Paolo Fava Jorge Barreno

Conducimos por la principal circunvalación urbana de Madrid, la M-30, en dirección sur. Un arco que abren y cierran dos masas arbóreas, el parque Tierno Galván por el lado este y el Parque del Oeste - Casa de Campo por el otro. Un relámpago verde, visto y no visto, llama nuestra atención. Un instante después, sin apartar la vista de la carretera, nuestro cerebro procesa: han sido tres o cuatro pequeñas y elegantes aves, de un verde brillante ribeteado de azul, en perfecta formación de vuelo, cortando el aire a velocidad vertiginosa.

El avistamiento, que habrá supuesto seguramente una sorpresa nada desagradable para animar la grisura del tráfico en la capital, es en realidad el síntoma del agravamiento de una de las peores plagas medioambientales. La cotorra argentina (Myiopsitta monachus) es una criatura innegablemente hermosa, lo que provocó que su importación se popularizara entre los años setenta y ochenta. En Madrid, el primer ejemplar en libertad se registró en el barrio de Canillejas en 1984. Un incauto comprador había comprobado por qué la convivencia con este loro es imposible: sus reclamos son continuos, estridentes y sin tregua.

También son la base de la sólida estructura social de esta ave originaria de Sudamérica, considerada como especie exótica invasora y cuya comercialización esta ya prohibida en la UE. Han desplazado a especies autóctonas como el gorrión, incapaz de competir físicamente por los recursos. En 2015, la ONG SEO/BirdLife realizó un censo para permitir al Ayuntamiento calibrar la magnitud del problema. Actualizado en 2016, arrojaba la existencia de 10.000 individuos de cotorra argentina, el 50% de la población en España, en la misma capital. También detectaron colonias en municipios madrileños como Leganés, Pozuelo de Alarcón y Getafe.

La cotorra argentina invade la ciudad Jorge Barreno

"Buscan anidar en los árboles grandes, como los cedros" - explica Beatriz Sánchez, bióloga y técnico del programa de diversidad de SEO/BirdLife. Basta permanecer unos minutos en una arboleda que ha sido colonizada para darse cuenta del desquiciante impacto que tienen sobre el vecindario. Los graznidos no cesan mientras las cotorras se comunican, saltan de rama en rama o alzan el vuelo para volver con comida en el pico o ramajes para engrosar el nido. Moncloa-Aravaca es el distrito más afectado con aproximadamente 3.000 ejemplares, seguido de la Latina y Carabanchel

Pero esta especie prospera y se extiende con cada vez mayor pujanza en dirección norte. Una longeva pareja de cotorras alcanza los 20 años de vida y hace una puesta de huevos anual. "En 4 años, la población se habrá duplicado" - advierte Sánchez. El daño no es solo apreciable en los árboles que ocupan, desvencijados por soportar en sus ramas los pesados nidos y despeluchados porque las cotorras tienen apetito por los brotes tiernos. Su alcance abarca hasta el centro de Madrid y preocupa al Jardín Botánico, que teme por su preciada colección de bonsáis al aire libre.

Son los nidos los que han sido objeto de actuaciones municipales. Cuando uno alcanza una dimensión que suponga un riesgo para su integridad, se procede a su derribo. Pero, inadvertidamente, esta medida solo ha servido para empeorar el problema. "En un nido pueden convivir cuatro o cinco parejas. Si lo derribas sin neutralizar a los adultos ni esterilizar los huevos, cada una se marcha por su lado. Y terminas extendiendo cuatro o cinco nidos a partir de uno" - advierte la bióloga.

Cotorras argentinas alzan el vuelo en el parque Tierno Galván de Madrid. Jorge Barreno.

Un plan de control que no puede esperar

"La erradicación va a ser muy difícil. La población es muy grande" - explica Sánchez. "Lo ideal sería reducirla a niveles controlables, que no generen problemas y molestias. Y el primer objetivo sería frenar su expansión a nuevos distritos para posteriormente avanzar hacia el núcleo". En el informe elaborado para el Ayuntamiento, la ONG expuso un caso de éxito: el plan puesto en marcha en Zaragoza que ha logrado su total erradicación, el destino que les reserva la legislación en materia de especies exóticas invasoras.

El inicio del plan de control de la cotorra argentina en Madrid ha sido anunciado para este año. Pero SEO/BirdLife no ha sido informado de cuándo comenzarán efectivamente las actuaciones, ni de qué métodos de erradicación han sido finalmente los elegidos. EL ESPAÑOL ha solicitado información al Área de Medio Ambiente en repetidas ocasiones sobre la fecha prevista para el arranque del plan, sin obtener respuesta.

La situación recuerda a la vivida en otro ayuntamiento, el de Sevilla, con otra especie cercana e igual de dañina, la cotorra de Kramer (Psittacula krameri). Más agresiva que la argentina, está provocando la extinción del nóctulo gigante, el mayor murciélago europeo, al expulsarlo de su mayor colonia, la del parque de María Luisa en la capital andaluza. El consistorio había decido proceder al exterminio mediante disparos de la especie invasora, pero se echó atrás por las presiones de los colectivos animalistas que reclamaban medidas incruentas, como que las cotorras fueran capturadas y colocadas en reservas o domicilios particulares.

Ilustración de una bandada de cotorras argentinas al vuelo. SEO/BirdLife

"Eso no sería viable" - considera Sánchez. "Requeriría mucho trabajo de campo y distintos métodos, porque las cotorras son listas y aprenden de lo que le pasa a sus vecinos. Una vez que tú capturas una perteneciente a una colonia, las demás no se van a dejar. Estos individuos han nacido en libertad, no tolerarían bien el cautiverio y van a sufrir. Y además es ilegal. La legislación es clara, dice que esas especies hay que eliminarlas del medio y su tenencia está prohibida".
El impacto económico de la cotorra se comprueba a medida que se desplazan de los núcleos urbanos y alcanzan los cultivos. "En Galicia se han registrado daños en cultivos de maíz y frutales" - detalla la bióloga. "En Cataluña, de tomate y silos de grano". Pero también salen caras en la propia ciudad ya que, cuando escasean los árboles grandes, recurren a los postes de la luz y torretas de líneas eléctricas para nidificar. En EEUU los daños se cuantifican ya por medio millón de dólares.
Por último, aunque su consideración como plaga es oficiosa, sí que se considera a la cotorra como una potencial transmisora de enfermedades. Para otras aves, como la enfermedad de Newcastle, pero también para el ser humano, como la psitacosis o la gripe aviar. "Aunque no hay casos aún registrados, no es descartable, ya que la población está aumentando" - advierte la especialista.

Ilustración de un nido de cotorra argentina. SEO/BirdLife

En cualquier caso, el retraso en la puesta de marcha del plan no es responsabilidad exclusiva del Ayuntamiento, aclara la ONG. "El problema de la cotorra es peculiar. La gestión de la fauna silvestre es competencia de las Comunidades Autónomas. Pero los ayuntamientos son los que sufren las quejas de los ciudadanos, los problemas con el arbolado... Y son los que por ahora están actuando. Debería existir una coordinación de los tres niveles de administración, empezando por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente con un Plan Nacional porque las cotorras no entienden de límites territoriales".

Cotorra argentina. SEO/BirdLife

 

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