La gran historia del verano de 1974 en la prensa española no fue el impeachment del presidente Richard Nixon en EEUU. Fueron los lobos devoradores de hombres de San Cibrao, Orense, que habían dado muerte entre sus fauces a dos criaturas. "El asunto del lobo no es un Watergate, no, pero es peor" - escribía Tico Medina en un extenso reportaje en ABC. "El verano del lobo ha terminado. Su balance ha sido desolador, en vidas y haciendas. Pero ahora, ya en el otoño, las gentes que viven cerca de él preguntan angustiadas: Si así fue en verano, ¿qué ocurrirá este invierno?".
Resultó ser el cuento de Pedro y el Lobo, pero a la inversa: el lobo no volvió por invierno, tampoco por primavera, ni volvió a hacerlo jamás. En las siguientes cuatro décadas no se ha comprobado fehacientemente ni un sólo ataque de un lobo en libertad. A día de hoy los conservacionistas dudan incluso de que se produjera ninguno a lo largo del siglo XX, y que la retahíla de presuntos casos recogidos en la prensa de la posguerra en tierras de Orense y A Coruña no sirvieron para otra cosa que para justificar el exterminio de la alimaña por la que abogaba el franquismo.
El suceso de 1974, sin embargo, contaba con los mass media para transformarlo en una psicosis nacional como no volvería a verse hasta los años noventa y los perros peligrosos. Contaba, además, con una figura pública cuyas iniciativas no eran del agrado de todos en el mundo de la caza y el campo: Félix Rodríguez de la Fuente.
El naturalista acababa de reclamar en Estocolmo, con ocasión del Congreso de la Unión Internacional de Biología de la Caza, que el lobo fuera excluido por Ley como pieza mayor. Su serie El hombre y la Tierra, gran rehabilitadora de la imagen del animal, arrancaba en su primera temporada, y él no era aún el ídolo incontestable que llegaría a ser.
40 años después, los lobos asesinos de Orense persiguen todavía a la memoria del naturalista. Lo hacen en forma de un texto corta y pega que pulula por las redes sociales, las secciones de comentarios de los diarios e incluso Forocoches. Repunta especialmente con la llegada de la primavera, cuando coincide el aniversario de la muerte de Rodríguez de la Fuente en el accidente de helicóptero en Alaska con las reivindicaciones conservacionistas por la protección de la especie. La última reunió a decenas de asociaciones en la convocatoria #loboprotegido18m.
El texto viral ofrece un relato escalofriante. Habla de la loba de Vimianzo, Coruña, que en tres años mató a dos niños e hirió de gravedad a otro - Manuel Suárez, con el que nos encontraremos más adelante. Otra loba en destete - la separación de sus crías las volvería presuntamente matadoras de humanos - es culpada del suceso de San Cibriao. En esta historia, Rodríguez de la Fuente hace el ridículo, atribuyendo los ataques a chacales o a perros liberados por la policía secreta portuguesa, PIDE, al final de la dictadura.
¿De dónde salen estos casos cuando no existe registro oficial alguno de ataques de lobos a humanos en España? De la propia psicosis de 1974. Para apuntalar el reportaje de ABC, un veterinario ourensano, Pedro Yglesia Hernández, aportó una recopilación de recortes de prensa para demostrar que "el lobo siempre ha causado víctimas en España". Se trataba a su vez de una transcripción de un trabajo fechado una década antes: Sobre el lobo, y su presencia en Galicia de P. F. Fernández de Córdoba en Cuadernos de Estudios Gallegos.
Describe una decena de ataques en apenas una década: pastores, labradoras, monteros y niños "acometidos" y "mordidos furiosamente" por lobos. En 1954, en Tejeiro (Coruña), un muchacho habría muerto devorado por una manada cuando iba a visitar a su novia. Ese mismo año en Fuente Fría (Orense), una "gran loba" habría atrapado a un bebé "en la escalera de su casa" y no lo habría soltado hasta dos kilómetros más allá, "ya cadáver". Los sucesos en Viñanzo y la supervivencia de Manuel Suárez aparecen recogidos, sin asumir que se tratase del mismo animal.
La tragedia de San Cibrao, sin embargo, se ha visto profusamente documentada en prensa, en fecha tan reciente como en 2010 en La Región. La tarde del 5 de junio, la "alimaña" atacó a Luisa Pérez cuando trabajaba en el campo y mató al más pequeño de sus hijos, José Tomás, de 11 meses. Cuatro días después acabó en similares circunstancias con la vida de Pedro Javier Iglesias, de tres años. Tras las batidas organizadas por la Guardia Civil, el 15 de julio era cazada una loba de 40 kilos. "No sé si el lobo abatido fue el que mató a mi hijo, a mí nadie me informó de nada" - recordaba con lágrimas en los ojos el padre de la primera víctima.
En su investigación periodística del suceso, Medina incide en las dudas de si este ataque puede atribuirse a un lobo o bien a un perro asilvestrado. Los lugareños temen que "el lobo haya perdido el miedo al hombre", recoge. "¿Quién ha dicho que no es difícil pensar siquiera como una teoría, que los lobos están siendo atacados de una enfermedad interior, una especie de fiebre, que los está convirtiendo en los míticos y salvajes lobos de hace siglos?" El periodista consulta esa tesis con un amigo personal: el mismo Félix Rodríguez de la Fuente. Y el naturalista no se cierra a que los lobos asesinos de Orense existan y sean ejemplares enloquecidos.
