La mañana transcurría con normalidad en el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de la Audiencia Nacional cuando un grito alteró la actividad de la veintena de personas que trabaja en ese lugar. El alarido, producto de una sensación entre de entre el susto y el asco, procedía del despacho de una de las magistradas de apoyo del Juzgado. Sobre su mesa, habitualmente llena de papeles e informes, había una cucaracha muerta.
El bicho había llegado dentro de un sobre cerrado. Estaba entre las quejas que los presos condenados por la Audiencia Nacional dirigen a ese despacho. Se trata de un derecho que asiste a todo recluso cuando lo estima oportuno. El primer paso es quejarse ante la cárcel y, si su reclamación no prospera, puede acudir a los jueces. En este caso la cucaracha muerta era la manera que usó un preso yihadista para quejarse de que en su prisión abundan los insectos, según informan a EL ESPAÑOL fuentes conocedoras del incidente.
El desagradable envió se produjo hace varias semanas. El bicho muerto viajó en avión y cruzó el mar Mediterráneo y media península procedente del Centro Penitenciario de Mallorca. El remitente era Karim Abdeslam Mohamed, preso en esa cárcel. Fue detenido en 2013 en una operación que sirvió para desarticular una célula yihadista que operaba en Ceuta reclutando y enviando terroristas a Siria. En julio de 2016 el Tribunal Supremo confirmó su condena de doce años de prisión por integrar y liderar el grupo.
Según los hechos probados, la célula terrorista, que operaba en Ceuta en conexión con otra de Marruecos, reclutó y envió a Siria, desde 2012 hasta su desarticulación, a 29 voluntarios ceutíes y marroquíes --de los cuáles al menos ocho fallecieron en atentados suicidas-- y que llegaban a aquel país en vuelos regulares después de pasar por Turquía.
Cada día al Juzgado llegan numerosas reclamaciones y las fuentes consultadas indican que no es la primera vez que al Juzgado llegan envíos de este tipo. En ocasiones los presos se toman todo tipo de molestias para acreditar la prueba que motiva su queja. En otra ocasión, una presa protestó por el mal funcionamiento de la lavandería de un centro penitenciario enviando en un sobre al Juzgado su propia ropa interior. Sin lavar, obviamente.