Los españoles, al igual que el resto de los europeos, manifestamos una preocupación mayoritaria por la crisis climática. Sin embargo, nuestra huella de carbono -la masa de gases de efecto invernadero que produce nuestro estilo de vida- sigue siendo una de las más altas del planeta. Un nuevo estudio, publicado en Energy Research and Social Science, propone un modo de vivir más sostenible e invita a aprender de quienes ya han dado el gran paso.
El trabajo se ha realizado sobre las denominadas 'comunidades de base' o grassroots movements enfocadas en contener los efectos del cambio climático. Se ha realizado en base al programa de la UE 'Green Lifestyles Alternative Models and Upscaling Regional Sustainability' (GLAMURS), en el que participan organizaciones sostenibles de siete regiones europeas, incluidas algunas en Galicia: a citar, la cooperativa sostenible Zocamiñoca y la ONG medioambiental y de comercio justo Amarante Setem.
Las conclusiones apuntan a que los participantes de estas comunidades no solo han logrado recortar su huella de carbono en comparación con el resto de europeos, sino que reportan una satisfacción general mayor consu vida. "Normalmente, cuando la gente se enriquece, adopta un modo de vida material más costoso, gasta más y emite más gases que dañan el clima", explica Gibran Vita, profesor de la Open University de Holanda y primer autor del estudio.
"Pero los miembros de las iniciativas a favor del clima mantienen sus emisiones bajas aunque sus ingresos aumenten, y eso no parece empañar su dicha", continúa. Según sus datos, estas personas tienen entre un 11 y un 13% más de posibilidades de tener una visión positiva sobre su vida en comparación con la población general. Las comunidades abarcadas por GLAMURS también incluyen varias "ecoaldeas" en Rumanía, cooperativa alimentarias en Italia, 'Repair cafés' que reciclan y remiendan ropa en Holanda y la iniciativa 'Transition Town Network' de Alemania para coordinar ciudades sostenibles.
En total, se obtuvo información de 141 personas repartidas en doce proyectos mediante una encuesta que les interrogaba sobre su dieta, su vestimenta, su movilidad y sus costumbres domésticas. También sobre sus hábitos diarios con respecto a la sostenibilidad, estátus socioeconómico y satisfacción con respecto a su vida. Las respuestas se aplicaron a continuación a un modelo para calcular la huella de carbono individual, que resultó ser un 16% inferior a la media europea.
Concretamente, los miembros de comunidades de base lograron recortar un 43% las emisiones relacionadas con la alimentación, al consumir más vegetales que la población general, cultivados de forma sostenible y de proximidad. Para la ropa, el recorte fue de un 83% porque, según los investigadores tienden a adquirir más ropa de segunda mano. Por otro lado, no lograban reducciones significativas en el transporte y el hábitat aunque fueran más a menudo en bicicleta y usasen menos la calefacción debido a las "infraestructuras ineficientes" que nos rodean.
Las decisiones sobre la dieta y la vestimenta son individuales, explican, pero la preferencia por el transporte público frente al privado está limitada a la cobertura que ofrezca para las necesidades de movilidad de la persona. Por otro lado, si el lugar de residencia no está adecuadamente aislado, mantener la calefacción en invierno al mínimo puede causar perjuicios como tuberías congeladas, un problema más común cuánto más al norte.
Los resultados inducen al optimismo por un lado, concluyen los autores, porque los estudios anteriores sobre comportamientos individuales ecosostenibles no habían logrado determinar si el recorte de emisiones conseguido era significativo. Además, la felicidad de los participantes es un beneficio colateral. "En general, la investigación muestra que el comportamiento altruista, incluyendo el voluntariado, se asocia positivamente con una actitud a favor del medioambiente, un mayor bienestar y una menor cantidad de emisiones", explica Vita.
La parte más negativa, sin embargo, es que este recorte de un 16% sería insuficiente para cumplir los objetivos del Acuerdo de París para frenar el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 ºC, incluso si todos cambiásemos de hábitos de vida. El esfuerzo individual, subrayan, tendría que ser cinco veces mayor. "Las comunidades de base son una parte de la solución que a menudo permanece ignorada. Pero no es realista poner todas las esperanzas en la voluntad de las personas por cambiar. La sociedad, las ciudades y las comunidades deben ofrecer las opciones bajas en emisiones por defecto", concluyen.