"Los lobos de Orense son unos lobos que han modificado alta y profundamente su conducta, son unos lobos a los que por consiguiente hay que erradicar (...) Es una auténtica excepción lo que ha ocurrido en Orense, siempre que fueran lobos los que atacaron." Rodríguez de la Fuente insiste en que sin "el cánido en el laboratorio", con "parte integrante del cuerpo humano en su estómago" y un identificación clara de si se trata de un lobo, un perro o "un híbrido", jamás se podrá hablar de lobos devoradores de hombres.
Ambos hombres quieren salvar a la especie. "¡Todavía el lobo, a 26 años del año dos mil! Pero también es importante la pregunta: ¿Habrá lobos en el año dos mil?" - se pregunta Medina. Pero la conversación se torna vacilante:
- Lo que sí digo es que aconsejo a Icona que haga una campaña dirigida para la erradicación de estos cánidos en la región. Para mí, y quiero dejarlo de una vez claro, es mucho más importante la vida de un niño que la vida de una población entera de lobos.
- ¿Qué quieres decir con eso de la erradicación? ¿Extermino del lobo, quizás?
- Eliminar al lobo de la región. Lo que yo no puedo es pronunciar una palabra que indique el sistema de erradicación. No puedo decir envenenamiento, ni extinción...
- Me temo que tú das una fórmula muy difícil: traslado. ¿Cómo, a dónde?
- ¡Ah! Ese es un problema muy complicado, que no creo que se factible.
"Son leyendas"
"No sé si es negra, roja o amarilla. Pero es una leyenda" - afirma Theo Oberhuber, coordinador de campañas de Ecologistas en Acción. Los relatos de ataques de lobos contra humanos carecen de "credibilidad" en contraste con el hecho acreditado de que un perro asilvestrado puede volverse violento contra el hombre y formar manadas. Además, el lobo ha sido tradicionalmente el chivo expiatorio de los hechos luctuosos en el mundo real. "Nunca se ha tenido constancia real de un ataque de lobo al hombre, acreditado científicamente".
La idea de un lobo penetrando a plena luz del sol en una población para enfrentarse a dentelladas con seres humanos es incongruente con la etiología - el comportamiento - de la especie. "Ningún científico se atrevería hoy en día a dar por bueno un relato así" - insiste el conservacionista. "Para el lobo, el hombre es enemigo". En cambio, un perro asilvestrado está sufriendo una situación patológica: el can doméstico existe por y para el hombre, y si no ha sido adecuadamente socializado por la negligencia de sus dueños o por haber recibido malos tratos, puede reaccionar de forma "peligrosa".
La ONG ha denunciado públicamente el Protocolo de Regulación de la Población del Lobo en el Parque Nacional de Picos de Europa apoyado por las administraciones de Asturias, Castilla y León y Cantabria, y que aboga por "controlar las poblaciones" cazando ejemplares. "Pero no se ha hecho en base a censos científicos periódicos sobre poblaciones y grupos reproductores" - denuncia Oberhuber. "Se trata de una estimación sin trabajo de campo que la respalde".
Desde que España firmase el Convenio de Berna, la protección del lobo ha dependido de cada Comunidad. Al sur del Duero su situación es muy "delicada", afirma el ecologista: se ha extinguido en Extremadura, Andalucía y Castilla-La Mancha, "salvo algunas poblaciones en Madrid, Guadalajara y el sur de Ávila". En el norte, en cambio, es una especie cinegética. La territorialidad sigue siendo un quebradero de cabeza como en tiempos de Rodríguez de la Fuente. La Ley portuguesa otorgan el estátus de especie protegida al lobo, pero las manadas ibéricas no entienden de fronteras. "Portugal los salva y cuando cruzan, los matamos".
Se ha magnificado, además, su impacto sobre el ganado. "Es del orden del 1%" - afirma Oberhuber, reconociendo al mismo tiempo la responsabilidad de la administración en socorrer al pequeño ganadero para quien sí puede suponer un importante perjuicio. Pero subraya: "Nuestros abuelos usaban técnicas sostenibles para protegerse del lobo: perros mastines, recogida del ganado por la noche, vallados... Los problemas ocurren en las regiones en la que se extinguió el lobo, se abandonaron las costumbres, y ahora ha vuelto".
En una tierra fértil en leyendas de licántropos, los hechos se desligan difícilmente de la leyenda. Toca hablar por tercera vez de Manuel Suárez, el niño que sobrevivió en el 58. Se convirtió en una celebridad local conocida como el niño del lobo y en 2016 el escritor Manuel Rivas dio a conocer que su recuerdo sobre el suceso no tiene nada que ver con la crónica negra de la época. Es la historia de un Rómulo, un Mowgli gallego. Se dio cuenta de que la loba solo le apretaba porque se resistía; al parar, dejó de morderle. El animal lo dejó bajo un peñasco, donde le encontraron a tiempo de proporcionarle la transfusión que le salvó la vida. 68 años después y "tras mucho pensarlo", había concluido que no quiso matarlo.
En San Cibrao, donde presuntamente mató el lobo por última vez, vive también el último hombre lobo español: Marcos Rodríguez Pantoja, el niño-lobo de Sierra Morena, hallado en 1965 por la Guardia Civil después de vivir doce años en la naturaleza con los animales como única compañía. En una reciente entrevista que subrayaba sus dificultades para integrarse en el mundo de los hombres, contaba cómo se había convertido en conferenciante en colegios y luchador contra el mito del lobo feroz: "Prohibiría totalmente esas leyendas... los mayores asustan sin razón a los niños y eso no está nada bien".