Cuando ya creíamos saberlo todo sobre los insectos que nos rodean, siempre llega algún nuevo estudio para sorprendernos. Estos son algunos descubrimientos recientes en el campo de la entomología capaces de dejarnos con la boca abierta a quienes nos consideramos los reyes de la evolución.
Las mantis cazan pájaros y devoran su cerebro
Conocemos alguna que otra costumbre desagradable de las mantis religiosas, como la de las hembras de comerse al macho tras la cópula - o durante. Algo que, por otra parte, solo ocurre en una minoría de casos. Pero todo el que observe de cerca a uno de estos insectos habrá notado que su aspecto es seriamente amenazador. Tal vez sea esa cabeza que gira, única entre los insectos, y esos ojos que parecen mirar directamente los que la han convertido en objeto de leyendas desde antiguo.
Por suerte para nosotros, nuestra enorme diferencia de tamaño nos protege de su abrazo mortal y de sus mandíbulas trituradoras. Pero lo cierto es que las mantis se atreven con presas mucho mayores que ellas, como ranas, lagartos o serpientes. Ahora, un nuevo estudio nos revela que otro plato en su menú es más frecuente de lo que se creía hasta ahora: sesos de pájaro.
Ya existían algunos informes documentados de mantis atacando a aves. Pero para esclarecer si se trata de algo habitual, tres zoólogos de Suiza y EEUU han peinado la literatura científica, y los resultados les han sorprendido: en total han recopilado 147 casos - el primero de ellos en 1864 - en 13 países de todos los continentes exceptuando la Antártida. Las víctimas pertenecen a 24 especies distintas de aves, pero en su mayoría son pequeños colibrís cazados al acecho por los insectos en comederos de jardín.
Uno de los casos recogidos por los investigadores se publicó en 2006 y tuvo como escenario el Delta del Ebro en Tarragona. El relato de los autores de aquel estudio era terrorífico: "El modus operandi de la mantis parece ser acercarse al pájaro, que está colgando boca abajo, y entrar en la cavidad craneal por uno de los ojos, alimentándose de los tejidos cerebrales". Los autores abundaban: "Pensamos que la mantis ataca a los pájaros aún vivos", para concluir: "Al menos en dos ocasiones la mantis cortó la cabeza cuando terminó".
Los caracoles atrapan y fosilizan a los intrusos
Los caracoles llevan su casa a cuestas, y es fácil comprender cómo este hallazgo evolutivo los protege de las agresiones de los depredadores y de la desecación. Pero una mirada más detallada ha llevado al genetista Robbie Rae, de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido), a descubrir una inesperada función de la concha del caracol: atrapar y matar a los parásitos dejándolos encapsulados, cual Han Solo en el bloque de carbonita, pero sin posibilidad de rescate.
Rae se preguntó por qué las babosas son más susceptibles que los caracoles al ataque de los nematodos, diminutos gusanos que habitan en el suelo. Muchos de estos gusanos son parásitos de animales o plantas, y en concreto se conocen más de 100 especies que parasitan a los moluscos. Algunos de estos nematodos se emplean para el control biológico de plagas, y sin embargo los caracoles tienden a resistir el ataque de estos invasores.
El investigador puso caracoles y nematodos juntos en el laboratorio, y descubrió que las células de la capa interna de la concha atrapan a los gusanitos hasta dejarlos fosilizados en su estructura. Para comprobar si también ocurría en la naturaleza, recogió caracoles del campo y confirmó que hasta el 60% de ellos tenían parásitos muertos encerrados en su concha; en un caso, hasta 101 nematodos en un solo caracol.
Aún más sorprendente, Rae ha observado que incluso la pequeña concha interna que las babosas poseen bajo la piel también es capaz de atrapar nematodos del mismo modo, aunque con menor eficiencia. Lo cual lleva al investigador a plantear la posibilidad de que hasta ahora hayamos estado ciegos y que la defensa contra los parásitos podría ser una razón principal de la existencia de la concha en los moluscos.
