Hacer abono casero con los restos de materia orgánica que se acumulan en el cubo de la basura es una práctica que toma fuerza entre los ciudadanos más concienciados con el medio ambiente. Para prepararlo solo es necesario un compostador para almacenar los restos de frutas, verduras o posos de café que, gracias al contacto con el oxígeno y la presencia de microorganismo, se van degradando de forma controlada para convertirse en compost orgánico.
A la idea de reutilizar los restos de comida para conseguir tierra fértil, se ha sumado recientemente una opción que puede sonar un tanto extravagante: convertir los cadáveres humanos en compost. Una opción que pronto estará disponible en Washington. Se trata del primer estado de Estados Unidos que ha legalizado esta práctica, que entra en vigor el próximo 1 de mayo. Esta alternativa al entierro tradicional o a la cremación se presenta como la opción más ecológica.
El proceso, conocido como "reducción orgánica natural", consiste en convertir un cadáver en dos carretillas de tierra fértil en unas cuatro o seis semanas. Para conseguirlo, el cuerpo se coloca en un recipiente de acero hexagonal reutilizable junto con astillas de madera, alfalfa y paja. Al controlar cuidadosamente la humedad y la proporción de dióxido de carbono, nitrógeno y oxígeno, se crean las condiciones perfectas para que aparezcan unos microbios amantes del calor (termofílicos) que aceleran drásticamente la velocidad normal del proceso de descomposición.
Katrina Spade, fundadora y directora general de la empresa Recompose, quien planteó la idea al gobernador de Washington, dijo a la agencia Efe que si todos los residentes del estado optaran por la recomposición tras la muerte, "salvaríamos más de medio millón de toneladas métricas de C02 (dióxido de carbono) en tan sólo 10 años". Según Spade, esta cantidad de CO2 equivale a la energía requerida por 54.000 hogares en un año.
Reducir el impacto de las defunciones
"La muerte no es lo que genera mayor impacto ambiental en nuestro proceso de vida. Pero aún podemos buscar nuevas alternativas ", explica Lynne Carpenter-Boggs, profesora de ciencias del suelo y agricultura sostenible en la Universidad Estatal de Washington, según reporta el diario The Guardian.
Carpenter-Boggs, quien también es asesora científica de Recompose, ha presentado este febrero datos de un proyecto piloto en el que se compostaron seis cuerpos para probar la seguridad y eficacia de proyecto. El piloto estableció que todo, incluidos los huesos y los dientes, se transforma en compost (los materiales no orgánicos, como los marcapasos y las caderas artificiales, se examinan y reciclan).
También se descubrió que la tierra contenía bajos niveles de bacterias coliformes, un indicador de seguridad biológica, lo que significa que los familiares podrían esparcir de manera segura los restos de sus seres queridos como cenizas, o usarlos para plantar un rosal o fertilizar un huerto.
Según los informes, el proceso utiliza una octava parte de la energía que se emplea para la cremación. Carpenter-Bogg explica que la incineración en Estados Unidos produce tanto CO2 como quemar 800,000 barriles de petróleo. Por individuo, esto equivale a coger un vuelo de Londres a Roma. Los entierros también puede ser problemáticos: los fluidos de embalsamamiento pueden filtrarse en el agua subterránea y los ataúdes emplean recursos naturales como la madera y el metal.
Esta opción por ahora no se contempla en España. De momento, se utilizan métodos tradicionales. La incineración es la opción con más previsión de crecimiento. Se espera que en 2025 sea el método más solicitado. No obstante, hay iniciativas que buscan reducir el impacto ambiental de la muerte. Hay empresas que ofrecen féretros a base de madera ecológica o urnas de sal para las cenizas que se descomponen en contacto con el agua.