Las botellas de plástico desechables para el agua mineral, los zumos y refrescos están en primera línea de la crisis climática que atraviesa el planeta. Al ritmo actual, se consumen 20.000 de estos envases por segundo en todo el mundo.
Entre 5 y 13 millones de toneladas de plástico se filtran cada año en los océanos del mundo, son ingeridos por aves marinas, peces y mariscos, y terminan en la cadena alimentaria.
Si bien es uno de los productos con mayor tasa de reciclaje - casi la mitad son recuperadas - la demanda excede lo que podemos manejar. Para 2021, según Euromonitor International, circularán 583.300 millones de botellas de plástico cada año en el mundo.
"En España, de los 51 millones de envases de bebidas que se ponen cada día en el mercado, 30 millones acaban abandonados, incinerados o enterrados en vertederos" - denunciaba el pasado febrero Miquel Roset, director de la plataforma Retorna.
Estos desperdicios pasan a las vías de agua y de ahí al mar, contaminando nuestros litorales y playas. Botellas y garrafas de plástico son el octavo objeto más frecuente entre la suciedad según las estadísticas del Programa de Seguimiento de Basuras Marinas en Playas del Ministerio de Medio Ambiente.
Por último, estos envases también contribuyen al problema de las micropartículas de plástico prevalentes en el agua del planeta, también la que consumimos. En 2018, un estudio concluyó que un litro de agua embotellada puede contener miles de partículas microplásticas.
Según los análisis llevados a cabo en más de 250 botellas de 11 marcas, muchas de ellas comercializadas en España, existe un problema de contaminación generalizada con fragmentos plásticos, incluidos restos de polipropileno, nailon y polietilentereftalato (PET).
Otros compuestos bajo vigilancia son el formaldehido, un carcinógeno presente en las botellas de refrescos sobre el que un artículo de 2014 en el Journal of Epidemiology and Community Health pedía un mayor control.
También el bisfenol A (BPA), usado en estos recipientes y que una publicación de 2012 en el Proceedings of the National Academy of Sciences relacionaba con problemas reproductivos y gestacionales.
Tampoco se deben rellenar
Lo ideal es que la botella reutilizable que vayamos a usar sea de vidrio o de otro material especialmente preparado para servir como recipiente de forma continuada. El recurso manido de rellenar las de plástico de agua y enfriarla en la nevera nos predispone a riesgos para la salud como la contaminación por microplásticos, según explicaba a EL ESPAÑOL Miguel Ángel Lurueña, Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, y divulgador en Gominolas de Petróleo.
Según el experto, estos envases se van deteriorando a la larga y en su interior pueden crecer microorganismos patógenos. Además, "se pueden desprender sustancias que están en la propia botella que, a la larga, dan problemas de mal sabor e incluso que podrían suponer un riesgo para la salud".
Ante estas situaciones el experto apela al sentido común: "Como cualquier otro envase, está pensado para un determinado número de usos. A nadie se le ocurre utilizar una botella 40 veces. Con un uso lógico y normal no tiene porque existir ningún problema".
Las reutilizables, no solo para agua
Las recomendaciones para reducir este consumo nos invitan a reflexionar: de la misma que rellenamos botellas con agua corriente, ¿no podemos comprar un envase grande de nuestra bebida embotellada favorita y rellenar cotidianamente un recipiente no desechable, de aluminio, cerámica o vidrio?
La carrera por desarrollar materiales completamente biodegradables está en marcha. La última propuesta es la de Ari Jónsson, un estudiante de diseño de Islandia: botellas hechas con agar, una gelatina extraída de las algas. Una vez vacía, la botella se descompondría rápidamente.
El futuro inmediato, sin embargo, pasa por el "alquiler" en lugar de la "venta" de la botella cuando adquirimos una bebida. Se trata del sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR), que ya existe en Alemania, Noruega, Dinamarca o Suecia, y que consiste en cobrar una tasa por consumo de objetos de plástico.
Esa tasa se reintegra cuando el cliente devuelve el envase en una máquina dispuesta al efecto. Una experiencia pionera en este sentido se realiza durante el verano en Cadaqués. Las tasas de reciclaje con incentivo económico, aseguran los expertos, aumentan por encima del 90%, reduciendo al mismo tiempo los costes de producción.