Borrascas que se llevan por delante playas, temporada histórica de huracanes en el Atlántico y hasta olas de calor donde lo habitual es el frío. Pero, ¿se explica por el cambio climático? Eltiempo.es analiza los fenómenos más extremos de 2020, tanto en España como en el mundo,y su relación con el calentamiento global.

1. Temporal histórico con la borrasca Gloria. En enero el temporal Gloria azotó al Cantábrico y Mediterráneo, y marcando la excepción, tanto por los registros meteorológicos como por los impactos. Los avisos fueron de máximo nivel por viento, fenómenos costeros y nieve. Además, se batió el récord de oleaje con altura media de 8,44 m en la boya de Valencia y una ola máxima de 14,77 m en Mahón (Menorca).

No se puede relacionar directamente la formación de esta borrasca de gran impacto con el cambio climático, fue un temporal de invierno de récord provocado por una configuración atmosférica que favoreció un episodio de tiempo severo y persistencia.

2. Tormenta de polvo en Canarias. En febrero se vivió el peor episodio de calima que se recuerda en Canarias, superando incluso al de 2002, que además dejó récords de temperatura para un mes de febrero. Las islas quedaron paralizadas bajo la nube de polvo africano y registraron el peor índice de calidad del aire del mundo entero, por encima de lugares como India o China.

Bajo un escenario de cambio climático, los estudios apuntan a que las entradas de calima o polvo en suspensión procedentes del Sáhara podrían ser más habituales. A esto se le sumaría una situación de altas temperaturas en las islas.

3. Primavera cálida y sin sol en España. Con el confinamiento de marzo y abril también vinieron los días grises en el cielo. En los 40 días siguientes a que se decretara el estado de alarma, España fue el país con menos sol de toda Europa.

No hay ninguna vinculación directa conocida entre la contaminación atmosférica y la ausencia de lluvias. De hecho, las partículas contaminantes pueden ayudar a que llueva de forma local, ya que suelen actuar como núcleos de condensación en la formación de nubes y precipitaciones. 

La situación estuvo favorecida por una configuración atmosférica dominada por las bajas presiones y un anticiclón de bloqueo sobre el noroeste del continente. La primavera resultó cálida y fue, en parte, por los cielos muy nubosos que impiden un mayor enfriamiento nocturno y, por tanto, contar con temperaturas muy suaves por las noches.

Esta situación no puede vincularse con el cambio climático de forma directa. Pero, los grandes bloqueos de altas presiones podrían ser más frecuentes y persistentes con una circulación atmosférica marcada por una corriente en chorro más débil y ondulada en latitudes medias.

Este escenario sería posible en un planeta con menor diferencia de temperatura entre el ecuador y los polos.

4. Ola de calor prematura y más de 40ºC en mayo. En la primavera más cálida jamás vivida en Europa, se llegaron a registrar 40ºC en mayo. Tal fue el calor de esta ola que en el sur de Europa se batieron récords nacionales de temperatura para mayo.

En España tuvimos el mayo más cálido de la serie, con temperaturas 2,7ºC por encima de lo normal, con 37ºC en Sevilla y 38ºC en Córdoba.

Las temperaturas serán cada vez más cálidas en primavera, y más similares a las que se dan en verano. Esto refuerza la tendencia que venimos observando en las últimas décadas: el verano cada vez comienza antes y dura más. Actualmente, dura 5 semanas más que a principio de los años 80.

5. Récord en la temporada de huracanes. La temporada de huracanes de 2020 ha sido histórica nombrando 30 sistemas tropicales, un hecho inédito con 13 huracanes y 6 grandes huracanes de categoría 3 o superior.

Pero esta temporada deja aún más récords. En septiembre hubo 5 sistemas activos simultáneamente y se formó Iota, el huracán de máxima categoría más tardío. Alcanzó la categoría 5 a mediados de noviembre, cuando la temporada acaba a final de mes.

Este año se ha registrado el fenómeno de La Niña en el Pacífico y está asociado a una temporada de huracanes activa. Además, las temperaturas superficiales del Atlántico tropical han sido excepcionalmente cálidas, dejando condiciones muy favorables al desarrollo de sistemas tropicales.

Los estudios científicos relacionan el calentamiento global y las altas temperaturas del océano Atlántico con huracanes de mayor categoría, alimentados por aguas más cálidas con mayor potencial para generar grandes daños al tocar tierra.

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