados de la civilización occidental. Muchos de ellos jamás habían visto a un forastero, y el primero fue Chagnon, al que por su apellido y su insistente actitud acabaron apodando Shaki, que en su idioma significa "abeja molesta".
Los Yanomamö estaban en guerra permanentemente y, de hecho, muchas pequeñas aldeas se habían formado por escisión de una mayor. Un día atacaban una aldea y al siguiente eran atacados por otra. En una ocasión, tres Yanomamö trataron de reventar el cráneo con un hacha a Chagnon mientras dormía, pero se encontraron con la noticia de que el viejo explorador tenía el sueño ligero y duerme junto a una escopeta cargada.
En mitad de este violento panorama, el antropólogo estadounidense empezó a distinguir ciertas formas de organización. En particular, una que le llamó la atención fue el matrimonio entre primos, que al principio concibió como una herramienta de apaciguamiento social y reparto de tierras entre clanes.
"El matrimonio entre primos es uno de los tipos más comunes de matrimonio intercultural en el mundo tribal", explica a EL ESPAÑOL Chagnon, que a sus 78 años es todavía investigador y profesor en la Universidad de Columbia, Missouri. "Son idénticos en su propósito original a lo que se dan en otras tribus: establecer o reforzar lazos amistosos entre grupos de personas".
Es decir, apaciguar a tribus vecinas enfrentadas. El mismo sistema de relaciones entre parientes que Felipe II, Luis XIV y otros miembros de la realeza europea usaron durante la Edad Media y el Renacimiento se sigue dando, a día de hoy, en sociedades tribales de Norteamérica, Sudamérica, África, Australia o Melanesia.
Además de sobrevivir a ataques nocturnos de Yanomamö, anacondas de cinco metros de largo, mosquitos o jaguares, Chagnon tuvo que enfrentarse a un enorme contratiempo para poder recolectar datos sobre las costumbres amatorias de estos indígenas.
Sin letras ni números
"Los Yanomamö no tienen lenguaje escrito", dice el antropólogo, "así que tuve que crear uno para ellos utilizando habilidades que aprendí en mis cursos de lingüística".
Tampoco tenían forma de contar, así que Chagnon tuvo que inferirlo casi todo: sus edades, la distancia a otras aldeas e incluso el número de flechas que llevaban. "Por descontado, no había ningún registro del tamaño de su población, todas las entrevistas que hicimos fueron orales y hechas en su idioma", cuyo dominio el arqueólogo fue mejorando con el tiempo. "He pasado unos 60 meses con ellos en unos 35 viajes realizados durante los últimos 30 años", explica. Gran parte de su trabajo con los Yanomamö consistió en realizar el censo: Chagnon los contaba uno a uno e incluso hizo retratos de cada individuo, a modo de DNI, pero dentro de cada una de sus familias.
La tesis doctoral de Chagnon acabó convirtiéndose en un libro Yanomamö: el pueblo fiero (1968) que además de vender un millón de ejemplares influyó -de forma capital aunque no necesariamente a favor- a intelectuales como Steven Pinker, Richard Dawkins o Jared Diamond. De hecho, y como detallaba el New York Times en 2013 al definir a Chagnon como "el antropólogo más controvertido de Estados Unidos", el propio uso de la palabra Yanomamö delata a los seguidores de Chagnon, ya que sus detractores se resisten a usar este término y prefieren Yanomami o Yanomama.
Aunque le queda poco para ser octogenario, el antropólogo sigue empeñado en desentrañar todos los misterios de esta tribu. Para muestra, el estudio que concluyó a finales de 2016 y que aparece publicado estos días en PNAS. En él, Chagnon y otros cuatro compañeros de Missouri y Nebraska analizan las posibles ventajas que para estos indígenas tiene casarse entre primos. "Pese a una intensa investigación", dice el estadounidense, "el origen y la función adaptativa del matrimonio entre primos no ha sido aún resuelto".
El estudio ha revelado que, cuando una mujer Yanomamö se casa con su primo, los hermanos y padres de ésta incrementan sus niveles de salud y adaptación al medio, es decir, mejoran su supervivencia. Por supuesto, la contrapartida es que las mujeres que se someten a este tipo de unión reducen sus niveles de fertilidad y el producto de estos matrimonios acaba viviendo menos y con peores tasas de salud. "Nuestros resultados sugieren que las prescripciones y tabús contra el matrimonio entre primos paralelos se deben a conflictos entre padres e hijos", dice Chagnon. Estas peleas tienen que ver "con el control parental del matrimonio y la competición entre hermanos del mismo sexo" por ver quién se queda con la prima soltera.
¿Cómo logró Chagnon montar un censo Yanomamö?
El estudio de PNAS representa la culminación de un proceso que ha tenido al antropólogo recorriendo el norte de Brasil y sur de Venezuela en busca de pìstas durante más de cincuenta años.
"Desarrollé una nueva aproximación al problema, una basada en ordenador que llamé KINDEMCOM", un acrónimo de las palabras inglesas kinship, demography y computer, es decir, parentesco, demografía y ordenador. "Luego contraté a una serie de estudiantes de informática y les pedí que escribieran programas de ordenador que me permitieran buscar todos los parientes de una pareja casada y deletrear -oralmente- cómo cada ancestro estaba relacionado con el marido y luego hacer de nuevo todo el proceso con la esposa".
Una de las primeras conclusiones que Chagnon sacó de su tiempo con los Yanomamö sigue generando polémica entre algunos antropólogos. Los hombres y niños que más mataban eran también los que tenían más éxito entre las mujeres de la tribu. La violencia y el éxito reproductivo iban de la mano, el buen salvaje quedaba, una vez más, reducido a la categoría de tópico.
Ahora este etnógrafo va un poco más allá y desvela cómo estos machos alfa tienen, además, una poderosa influencia en los matrimonios arreglados entre sus hijos y las hijas de sus hermanos, mucho mayor de la que los hijos pueden nunca llegar a tener.
"Dado que la mayoría de miembros de estas aldeas tribales no han sido diezmados por enfermedades introducidas, misionizados, lo que a menudo requiere que dejen de casarse con parientes o con más de una persona o sencillamente exterminados por forasteros", explica a EL ESPAÑOL Chagnon, "los hombres de la tribu suelen ser muy endogámicos y dos personas cualesquiera suelen tener muchos parientes en común".
Al mirar su programa KINDEMCOM, Chagnon descubrió asombrado que, a lo largo de cuatro o cinco generaciones, dos indígenas aleatorios podían tener ocho o más parientes en común, relacionados tanto con el marido como con la esposa. "Mi KINDEMCOM los detecta todos, pronuncia en voz alta cómo cada uno de ellos se relacionan con cada esposo y calcula el coeficiente de parentesco para cada conexión genealógica", añade.
Estos nuevo resultados servirán para entender mejor, no sólo a estos indígenas del Alto Orinoco, sino a muchas otras sociedades tribales, ya que el matrimonio entre primos se da a lo largo y ancho del mundo, desde las culturas islámicas de Oriente Medio hasta los indios iroqueses de Norteamérica.
¿Fin del artículo? Un momento
"Ha mencionado usted a los iroqueses", interrumpe en ese momento Chagnon, "pero este enorme grupo se dividió en grupos dialectales menores que finalmente acabaron persiguiendo diferentes metas y se aliaron con países europeos que luchaban entre sí".
"Irónicamente", continúa el estadounidese, "gracias al campo académico de la antropología, iroqués es ahora el nombre de uno de los seis sistemas principales de parentesco".
Eso por listillo.