Las áreas metropolitanas se encuentran en la actualidad en un proceso de transformación. Su rápido desarrollo en las últimas décadas no ha estado siempre planificado. Esto arroja cifras alarmantes en cuanto a baja densidad, crecimientos aislados y velocidad de transformación.

Como dato de este comportamiento acelerado, la superficie artificial aumentó más del 50 % en España entre 1987 a 2005. Esto supone que ha crecido en menos de veinte años la mitad de lo que había crecido hasta 1987.

En otras épocas, la construcción de las metrópolis siguió nuevas pautas ante momentos de fuerte transformación. Tras la Revolución Industrial, se dieron respuestas urbanas clásicas como los ensanches. E innovadoras como las colonias industriales o model villages y otras posteriores que proponían nuevos modelos urbanos.

Ahora nos encontramos de nuevo en un momento de transición, en este caso, ecológica. Para ello, existen diferentes perspectivas para dar respuesta a las metrópolis surgidas de la expansión urbana descontrolada.

Muy pobladas

En la actualidad, la expansión urbana descontrolada es un desafío de primer orden a nivel mundial.

El año pasado, las ciudades albergaron ya el 55,71 % de la población mundial. Las ciudades, especialmente aquellas de países en desarrollo y las economías emergentes, se enfrentarán a niveles de urbanización sin precedentes.

En 1950, el 30 % de la población mundial era urbana. Las Naciones Unidas prevén que en 2050 el 68 % de la población, más de dos tercios de la humanidad, sea urbana. Por tanto, se espera que la población urbana del planeta se duplique en 2050.

Todo esto hace de la urbanización uno de los principales desafíos de nuestro siglo.

Sostenibilidad 

Un mundo urbano tiene muchas consecuencias para la sostenibilidad. El consumo de recursos naturales se va a concentrar en torno a áreas urbanas, especialmente los relacionados con la energía y el suelo. Además, será clave la forma en que se construyan las nuevas ciudades o desarrollos.

La expansión urbana se utiliza comúnmente para describir las zonas urbanas en crecimiento físico. Se describe la dispersión como el patrón físico de la expansión de baja densidad. El desarrollo de las grandes zonas urbanas es irregular y disperso con una tendencia a la discontinuidad.

El crecimiento urbano descontrolado se identifica cuando la tasa de crecimiento urbano es mayor que la tasa de crecimiento de la población.

Existen diferentes impulsores de este crecimiento descontrolado. Dos factores clave son el rápido crecimiento del uso de automóviles y la preferencia por las casas unifamiliares. Esto se reforzó con el surgimiento del consumo de masas en el siglo XX. La rígida separación de casas, tiendas y lugares de trabajo en la denominada zonificación también favorece el crecimiento.

Pero la razón principal por la que se ha convertido en una tendencia es que no hay normativas restrictivas. Tampoco se utilizan criterios de sostenibilidad para el desarrollo urbano.

Sin planificación

La mayor parte del desarrollo del suelo no está planificado, son asentamientos informales. Y cuando hay planificación, se caracteriza por un uso débil del suelo, o mal aplicado. En otras ocasiones, directamente por la falta de coordinación y colaboración en la planificación.

La expansión de las ciudades es una cuestión de importancia crítica por sus efectos. Su crecimiento incontrolado amenaza tanto el entorno natural como el rural y aumenta las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático.

Desde instituciones internacionales existe un acuerdo sobre la prevención y la contención de la expansión urbana, como se indicó en la conferencia de Naciones Unidas HABITAT III en 2016. La planificación con criterios de sostenibilidad debe tener en cuenta el desafío de la expansión urbana. Por eso, es necesario frenar su aumento y estudiar la dimensión del problema en cada territorio.

Recomposición de Madrid

Un caso paradigmático es la Región Metropolitana de Madrid. Este área es singular a nivel europeo porque no cuenta con planificación territorial y porque ha sufrido una fortísima transformación en las últimas décadas.

La Comunidad de Madrid ha pasado de 64.808 hectáreas antropizadas en 1990 a 126.220 ha en 2018. Esto supone un crecimiento de un 94,76 %, como apuntan los investigadores Córboba y Morcillo. Es decir, se han duplicado las superficies artificiales en menos de treinta años.

Este crecimiento exacerbado se ha realizado con un pequeño aumento de población. La Región Metropolitana de Madrid necesita, por tanto, una planificación que permita una nueva configuración territorial. Esto supone establecer nuevas estrategias teniendo en cuenta el actual escenario de transición ecológica.

Futura planificación

Un primer paso es la superación del municipio a la hora de planificar. Se trata de planificar el espacio metropolitano, que ha sido olvidado en los últimos cincuenta años, con respuestas flexibles e integradas.

El proyecto de la futura Región Metropolitana de Madrid debería buscar un mayor equilibrio económico. Esto supone compensar las actividades económicas del sur y este, respecto al norte y oeste. También debería apostar por una mayor sostenibilidad social, equilibrando las dotaciones, equipamientos y zonas verdes en esos ámbitos.

También debería suponer una mayor sostenibilidad ambiental, reduciendo especialmente la contaminación del aire, a través de la limitación del uso del vehículo privado, y las aportaciones metropolitanas al cambio climático, que están relacionadas con el modelo de desarrollo. Se trata de equilibrar las desigualdades medioambientales del norte y oeste con las del sur y este de la región.

En general, se debe apostar por estrategias de contención del crecimiento y utilizar el principio de precaución. Esto supone proteger espacios naturales, preservar suelos productivos para usos agrícolas y rehabilitar antes de crecer.

Asimismo, es necesario abordar el tema clave de la región en relación con la planificación: la movilidad. El espacio público y la ciudad existen en relación a la movilidad. Para mejorar la movilidad tenemos que potenciar todas aquellas formas de movilidad blanda (peatonal y ciclista), así como de transporte público, reduciendo el papel de vehículo privado.

A esto se une la revisión de los desarrollos en curso en relación con el medio ambiente. De manera transversal, es necesario repensar los modelos de vivienda y limitar las desigualdades territoriales a nivel urbano y metropolitano.

Es imprescindible una transición ecológica hacia nuevas formas de vivir y consumir que, como estamos comprobando, supone afrontar numerosos retos.

Es necesario dar respuesta al cambio climático con planificación en materia de energía y medio ambiente. Esto requiere revisar la actual planificación urbana para incluir criterios de sostenibilidad. Sobre todo cuando vamos a vivir en un mundo cada vez más urbano.

*Alexandra Delgado Jiménez, Profesora de Urbanismo, Universidad Nebrija.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation

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