La naturaleza en España es amable, pero eso no significa que sea completamente inofensiva. Ninguna especie animal representa una amenaza seria para la vida humana. Pero determinadas prácticas de riesgo, tan del gusto de los pequeños y de las mascotas cuando salen al campo, como levantar alegremente las piedras o introducir las extremidades en oquedades y recovecos, pueden dejar un doloroso recuerdo en forma de picadura. Si se produce una reacción alérgica, además, la situación pasará a ser de peligro.
El ser humano puede pasear por nuestros montes y bosques con la tranquilidad que supone estar en la cúspide de la cadena alimentaria. Pese a la leyenda negra, jamás se ha documentado fehacientemente un ataque de lobo al ser humano en España. Sí ha ocurrido en casos de osos pardos y jabalíes, pero nunca con motivación depredadora. El 80% de las lesiones causadas por animales que se atienden en Urgencias las provocan perros domésticos, según el informe sobre mordeduras y picaduras del Dr. Francisco Barcones Minguela del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba. Hasta un 18% son producidas por gatos, y el resto, por animales de granja.
La mortalidad por ataques de este tipo es baja, del orden de 7 casos por 100 millones de habitantes, y su principal peligro reside en la infección local de la herida así como la transmisión de enfermedades como la rabia, de la que los murciélagos son también un vector y que difícilmente se contagia al hombre, pero que resulta letal al 100% si se contrae. En el caso de las agresiones de perros, una prioridad de los profesionales sanitarios es la de atender las heridas desfigurantes del rostro, ya que es una zona que resulta frecuentemente dañada cuando la víctima es un niño.
¿Cuáles son entonces los riesgos que puede entrañar la fauna al aire libre? El veneno de determinadas especies de arácnidos, insectos y ofidios que corretean a nuestros pies tratando de poner tierra de por medio. Las variedades que deben ponernos en guardia ya han sido descritas en un artículo anterior, pero, ¿sabríamos distinguirlas de sus familiares inocuos si nos cruzamos con ella? Y en caso de mordedura o picadura, ¿reaccionaríamos de forma correcta?
¿Cómo distinguir a las arañas peligrosas?
Para muchos aracnófobos habrá supuesto una verdadera conmoción descubrir que especies de infausta fama como la Viuda Negra, la Reclusa Parda o la Tarántula residen entre nosotros. Una búsqueda online con estos nombres revelará escalofriantes imágenes de miembros necrotizados por el terrible veneno de estas especies. Pero Germán Muñoz, director de la revista Mundo ArtróPodo, llama a la calma: "No hay que alarmarse, porque esas heridas las provocan las especies americanas. Las españolas no tienen nada que ver".
Pongamos por ejemplo la Loxosceles rufescens: la prima ibérica de la Loxosceles reclusa que aterroriza Alabama recibe el nombre popular de araña de violín por el elegante dibujo en forma de este instrumento de su cabeza, en la que encontramos seis ojos repartidos en tres pares. Otro de sus nombres es araña del rincón, algo que conmoverá hasta a sus detractores más acérrimos: "Mide menos de un centímetro, es tímida y pacífica, y aunque anida en las casas, especialmente en el Levante, puedes convivir con ella toda la vida sin darte cuenta" - explica Muñoz.
La Viuda Negra europea (Latrodectus tredecimguttatus) también carga con el estigma de sus letales parientes latinoamericanas. En lugar de los diamantes rojos de sus primas, luce manchas naranjas o dibujos amarillentos en el caso de la Latrodectus illianae. Su veneno neurotóxico provoca un cuadro clínico denominado latrodectismo y puede resultar letal en niños menores de siete años y ancianos, pero los casos de picaduras no llegan a uno al año. El motivo es que solo se encuentra entre la hierba, tejiendo nidos en forma de cúpula. E incluso viéndose amenazada, es lo bastante mansa como para resistirse a picar en un 40% de los casos.
