La mayoría de perros y gatos siguen recibiendo una nutrición 'tradicional' en casa a base de pienso seco y húmedo (latas), pero se ha producido un cambio significativo en la última década en lo que a alimentación de animales domésticos se refiere. Ahora se incluyen más alimentos preparados en casa y más carne cruda en un intento malentendido de darles "comida más natural", según un estudio internacional publicado en la revista Vet Record.
Estas dietas 'no convencionales' pueden reforzar los lazos emocionales entre los dueños y las mascotas, pero también conducen a problemas de salud que pueden terminar siendo incluso epidémicos, según alertan los investigadores. La extensión del problema es considerable: más de la mitad de la humanidad tiene una mascota en casa, y solo en EEUU se pueden encontrar 94 millones de gatos domésticos y 89 millones de perros.
Existe toda una industria alimentaria dedicada a darles de comer pero, en paralelo a las tendencias más recientes para la nutrición humana, una proporción cada vez mayor de dueños mira con desconfianza a los productos procesados para animales. Se conocen casos de propietarios de animales que han intentado darles dietas veganas, dietas 'ancestrales' y 'naturales', dietas 'libres de granos' y dietas crudívoras. Todas ellas, sin embargo, comportan carencias nutricionales que no tendría el pienso preparado.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores recurrieron a bases de datos con estudios sobre prácticas de alimentación para perros y gatos entre 2008 y 2018. Encontraron nueve estudios "relevantes", que demostraban un declive de los "productos convencionales" especialmente como dieta única para la mascota, y un auge de la alimentación "no convencional", particularmente la referida a proporcionarles comida cruda.
Hay varios factores que podrían explicarlo: en 2007, recuerdan, se produjo un escándalo global de contaminación de comida para animales, con miles de muertes de mascotas por intoxicaciones por melanina y ácido cianúrico. Esto conlleva, especulan, que "las diferencias en las prácticas de alimentación en comparación con estudios anteriores puedan explicarse, en parte, por una pérdida de confianza en la industria".
Además, extrajeron los datos de una encuesta a gran escala llevada a cabo entre 2016 y 2017 en países de lengua inglesa: Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Se preguntó a los dueños qué daban de comer a sus animales domésticos, que en un 51% de los casos eran solo perros, en un 16% solo gatos y en el 33% tanto perros como gatos conviviendo en razonable armonía.
Lo que observaron es que los dueños de perros en Australia eran los más propensos a darles exclusivamente carne cruda y comida preparada en casa; en cambio, en la vecina Nueva Zelanda, lo más habitual era echar mano de piensos y latas convencionales, al igual que en Canadá. En total, un 66% de los canes y un 53% de los felinos comían alimentos crudos. Por otra parte, uno de cada cinco perros tenía comida vegetariana en el menú, por un 5% de los gatos, que hay que recordar que son exclusivamente carnívoros.
Si es un error alimentar (si se deja) a un gato con otra cosa que no sean proteínas de origen animal, que su organismo no está preparado para metabolizar, con los perros ocurre lo contrario. A diferencia de los cánidos salvajes, la larga evolución al costado del ser humano hace que sí se beneficien de los ingredientes vegetales y cereales que se incluyen en los piensos procesados. Se ha podido observar que ejercen un efecto protector en las razas propensas a tener problemas cardiovasculares como el Dóberman y el Gran Danés.
Sin embargo, el principal problema de salud que comporta el manejo de carne cruda para alimentar a una mascota también afecta a sus dueños, y es la fácil transmisión de microorganismos dañinos como las bacterias al manipularla que habrían sido eliminadas con el tratamiento térmico al que son sometidos los alimentos procesados. El peligro no es baladí, porque esa carne es un posible reservorio de las 'superbacterias' resistentes a los antibióticos que suponen infecciones potencialmente letales.
"Considerada la alta prevalencia de las prácticas alimentarias no convencionales, los servicios veterinarios de salud deben de ser conscientes de los riesgos potenciales y los beneficios asociados a estas dietas, y educar a sus clientes para ayudarles a completar de la mejor manera las necesidades nutricionales de sus compañeros animales", concluyen los autores.