"En España tenemos poca memoria meteorológica" - lamentaba José A. Maldonado, legendario hombre del tiempo de Televisión Española, en una conversación con EL ESPAÑOL el pasado diciembre a tenor de las primeras borrascas de invierno. Algo parecido se puede decir sobre la agitación que están provocando las nevadas de primeros de abril. 2017 fue uno de los más cálidos de la historia. ¿Pero hemos olvidado ya que hace exactamente un año nevaba en las calles de Madrid?
No, no tiene nada de raro que en abril haya temporales de frío, chubascos, y nevadas. Y lo contrario también es válido: si estuviésemos a 30 grados, no habría por qué culpar forzosamente al cambio climático como en otras temporadas. Estamos en el mes transicional por excelencia, con pase para ser tan caprichoso como desee. Si se le antoja el clima anticiclónico, puede manifestarse como un adelanto del verano, pero su temperamento puede inclinarse por prolongar el invierno meteorológico.
Esto es exactamente lo que está ocurriendo debido al carrusel de frentes atlánticos que no han cesado de barrer la Península, Baleares y Canarias desde comienzo de año, cuyo lado amable ha sido el de rellenar nuestros necesitados embalsas a cambio de arruinarnos un fin de semana tras otro. La última de estas borrascas está dejando nevadas en cotas peninsulares "relativamente bajas para la época del año", según informa la Agencia Española de Meteorología (AEMET). Las temperaturas, además, están por debajo de la media a 20 años. Y así seguirán hasta final de mes.
Pero si acudimos a la literatura, nos daremos cuenta que tirar de los 13ºC que establece la media no significa gran cosa para un mes marcado por los extremos. En llegando al seis y cero [16 de abril], los abriles se hacen eneros - reza el refrán popular. Así, en 2011 una masa de aire cálido puso a 30ºC a Teruel y a 37,4ºC a Murcia. Pero también hicieron historia la "repentina invasión fría de abril de 1973" que puso a Girona a -3ºC; 40 años después, otro temporal dejaba nieve en el interior de Castellón.
En Burgos todavía recuerdan el abril de 1986, durante el que nevó once días de treinta y se alcanzó la mínima récord jamás registrada en una estación, según recuerda Ángel Rivera Pérez en Meses y tiempos: Una visión personal de la meteorología de España. Una entrada de aire frío procedente de Centroeuropa desplomó el termómetro a -8,6ºC. Las efemérides de AEMET recogen para un 9 de abril, pero de 1624, la 'Gran nevada en Gironés del Montseny'. Hay que aclarar que por entonces nuestro continente atravesaba una anomalía climática que se alargó hasta el siglo XIX y es conocida como la 'Pequeña Edad de Hielo'.
Nevadas en abril: más cuánto más al centro
Lo primero que nos permite observar los datos climatológicos que nos facilita AEMET es que las nevadas de abril son cosa del centro peninsular. Son virtualmente inexistentes en el Levante y el Sur, con la excepción muy puntual de alguna posible nevada tardía en Sierra Nevada, Granada. En cuanto al norte, la fenomenología más común es la de la borrasca atlántica que no trae nieve sino lluvia. Si nieva, es en el interior y en la próximidad de formaciones montañosas, en regiones como Álava, Oviedo o Lugo.
Burgos, Soria y Ávila ostentan el récord leonés, recibiendo de dos días a dos días y medio de nieve estimada en abril; en el resto de provincias se trata de un único día, si no menos. Navarra tiene también un día de nieve prácticamente garantizado, pero en La Rioja es un fenómeno excepcional. Castilla- La Mancha tiene su propia 'Invernalia': Molina de Aragón, con dos a tres días de nieve de abril, algo que raramente ocurre en el resto de la comunidad. En contrapartida, a Zaragoza y a Teruel les toca día y medio para ver nevar.
Pero el reino de la nieve de abril está en el corazón de la Península: la Comunidad de Madrid puede esperar doce días de nevadas de media, más que en los meses de enero y febrero. ¿Por qué los capitalinos reaccionan entonces como si nunca hubiesen visto la nieve cuando caen cuatro copos en Madrid? Porque esa medida corresponde al Puerto de Navacerrada. Mucho más abajo, en la estación del Parque de Retiro, comprobamos que las nevadas de abril ocurren una vez cada dos o tres años, y rara vez duran más de un día
El relieve es finalmente lo que explica que las atemperadas Tenerife y Las Palmas aparezcan entre las nevadas de abril: la nieve no hace acto de aparición a nivel del mar, pero puede hacerlo por ejemplo en la estación de Izaña, en las faldas del Teide, donde el frío no es ninguna sorpresa: el pasado 31 de enero, marcaba los -15ºC.