Por encima de cerebros, esqueletos o cefalópodos, lo que más atrae a los visitantes del Museo Grant de Zoología de Londres (Reino Unido) es un tarro de cristal que guarda los cuerpos apiñados de muchos topos, en concreto, dieciocho.
"La mayoría se pregunta por qué dieciocho topos están tan apretados en un solo tarro", señalan en la página web del museo. La respuesta es más sencilla de lo que parece: cuestión de espacio.
Ante la cantidad de ejemplares que tienen que almacenar estas instalaciones, los conservadores idean formas de ahorrar sitio. Con especies pequeñas como los topos –algunos miden poco más de dos centímetros–, los tarros son una buena solución.
"Los frascos de vidrio, el líquido de conservación y el espacio de almacenamiento son caros. Almacenando varios especímenes juntos se reducen los costes y se facilita el transporte", explican desde el centro.
Pero existen más hipótesis. Como en el museo se enseña zoología y anatomía comparada –que incluía disección animal en el pasado–, es posible que los topos se conservaran a la espera de ser utilizados por los estudiantes. Otra opción que plantean desde el centro es que los animales pertenecieran a un investigador que los estudiaba y que necesitaba varios para un análisis exhaustivo.
Con perfil en Twitter
Los topos conservados son europeos (Talpa europaea), una especie que vive en bosques caducifolios, pastizales y tierras de cultivo, donde el suelo es lo suficientemente profundo para excavar túneles. El mito de que ven muy poco es cierto, aunque sí son sensibles a los cambios de luz.
El curioso frasco es tan popular que hasta tiene cuenta de Twitter, @GlassJarOfMoles. En su perfil se describen así: "Somos muchos topos que vivimos con orgullo en el Museo Grant". Con ironía, sus administradores tuitean sobre aventuras, ciencia, gusanos (su alimento) y cosas extravagantes, pero también sobre igualdad, desigualdades educativas e historia.
En una disparatada entrevista publicada en el blog The Ministry of Curiosity, los topos se quejan de lo poco que se les aprecia cuando viven. "Seamos honestos. Cuando los topos están vivos nadie los quiere. Somos susceptibles de ser golpeados con una pala en la cabeza para que suban el vídeo a Youtube. Pero cuando estamos muertos, encurtidos y guardados en un bonito tarro, de repente somos muy queridos", se lamentan. Y no les falta razón.
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