-Tiempo medio de uso de una bolsa de plástico: 12 minutos.

-Porcentaje de bolsas de plástico que se reciclan: 35%

-Tiempo que tardan en descomponerse: 500 años.

-Bolsas utilizadas por habitante en España en 2014: 144.

-Bolsas de plástico recogidas de las playas de todo el mundo en los últimos 30 años: 12.5 millones.

Las bolsas de plástico fueron uno de los primeros productos de este material en sacudir las conciencias de la población en lo que a contaminación ambiental se refiere. Su parecido con las medusas lleva continuamente a que algunas especies marinas las confundan y las ingieran, con fatales consecuencias para su salud.

El caso concreto de las tortugas es uno de los más preocupantes, porque su esófago contiene una especie de espinas cuya función es retener a estos animales marinos para poder digerirlas con más facilidad.El problema es que también retienen el plástico, por lo que una vez que comienzan a tragarlo son incapaces de expulsarlo aunque lo intenten.

Además, los plásticos liberados al mar favorecen la acumulación en el agua de sustancias tóxicas que pasan a los peces, y de ahí al consumo humano. Todo esto llevó en 2014 a que la Eurocámara votara en pleno a favor de una reducción del número de bolsas comercializadas. 

Menos plástico, más Mediterráneo: campaña de Greenperace

Los estados miembros fueron instados a elegir entre dos opciones: o prohibir la entrega de bolsas gratuitas en sus comercios para finales de 2018 o reducir el número de bolsas utilizadas al año por ciudadano a 90. 

12 minutos de uso, 500 años en el mar

Salvo que se conserven para su reutilización, las bolsas de plástico tienen un tiempo medio de utilización efímero, rondando los 12 minutos. Una vez pasado este tiempo suelen ser desechadas, pudiendo ser arrastradas por el viento hasta los ecosistemas marinos, donde constituyen una gran fuente de contaminación.

Después de que se lanzara la directriz europea de reducir su consumo, los países de la Unión se pusieron manos a la obra para evitar que sus consumidores abusaran de la utilización de bolsas de plástico.

Una tortuga trata de comerse una bolsa de plástico al confundirla con una medusa. Greenpeace

Y como no hay nada que duela más al consumidor que el gasto económico, muchos de estos países han optado por cobrar las bolsas para obligar a los compradores a traerlas de casa si quieren ahorrarse el gasto.

En España el cobro de las bolsas debería haberse hecho obligatorio para enero de 2018, pero un retraso en la aprobación del Real Decreto que lo establece ha obligado a que la prohibición de la distribución gratuita se postergue hasta mediados de año. Sin embargo, muchos comercios, y en particular las cadenas grandes, ya lo han instaurado. Cobran entre 2 y 5 céntimos de euro por cada bolsa.

Alternativas:

Se suele decir que sabe más el Diablo por viejo que por Diablo. Sin duda es un refrán bastante acertado. La edad imprime sabiduría, por lo que todos deberíamos hacer caso de los consejos de nuestros abuelos. Por eso, si bien la costumbre de hacer la compra con un carrito de dos o cuatro ruedas era cosa de mayores, hoy en día está bastante extendida por toda España.

Ya no es obligatorio optar por el típico carro de cuadritos de antaño, sino que podemos elegir entre un amplio abanico de diseños, adaptados a todo tipo de gustos y personalidades. Se trata de una gran opción. Por un lado, se puede transportar más peso sin el esfuerzo que supone cargar con varias bolsas en cada mano. Por otro, ayudamos al medio ambiente evitando el desecho de plástico.

Para quiénes no quieran invertir en un carrito o, directamente, no se sientan cómodos llevándolo, también está la opción de las bolsas de tela reutilizables. Pueden plegarse en un bolso o mochila y ocupar muy poco espacio hasta el momento de su uso.

Finalmente, los propios comercios optan en ocasiones por otros materiales alternativos, como el papel o la fécula de patata. De hecho, estas últimas se han hecho muy famosas en los últimos años, después de que muchos supermercados comenzaran a dispensarlas bajo el apelativo de ecobolsa.

Sin embargo, como cuenta la química y divulgadora Deborah García Bello en su blog Dimetilsulfuro, no se trata de una opción tan buena como parece. Por un lado, su coste económico es muy elevado y, por otro, no le hacen ningún bien al medio ambiente. Sí que es verdad que son biodegradables, pero el daño ambiental no lo provocarían después de ser desechadas, sino mucho antes.

Para su fabricación, sólo se utiliza el 6% del contenido de una patata, por lo que para producirlas a gran escala se necesitan grandes cultivos extensivos. ¿Y de dónde sale el espacio para sembrar todas esas patatas? Si el negocio crece, cada vez será necesario dejar más hectáreas de terreno libres, lo que puede conllevar una deforestación intencionada, como la que se llevó a cabo en la isla de Borneo para el cultivo de la palma.

Por eso, más aconsejable que buscar materiales alternativos sería utilizar los que ya tenemos, pero con cabeza. Algunas bolsas de plástico, como las de polietileno de alta densidad, resisten muy bien los usos, por lo que podrían llevarse siempre encima para ir a la compra. Igualmente, el carrito de la compra es una forma muy vintage de ir al súper que además puede salvar al medio ambiente de la hecatombe del plástico. Una genial combinación.