En una inspección rápida a un contenedor de basura de restos, el de color gris, no es raro encontrar botellas de plástico, latas de cerveza o briks de leche que no se han separado correctamente en el cubo amarillo, donde deberían estar.
Aunque cada vez hay más conciencia ciudadana, esta estampa se repite aquí y allá, en pueblos y ciudades. Tampoco es difícil encontrar plásticos y papeles en los arcenes de las carreteras, en las calles, o en papeleras municipales pero sin separar en el cubo adecuado para su reciclaje.
Estas imágenes cotidianas chocan con la realidad que dibujan las estadísticas. Según datos de Ecoembes, empresa encargada de la gestión del cubo amarillo y azul, en España se recicla mucho, nada menos que el 78,8% de los envases domésticos en 2018. Pero, ¿cómo es posible a tenor de la realidad de la calle?
En primer lugar, un poco de contexto. Ecoembes no es una organización que cuida del medio ambiente. Se trata de una sociedad anónima sin ánimo de lucro, Ecoembalajes España S.A., creada por más de 12.000 empresas de alimentación y bebidas para gestionar el dinero que, por ley, están obligadas a pagar para la gestión y eliminación del 100% de sus residuos. Es decir, la normativa europea y española obliga a las compañías que ponen envases en la calle a responsabilizarse de ellos y, en España, las empresas decidieron hacerlo bajo esta fórmula en lugar de un sistema de depósito, devolución y retorno, un modelo que está ampliamente implantado en Europa.
De esta forma, los ayuntamientos -a través de sus servicios de basuras- recogen los contenedores amarillos y los llevan a plantas de clasificación. Una vez allí, el contenido de las bolsas se separa en función del tamaño de los envases. Los más pequeños —como pajitas o cucharillas— se eliminan del proceso y se vende a empresas externas que recuperan lo que pueden, el resto acaba en vertederos.
Ecoembes paga a los consistorios por estas tareas (recogida y tratamiento), y lo hace en función de las toneladas de envases que salen de estas plantas. Después, esos residuos se venden a empresas recicladoras que recuperan lo que pueden, que no tiene por qué ser todo lo que les llega.
Identificar a las empresas que forman parte de Ecoembes es sencillo. Sus envases llevan impreso el símbolo del llamado "punto verde", un círculo formado por dos flechas, una oscura y otra blanca, que se abrazan. Al comprar uno de estos productos, el consumidor asume en el precio de venta unos céntimos que irán destinados a pagar el reciclaje del envase. Las compañías lo recaudan y después pagan a Ecoembes en función de la cantidad de envases y el tipo de material que ponen en el mercado, pero estos datos empresariales solo los tiene Ecoembes, por lo que el sistema se vuelve un tanto opaco, según denuncian las organizaciones ecologistas.
Así, de lo que las empresas pagan por el "punto verde" sale parte de la financiación de Ecoembes. En 2018 recaudó 517 millones de euros, destinados a gestionar el contenedor amarillo y a campañas de sensibilización ciudadana. Por ejemplo, el reparto de papeleras para centros de trabajo.
Información opaca
Pero, ¿qué pasa con los envases que no se separan correctamente en el cubo amarillo? De aquellos que acaban en el contenedor gris se recupera una pequeña parte en las plantas de tratamiento. Al estar en contacto con restos orgánicos, en muchos casos es complicado rescatarlos y acaban en vertederos. Pero esto no aparece reflejado en las estadísticas. "También hay muchos envases que se abandonan en las calles o que se dejan en el mar. Todo eso lo asumen los servicios de limpieza diaria que pagan los ayuntamientos o sea, el ciudadano, pero no son retribuidos por Ecoembes por esa tarea, es dinero que se ahorra", explica Carlos Arribas, experto en residuos de Ecologistas en Acción, a EL ESPAÑOL.
Se espera que esto cambie cuando entre en vigor, a mas tardar en julio de 2021, la nueva directiva europea sobre plásticos de un solo uso. La norma obliga a los productores de estos envases que inundan los mares a que sufraguen los costes de limpieza.
Así las cosas, para Arribas la tasa de reciclaje de Ecoembes está "inflada". A Greenpeace tampoco le salen las cuentas. Según un estudio de la organización ecologista, elaborado con datos municipales, la tasa de reciclaje de envases, solo los de plástico, se queda en un 25,4%. Mientras, Ecoembes sitúa el reciclaje de la fracción de envases ligeros (todos) en un 78,8% en 2018.
