El fin de año de 2016 en la capital tuvo a las restricciones al tráfico como protagonistas. Aquél 29 de diciembre en el que se activó el nivel tres del protocolo contra la polución, permitiendo circular únicamente a los vehículos con matrícula impar, dejó un reguero de anécdotas, desde el señor que exigía ver la contaminación para creérsela hasta el lamento de Esperanza Aguirre por quedarse encerrada en casa - pese a poseer un coche híbrido que sí estaba autorizado.
El dispositivo surtió efecto y permitió rebajar un nivel el protocolo para el día siguiente, aliviando a muchos que no sabían si se podrían desplazar de cara a Nochevieja. De lo contrario, la capital podría haber recibido el año en el escenario cuatro, con restricciones a la mitad del tráfico también en la M-30. Se trata del nivel más severo, pero queda una última "opción nuclear", según el Plan que ha entrado en vigor este año: el Delegado de Medio Ambiente y Movilidad podría decretar la prohibición del 100% tráfico, tanto en el centro de Madrid como por su circunvalación.
Esta escenario inconcebible años antes va tomando forma por un fenómeno meteorológico: el 'bloqueo anticiclónico' por el que el anticiclón de las Azores se resiste a abandonarnos, y que explica tanto las magras precipitaciones en el centro de la Península que no han servido para aliviar la desastrosa sequía, como las temperaturas máximas primaverales. Ambas circunstancias suponen una tormenta perfecta para concentración de partículas contaminantes. Y, peor todavía, hay escasas perspectivas de mejora en las próximas semanas.
El motivo es que la concentración de dióxido de nitrógeno (NO2), el elemento que motiva las alertas y que emiten los tubos de escape de los vehículos diésel y de gasolina, se ve favorecido por el fenómeno de inversión térmica que producen los días cálidos y las noches frías. "Es como si se pusiera una tapa encima de Madrid, una capa de aire frío por encima del caliente. Los coches circulan y lo que emiten, en lugar de dispersarse, se concentra" - explicaba Juan Bárcena, de Ecologistas en Acción, a EL ESPAÑOL.
Ese es el motivo por el que las alertas se producen en primavera y otoño en lugar de verano, en la que la aridez y las olas de calor dotan a la capital de su tristemente famosa 'boina' de polución. Hay fenómenos aliados que contribuyen a la dispersión del NO2 como son la lluvia y el viento. Pero ni están ni se les espera: a una primavera cálida y seca ha seguido un verano tórrido, anticipo del otoño especialmente caluroso y pobre en lluvias en la zona centro de la Península que estamos viviendo.
"Una situación como la que nos encontramos ahora mismo, de estabilidad y anticiclónica, es propensa para que en núcleos urbanos se disparen los niveles de contaminación" - explica Mar Gómez, meteoróloga de eltiempo.es. "Al no producirse precipitaciones ni tener viento que ayude a dispersar la contaminación, las partículas contaminantes de varios días no se arrastran, sino que se acumulan, especialmente de cara al fin de semana".
El único factor que contribuye al descenso del NO2 sin restricciones es el encabalgamiento de fines de semana y festivos en los que el tráfico rodado desciende, pero no son un paliativo para la acumulación continuada. "De momento las previsiones nos plantean un escenario poco optimista" - avisa Gómez. Las dos primeras alertas del otoño por NO2 se dieron antes del fin de semana, pero en el tercer caso se dieron desde el mismo lunes.
Barcelona se libra, Valencia no
Los problemas en la calidad del aire de la capital no vienen únicamente por los hábitos de sus ciudadanos. La contaminación se ve favorecida por el enclave mesetario en el seco corazón Penínsular. Mirando al resto de grandes ciudades, sin embargo, podemos comprobar que una mayor humedad no es garante de un aire más limpio: el mapa de Calidad del Aire de Eltiempo.es permite comprobar que los niveles en Valencia son tan malos como en Madrid, mientras Barcelona respira con mucha mejor salud.
"En el caso de Madrid y Valencia, la presencia de partículas contaminantes ha empeorado la calidad de su aire" - confirma Gómez. La situación al nordeste de España de la ciudad condal ha facilitado "algo más" de renovación del aire. Dentro de la catástrofica sequía que padece el país, además, Cataluña se ha beneficiado de un clima algo más lluvioso.
Otro factor a tener en cuenta es que Barcelona lleva años haciendo los deberes. Durante el gobierno del tripartito, la Generalitat aprobó un plan de calidad del aire que obligaba a reducir la velocidad del tráfico a un máximo de 80 km/h en las principales vías del área metropolitana. "Las restricciones de tráfico aplicadas previamente siempre ayudan a que no aumenten los niveles de contaminación" - señala la meteoróloga.