Las chozas son las edificaciones más sostenibles, asegura el maestro chocero Antonio Gandano, galardonado con el premio de Arquitectura Richard H. Driehaus, quien lleva más de tres décadas construyendo como se ha hecho desde siempre con caña, fibras vegetales, madera, tierra, arena, cal, piedra y agua.
El maestro chocero, junto a la empresa Vetraria Muñoz de Pablos, el carpintero Francisco Luis Martos y el albañil y cantero Rodrigo de la Torre han sido galardonados con el citado galardón, que persigue promover la práctica de la construcción y urbanismo que conserven las tradiciones locales.
"Mi construcción (las chozas) es milenaria, la de siempre, con la tierra, la paja y el agua", con la que se han construido iglesias, palacios o cortijos, explica en entrevista con la agencia EFE Gandano, y sostiene que es un oficio muy "apegado a la naturaleza y al campo". "Nos adaptamos a los tiempos", señala, porque ahora mismo cuando la gente ve una choza asegura "yo quiero vivir aquí". Y asevera, "lo que no sé es por qué hemos dejado de vivir en ellas".
En los años sesenta pararon el "progreso de las chozas y se lo dieron al cemento, al acero y al plástico", dice, y recuerda las imágenes de muchas ciudades españolas donde poco a poco detrás de chozas se divisaban los edificios. Las chozas "son un tipo de construcción que se ha hecho siempre, esta construcción no es nueva, no es una moda, esto se ha hecho toda la vida con estos materiales".
Milenarias y sostenibles
El maestro chocero tuvo claro que quería dedicarse a la construcción de chozas desde temprana edad, porque "siempre quise vivir del arte, me gusta mucho el color y desde pequeño soy artesano". Sostiene que ser chocero es un oficio que requiere "contacto permanente con la naturaleza", la misma que le proporciona todo para construir chozas, cubiertas vegetales, muros de caña y barro o empedrados.
No obstante, asegura, "ir al campo no es ir por donde uno quiere, uno tiene que saber andar por él, es saber respetarlo, porque es donde viven otros seres que tienen el mismo derecho a vivir. No se puede destrozar un nido o una madriguera".
Los maestros de las técnicas de la construcción tradicional de Gandano fueron su padre, el chocero Juan Braza y Pepe -el manijero de piedras de Arcos de la Frontera-. Mi padre era un "maestro del campo, conocía muy bien el terreno, sabía andar, y conocía las plantas, era -en cierta manera- un botánico", explica Gandano, porque le enseñó sobre las castañuelas, sobre las plantas que crecen en las arbinas, que a finales de verano se ciegan, se secan y son los pastos que sirven para los techos.
"Me enseñó sobre la cañota y a trabajar con la caña", además sobre las maderas de pitaco, de oliva, de encina, de acebuche, de castaño o de eucalipto, y "aunque no sabía los nombres científicos, conocía bien cuál de los dos tipos de eucalipto era apto para la construcción".
De Pepe aprendió a trabajar y labrar los pastos de cultivo, de centeno de trigo, y a tejer la hoja de remolacha -que hace años se cultivaba en esa zona y con la que se "hacían unos sombrajos muy bonitos".
Chozas en Europa
Decidió entonces aprender más emprendió viaje y contactó con choceros de la Bretaña, de Holanda y aprendió cómo se utilizaban maderas que existen en Andalucía y aquí no se usaban, los morteros de cal -que se habían perdido-, la piedra seca o la tierra, "muy bien trabajada por los franceses o los marroquíes en el Atlas". Empezó a descubrir cosas nuevas, "ahí me entregué a las chozas. Seguí estudiando -porque estudio e investigo- y compartiendo conocimientos con choceros de otros países".
Entonces decidió emprender su propio negocio y buscó ayudantes, aunque durante muchos años "hubo desprecio a mi trabajo porque todo el mundo se iba a la construcción".
Ahora se ha puesto de moda y me buscan "porque según la gente hacemos bioconstrucción", una palabra que "yo no había oído antes, porque lo que yo hago es construcción tradicional. "Las chozas son calientes en invierno y frescas en verano, y no necesitan sistemas de calefacción o aire acondicionado", como las casas de ahora.
Pero construirla es un proceso lento, como los ritmos de la naturaleza, "hay que hacerlas con mucho amor, porque una choza no se puede concebir sin poesía, y la poesía no se concibe sin amor", concluye el maestro chocero.