Las hormigas erigen torres Eiffel con sus cuerpos
En la película Guerra Mundial Z, los zombis lograban superar murallas elevadas trepando unos sobre otros. Tal vez los guionistas pudieron inspirarse en un caso real, el de las hormigas de fuego Solenopsis invicta. Un equipo de bioingenieros y biólogos del Instituto Tecnológico de Georgia (EEUU) ha estudiado cómo estos insectos huyen de las inundaciones formando torres de miles de individuos alrededor de un eje vertical, como el tallo de una planta. Tras analizar los movimientos de las hormigas con grabaciones de vídeo, han logrado simular el proceso con un modelo informático, y los resultados son pasmosos.
Los investigadores han descubierto que las torres de las hormigas no son cónicas, sino que tienen sus lados curvados, como la Torre Eiffel. Y la semejanza no es casual: cada insecto soporta sobre sí una columna equivalente al peso de tres de sus congéneres; y según cuentan los científicos, este principio de distribución de cargas es el mismo que aplicó Gustave Eiffel en su torre. Para lograr esta prodigiosa organización, los insectos confían en sus interacciones próximas a través del tacto y el olfato. Sólo cuando un anillo está completo, con cada hormiga agarrada a otras dos a ambos lados, comienza a construirse la siguiente capa.
Esta no es la única habilidad sorprendente de las hormigas de fuego. Anteriormente, los mismos investigadores ya habían descrito cómo estos insectos también escapan de las inundaciones tejiendo con sus propios cuerpos balsas que repelen el agua y que pueden flotar durante semanas sin que las hormigas se ahoguen.
Las arañas persiguen láseres y ven hasta el espacio
Los propietarios de gatos, e incluso los aficionados a ver vídeos de gatos en YouTube, saben que estos animales persiguen un puntero láser como si les fuera la vida en ello. En cambio, no muchos sabrán que hay otros animales con la misma costumbre: los saltícidos o arañas saltadoras, un grupo muy amplio y diverso con miles de especies distribuidas por casi todo el mundo.
Cuando las astrónomas Jamie Lomax y Emily Levesque, de la Universidad de Washington (EEUU), vieron de repente sus escritorios invadidos por arañas saltadoras, un colega les aconsejó en Twitter que probaran esta habilidad. Levesque publicó en la red social el sorprendente resultado, y a la discusión pronto se unió el biólogo Nate Morehouse, de la Universidad de Cincinatti, que se dedica a estudiar la visión de las arañas.
Morehouse explicó que las arañas saltadoras dependen de su vista para cazar a sus presas, y que por ello están dotadas de uno de los sistemas de visión más sofisticados. Dos de sus ocho ojos están construidos como los telescopios de Galileo, con una lente al frente y otra posterior para enfocar sobre la retina. Con ello pueden percibir un espectro de colores que llega incluso al ultravioleta. Aún más, estos animalitos pueden ver de una vez objetos mucho más grandes que ellos, con una resolución espacial de 0,07 grados. Dado que la luna llena ocupa 0,5 grados, las arañas pueden distinguirla, precisó Morehouse.
Con los datos proporcionados por Morehouse en Twitter, el ingeniero de software Kevin Gill fabricó la imagen de la luna tal como la vería una araña saltadora. Pero Morehouse respondió entonces con otro alucinante dato: los deinópidos, un grupo de arañas alargadas que se especializan en la caza nocturna, tienen una visión tan sensible a bajos niveles de luz que serían capaces de distinguir en el cielo nuestra galaxia vecina, Andrómeda, difícil de observar para nosotros.
Y aunque es dudoso que las arañas tengan algún motivo poderoso para fijarse en el firmamento, saber que nosotros hemos necesitado a Galileo para inventar un sistema que ellas ya poseían desde hace millones de años debería servirnos al menos para apreciarlas un poco más.