El verano, con todos sus placeres, también nos trae dolores. Los que provocan las quemaduras solares, por ejemplo, o las insolaciones y golpes de calor. Tampoco contribuyen a nuestro bienestar emocional las noches de insomnio provocado por el calor, los atascos que nos encierran durante horas en el coche de camino al lugar de vacaciones, y como guinda, todo tipo de picaduras.
Las más comunes son las de mosquito, pero son pocos los bañistas que nunca han llegado a sentir las de las molestas medusas. Normalmente quedan únicamente en un poco de escozor y algo de hinchazón, aunque también pueden ser tan peligrosas como para causar la muerte. Por eso, es importante conocer mejor a estos sigilosos animales marinos. Aunque solo sea porque cada vez hay más.
Una plaga cada vez mayor
Las medusas habitan el planeta Tierra desde antiguo, pero no es necesario remontarse muy atrás para dar con el momento en el que se convirtieron en plaga. Las razones son diversas y, como ocurre con frecuencia con los trastornos medioambientales recientes, el ser humano tiene mucho que ver.
Por un lado, para mantener a raya a las medusas es necesario que se encuentren en equilibrio con el número de especies que suelen cazarlas. Estos depredadores son muy variados, pero destacan especialmente el albatros, la tortuga marina, el atún o el salmón. Y precisamente la pesca indiscriminada de este último por parte de los humanos es una de las principales causas de aparición de las plagas.
Además, el hombre también ha contribuido a su proliferación a través de los vertidos de sustancias tóxicas, que generan en los océanos zonas muertas en las que los niveles de oxígeno san tan bajos que casi ninguna especie puede sobrevivir. Sin embargo, las medusas no necesitan mucho oxígeno, por lo que pueden seguir reproduciéndose sin problemas.
Animales casi inmortales
Otra de las causas de la aparición de plagas de medusas es su forma de reproducción, que consiste en la generación de una especie de paquetitos llamados pólipos, en cuyo interior se encuentran "mini clones" a la espera de ser liberados. Cuando el individuo muere, libera células capaces de unirse entre sí y genera nuevos pólipos, del mismo modo que el ave Fénix renace de sus cenizas.
Y aquí entra de nuevo en juego el hombre, pues estos pólipos necesitan superficies a las que adherirse. Y si no tuvieran suficiente con las rocas y conchas que les proporciona la costa de forma natural, ahora también tienen todos los desperdicios de origen humano que se depositan en el fondo del mar.
Las hay de todo tipo
Según el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, las costas españolas albergan varias especies, desde las más inofensivas hasta algunas de elevada peligrosidad. Entre las primeras se encuentra la medusa huevo frito, muy abundante en el Mediterráneo, o la medusa Aequorea, una especie típica del Atlántico que ni siquiera produce picaduras.
En cuanto a las peligrosas, existen especies como la carabela portuguesa cuya picadura puede convertirse en la peor pesadilla del afectado debido a sus efectos neurotóxicos, citotóxicos y cardiotóxicos. Produce la muerte en muy raras ocasiones, pero lo que genera seguro es un intenso dolor en forma de quemazón que puede tardar horas en desaparecer.
Lo más curioso de esta especie es que en realidad no es una medusa como tal, sino una colonia de pólipos que se agrupan como si de un solo animal se tratase, especializándose de forma individual en diferentes funciones que pueden ir desde la defensa hasta la reproducción. Es más frecuente en el Atlántico, pero en raras ocasiones también puede verse en el Mediterráneo.
¿Cómo tratar una picadura de medusa?
De poco sirven los remedios casero en países como Australia, donde habita la avispa de mar, la medusa más letal del planeta. En España, sin embargo, dejando de lado la picadura de la carabela portuguesa que debe ser tratada inmediatamente por profesionales sanitarios, la inmensa mayoría de medusas sólo producen una molesta lesión que en un principio puede curarse sin necesidad de ir al médico.
El primer paso consiste en lavar la zona afectada, bien con suero salino o con la propia agua del mar. Nunca con agua dulce, ya que ésta reaviva el efecto de las toxinas, haciendo que reaccionen aún más. A continuación es necesario retirar cualquier resto de tentáculos que haya podido quedar adherido a la piel. Para ello será necesaria usar unas pinzas, pues en caso contrario podría extenderse la lesión a las manos.
A continuación puede colocarse hielo durante quince minutos para evitar la hinchazón y administrar al afectado algún tipo de analgésico que minimice su dolor. Si los síntomas no desaparecen habría que acudir al socorrista o centro hospitalario más cercano para que la trate como sea conveniente, normalmente con ayuda de una crema con cortisona.