Los pasajeros del crucero ártico Akademik Shokalskiy se llevaron una sorpresa al avistar las laderas de la isla Wrangel el pasado septiembre. Pese a tratarse de un año excepcionalmente cálido, ya estaban moteadas de puntos blancos, como si fueran parches de nieve o fragmentos de hielo. Pero se movían, de forma parecida a un rebaño de ovejas. Fue al acercarse cuando se dieron cuenta de que eran animales mucho más grandes.
Se trataba en realidad de al menos doscientos ejemplares de osos polares, que acudían a devorar el cadáver de una ballena arrastrado por la marea a la playa. "Estábamos atónitos", cuenta Alexander Gruzdev, director de la reserva natural de la isla Wrangel en el mar de Chukchi (noreste de Siberia) a la AFP. "Se trata de un encuentro único". Él fue el encargado de tomar las fotografías.
El grupo estaba formado por varias familias, incluyendo dos madres seguidas cada una por cuatro oseznos, "algo que raramente puede verse", explica Gruzdev. Si bien los turistas quedaron fascinados por el espectáculo, para los científicos ilustra las consecuencias del calentamiento global, que transforma el hábitat natural de los animales, aumenta la competencia por los alimentos y los acerca a zonas habitadas.
El cambio climático provoca un deshielo más temprano y empuja a las poblaciones de osos polares a pasar más tiempo en tierra firme y a acercarse peligrosamente a los pueblos. Cada vez son más los osos polares que acuden a la isla de Wrangel y pasan ahí un mes adicional con respecto a 20 años atrás antes de regresar al Ártico cazar focas, según cuenta a la agencia Eric Regehr, especialista de la Universidad de Washington.
Este otoño han sido censados 589 osos, un número "anormalmente alto" y más del doble de las estimaciones precedentes, alertó Regehr. La población se mantiene estable pero puede empezar a declinar porque las fuentes alternativas de alimento no sustituyen el aporte energético que las focas proporcionan a los animales.
Además, obliga a estos grandes carnívoros a aventurarse en poblaciones humanas. Desde mediados de octubre se han estado acercando al pueblo de Ryrkaipi, a 200 km de la isla de Wrangel, atraídos por una cercana población de morsas. Cuando la marea empujó cadáveres de morsas al pueblo, los osos entraron y uno de ellos "rompió una ventana". Se canceló la escuela y se ordenó a las familias permanecer en casa hasta que los cuerpos fueron retirados.