En época de apareamiento, los grillos macho interpretan canciones de cortejo frotando sus alas cuando una hembra está cerca. Pero para producirla gastan mucha energía ya que el sonido en sí contiene información valiosa sobre las cualidades de cada uno de ellos. Las hembras tienen en cuenta la calidad del canto para elegir a su pareja. Pero ¿qué ocurre cuando otros sonidos impiden su buena recepción?
Un equipo de científicos, liderado por la Universidad Anglia Ruskin en Reino Unido, realizó experimentos para comprobar cómo variaba el comportamiento de las hembras de grillo de campo africano o de dos manchas (Gryllus bimaculatus) en diferentes condiciones acústicas.
Los resultados, que se han publicado en la revista Behavioral Ecology, revelan que la conducta de los grillos durante la reproducción se ve afectada significativamente por el ruido del tráfico y otros sonidos artificiales, un hallazgo que podría tener implicaciones para el éxito futuro de la especie.
Esfuerzos innecesarios
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores emparejaron grillos hembras con machos silenciados en condiciones de ruido ambiental, artificial y de tráfico, este último registrado a nivel del suelo junto a una autovía cerca de Cambridge.
A continuación se permitió a los machos pretender libremente a las hembras, pero en lugar de emitir su propia canción, los autores reprodujeron diferentes tipos de sonidos de cortejo artificial en función de cada macho: de alta calidad, de baja calidad o no reprodujeron ninguna canción.
Así, en condiciones de control del ruido ambiental, las hembras se juntaron con los machos mucho antes y con mayor frecuencia cuando el canto de cortejo era de alta calidad. Sin embargo, esta misma canción de cortejo de alta calidad no proporcionó ningún beneficio a los machos en condiciones de ruido artificial y de tráfico. Además, la duración del flirteo y la frecuencia de la cópula no estaban influenciadas por la calidad ni por la presencia de una canción.
“Como resultado, los machos que producen canciones de alta calidad en estas condiciones gastan más energía en sus cantos para intentar obtener un beneficio, lo que podría afectar a la supervivencia de los individuos”, explica Adam Bent, autor principal del estudio e investigador en la universidad británica.
Los hallazgos sugieren, de este modo, que el ruido antropogénico altera la forma en que las hembras perciben a los machos al seleccionar pareja. Y a su vez, esto afecta a la aptitud individual de ellos –ya que los grillos pueden gastar más energía para producir un canto de cortejo mejor– y a la viabilidad de la población a largo plazo.
Las hembras se distraen
Ante los ruidos artificiales o de tráfico, “los grillos hembra pueden optar por aparearse con machos de menor calidad, ya que no pueden detectar diferencias en la calidad de apareamiento debido al ruido provocado por el ser humano. Esto puede llevar a una reducción o pérdida total de la viabilidad de la descendencia”, continúa Bent.
La explicación es que el ruido del tráfico y el del canto de cortejo de los grillos no comparten las mismas frecuencias acústicas, por lo que en lugar de enmascarar la canción de los insectos, el ruido del tráfico distrae a las hembras.
Para la coautora Sophie Mowles, profesora titular de Biología Animal y Ambiental en la universidad británica, estas interrupciones durante la reproducción pueden perjudicar la continuación de la población. “Pero como el ruido antropogénico es una presión de selección evolutiva muy reciente, es difícil predecir cómo pueden adaptarse las especies”, concluye.