Por otro lado, la cifra de reciclaje de envases (domésticos, comerciales, e industriales) que el Ministerio para la Transición Ecológica envía a Europa se sitúa en el 68,5%. Pero si sólo se tienen en cuenta los envases plásticos, esta cifra de reciclaje baja a un 47,94%. Los datos no cuadran, una señal de que el sistema es mejorable.
Ecoembes explica que obtiene sus datos de dividir las toneladas de envases domésticos reciclados (1.453.123 toneladas) entre las toneladas de envases que las empresas informan que ponen en el mercado (1.843.423 toneladas). Pero el número de envases que individualmente cada compañía pone en circulación es considerado un secreto comercial y los datos no se hacen públicos. "Ecoembes tiene el monopolio de las estadísticas de envases, es el único sistema integrado de gestión de España, en otros países hay más. Ellos tienen el monopolio de la información", matiza Arribas. Por eso, es complicado saber el número de envases que no llega al contenedor amarillo.
Devolver el casco
Alberto Vizcaíno, ambientólogo y autor del blog Productor de Sostenibilidad, coincide con que Ecoembes no es transparente. Ha intentado conocer las toneladas de envases que las empresas ponen en circulación pero siempre le han negado este dato. "No sabemos cuántos envases se ponen en el mercado, por lo que no podemos saber cuántos de estos se recogen y, a su vez, qué porcentaje del total es efectivamente reciclado", señala.
El experto en sostenibilidad considera que para mantener su modelo de negocio esta empresa invierte en campañas publicitarias que buscan tranquilizar la conciencia del consumidor de envases de usar y tirar pero que, en ningún caso, sirven como educación ambiental. "La solución pasa por dejar de comprar agua embotellada y beber agua del grifo, pero ese mensaje no es el que transmite Ecoembes ni la industria del envase de usar y tirar", añade Vizcaíno.
Para evitar que los envases acaben tirados en las playas o en los parque, las organizaciones ecologistas reunidas en la Alianza Residuo Cero (AERESS, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, Retorna, Rezero y Surfrider España) consideran que la opción más efectiva es implantar un sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) para envases de bebidas. Se trata de una práctica que estuvo vigente en España hasta los 80, conocida como "devolver el casco". Defienden que cuando un envase tiene un valor deja de ser un residuo.
A través de este sistema, los consumidores pagan una cantidad adicional en concepto de depósito que se les reembolsa al devolver el envase o producto al comercio. Una herramienta que, según esta agrupación, permitirá cumplir con el objetivo europeo de recoger selectivamente el 90 % de las botellas de plástico en 2029, y que debe ampliarse a tazas y todo tipo de envases. Gracias a este sistema, las organizaciones aseguran que en algunos países europeos se han alcanzado las tasas más altas de recogida selectiva: alrededor del 90%. Alemania es un ejemplo.
Mientras, Ecoembes rechaza implantar el SDDR en España. La empresa explica a este diario que se trata de un sistema que "solo acepta algunos envases de bebidas, que contamina más, que es más molesto para el consumidor y el pequeño comercio y que, sobre todo, anima a seguir consumiendo a través de la devolución de una fianza previamente adelantada por el comprador". También señalan que se trata de un mecanismo que deja fuera muchos envases (briks, bolsas de plástico, botes de champú y detergentes, envoltorios, etc…) que sí tienen cabida en el contenedor amarillo.
Pero Carlos Arribas considera que, como en los países vecinos, finalmente el SDDR se acabará implantando en España como sistema complementario al modelo actual del contenedor amarillo. "Es una cosa de pura lógica y es el único sistema que va a garantizar cumplir con la normativa de envases de un solo uso", valora. Según este experto, el actual sistema integrado de gestión es la fórmula más cómoda y barata para las empresas. "Para los envasadores lo más sencillo es poner el punto verde en el envase, pagar medio céntimo y olvidarse del tema. Así ya han cumplido con su responsabilidad", zanja.
Vizcaíno opina que la mejor solución es que los ciudadanos dejen de consumir envases de usar y tirar pero ve injusto que, una vez más, se responsabilice al consumidor del mal reciclaje y del problema de los residuos. Según este experto en sostenibilidad, son las empresa envasadoras las que tienen la responsabilidad de poner en el mercado alternativas más respetuosas con el medio ambiente: "¿Por qué no optar por envases reutilizables cuando supongan una menor huella ecológica que los de usar y tirar?", propone.