"Exceptuando una familia, todas las arañas son venenosas" - expone Muñoz. "Pero producir veneno cuesta muchos recursos, y tratará de reservarlo únicamente para la caza". Un picadura nocturna muy difícilmente será responsabilidad de una araña. "En realidad son mordeduras, y las distinguiríamos por los dos puntitos en medio de la inflamación". Esto es lo que ha hecho que la "tarántula" española entre en la lista de especies peligrosas, pero la Lycosa tarántula es en realidad la araña lobo y no tiene nada que ver con enormes migalomorfos peludos americanos. "Mide tres centímetros y, al tener quelíceros [mandíbulas] más grandes, hace más daño al morder. Pero eso es todo" - aclara el experto.
¿Milpiés o escolopendra?
La mera existencia de los miriápodos, con un largo cuerpo articulado que se desplaza serpenteante sobre multitud de patas, es suficiente como para poner la piel de gallina a más de uno. Pero mientras el milpiés o diplopoda es un benevolente (salvo para los cultivos) y temeroso herbívoro, los cienpiés o las escolopendras que pueden encontrarse en España (Scolopendra morsitans, Scolopendra cingulata y Scutigera coleoptrata) son agresivos cazadores con un potente veneno capaz de acabar con presas mayores que él. Incluso, llegado el caso, con ratones.
Si tenemos la sangre fría para mirarlos de cerca, comprobaremos que en realidad la escolopendra solo tiene 20 o 30 pares de patas. Poca cosa, comparadas a los 400 de un diplopoda. El milpiés tiene un cuerpo acorazado que supone su principal defensa: bajo amenaza, se enrosca sobre sí mismo y segrega sustancias corrosivas. El cuerpo de la escolopendra es flexible y corto en comparación, caracterizado por antenas en ambos extremos y por las forcípulas junto a la boca, las uñas con las que inyecta veneno para matar o defenderse, y que causa dolor e hinchazón al ser humano.
¿Culebra o víbora?
Este enunciado tiene trampa, porque busca desmontar otro falso mito: el que afirma que, en materia de serpientes, las víboras son venenosas pero las culebras no. Las cinco especies que se consideran peligrosas en España se reparten entre ambas familias. Son las víboras áspid (Vipera aspis aspis), de Seoane (Vipera seoanei) y la hocicuda o de nariz chata (Vipera latastei) por un lado, y la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) y la de Manto o de cogulla (Macroprotodon brevis) por el otro.
Sin embargo, es cierto que las culebras son considerablemente menos peligrosas que las víboras. No morderán al hombre e, incluso si lo hacen, necesitan retener a su presa para inocular el veneno. Se las distingue por una cabeza estrecha y alargada, las pupilas redondas, escamas grandes y, en caso de ser mordidos, la marca que dejarán sus colmillos estarán en la parte posterior de la boca.
Las víboras, en cambio, presentan alta peligrosidad porque son capaces de inocular gran cantidad de veneno en un solo mordisco gracias a sus grandes colmillos curvos situados en la parte delantera. Cuanto más cerca del cuello o la cabeza sea el mordisco, más grave será la situación. Cada año se estiman de tres a cinco muertes por este motivo en España, pero la víbora tampoco morderá salvo que se encuentre acorralada. Se reconocen por su cabeza triangular, pupilas verticales y escamas más pequeñas. Pero si no queremos acercarnos tanto -y con motivo- los dibujos en forma de zigzag del lomo son un buen indicativo de peligrosidad.
Como en el caso de las arañas, los expertos aconsejan calma en cualquier caso. "En el caso de las culebras, su sistema de inoculación es muy primitivo y poco eficaz, por lo que resulta complicado que aún mordiéndonos sean capaces de inocularnos. En caso de que el envenenamiento ocurriese sus efectos no irían más allá de una leve hinchazón" - explica Javier Álvarez Remírez, de Anfibios y Reptiles de La Rioja. "Las víboras si poseen la capacidad de inyectar veneno fácilmente y, si bien su mordedura no es tan dramática y peligrosa como a menudo la gente cree, sí que es necesario recibir tratamiento médico que ayude a contrarrestar la fuerte inflamación y a veces necrosis que el veneno produce en los tejidos".