"Buena suerte con Sharknado 18", le deseaba la presentadora Jenny McCarthy a Tara Reid (American Pie) en un claro intento de asesinato verbal. La actriz se enfrentaba a la enésima promoción de su franquicia de tiburones voladores cuando surgió una pelea dialéctica entre ambas.
Además de ser momento clave del zeigeist (sub)cultural de la semana y una derrota feminista, este enfrentamiento nos recuerda que los tiburones mastodónticos siguen fascinando a la humanidad. No en vano, el pasado verano se estrenaba otro refrito del pez asesino: Megalodón. La película dobló su presupuesto en recaudación global con una premisa que ha creado un subgénero cinematográfico por sí sola. Pero resulta que su título no proviene de un limitado esfuerzo creativo.
El Carcharodon megalodon surcó nuestros oceános desde el Mioceno (hace 23 millones de años) hasta el final del Plioceno (2,5). Se cree que el animalito podía alcanzar los 20 metros de longitud, con una mordida seis veces más potente que la del Tiranosaurus Rex. Así lo afirmaba este estudio del Journal of Zoology hace 10 años.
Hasta ahora los científicos suponían que el megalodón poseía la capacidad de los tiburones modernos de adaptarse con facilidad a la temperatura del agua. La termorregulación permite a especies como el tiburón blanco extenderse desde la isla de Guadalupe (México, Pacífico Central) hasta las costas de la Patagonia argentina.
Sin embargo, una nueva investigación liderada por científicos de la Universidad William Paterson (en Paterson, Nueva Jersey, EEUU) considera que el megalodón pudo exinguirse debido a su incapacidad para adaptarse a nuevas temperaturas.
Los resultados preliminares de la investigación indican que el megalodón poseía una temperatura corporal más cercana a la de las ballenas o a la del ser humano: alrededor de unos 35 a 40º centígrados. La cifra de los tiburones modernos, en comparación, no supera los 30º.
Para averiguarlo, los investigadores reciclaron estudios como el de Journal of Zoology: realizaron una comparativa entre los dientes del megalodón y los tiburones modernos en búsqueda de isótopos. Se trata de átomos con el mismo número de protones pero con distinto número de neutrones. De acuerdo con Michael Griffiths, líder del proyecto, los vínculos de los isótopos varían dependiendo de la temperatura del animal en cuestión.
"Los cambios climáticos, sumados a una inadaptabilidad evolutiva del megalodón, podrían dar respuesta a la extinción de uno de los animales más grandes del planeta", ha declarado a LiveScience. Tras una subida brusca de las temperaturas de la Tierra a finales del Plioceno, el megalodón se vería obligado a migrar a latitudes con aguas más frías. La competición con otros depredadores endémicos pudo posibilitar definitivamente su extinción, de acuerdo con la tesis de Griffiths.
Los investigadores también esperan averiguar mediante las pistas indicadas por los isótopos otras cuestiones relacionadas con los megalodones, como por ejemplo sus hábitos o más acerca de su biología.
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