Cuando nos enfrentamos a imágenes de delfines y marsopas enredados en redes de pesca o de ballenas varadas y cazadas, muchos de nosotros pensamos en regiones lejanas a Europa pero, lamentablemente, esto también está sucediendo en aguas europeas, según señala un nuevo informe publicado este jueves por OceanCare, organización que promueve la protección de la fauna marina.
En los mares europeos viven 33 especies de ballenas, delfines y marsopas. Desde las enormes ballenas azules en el Atlántico Norte, los cachalotes en el Mediterráneo, las orcas en el Estrecho de Gibraltar, hasta los delfines y marsopas comunes en el Mar del Norte, estos cetáceos europeos se encuentran, -en teoría-, entre las especies de fauna silvestre mejor protegidas del planeta, disfrutando de un marco legal de protección avanzado y amplio. Pero, en realidad, se enfrentan a una serie de graves amenazas tanto desde el punto de vista de su bienestar individual como del de la supervivencia de sus poblaciones, según señala la organización en una nota de prensa.
Estos son los hallazgos de Bajo Presión, el nuevo informe publicado por OceanCare, que ha reunido a científicos de toda Europa para compilar una visión general completa de la miríada de amenazas y el estado de supervivencia y conservación de las ballenas y delfines europeos.
Señalan que, a pesar de su protección legal sobre el papel, en particular por las leyes de protección de la naturaleza y las especies de la UE y los convenios internacionales de conservación, todavía se cazan miles de ballenas y delfines en aguas europeas, los cetáceos están en constante conflicto con las actividades pesqueras, enfrentándose a una muerte angustiosa como captura accidental de las flotas pesqueras o se enredan en aparejos de pesca abandonados, perdidos o descartados en el mar (“redes fantasma”).
Así mismo apuntan que están constantemente expuestos a la contaminación acústica del transporte marítimo, actividades de construcción, las prospecciones submarinas de petróleo y gas y las actividades militares y viven en aguas contaminadas llenas de residuos plásticos. También están contaminadas por productos químicos que afectan negativamente a su sistema inmunitario y a sus tasas de reproducción, y además de todo esto, se enfrentan a la amenaza subyacente para su supervivencia que supone el cambio climático.
El informe examina las 33 especies diferentes que habitan nuestras aguas, distribuidas en numerosas poblaciones regionales. Las más preocupantes son las orcas del Estrecho de Gibraltar, que suman menos de 40 ejemplares; los aproximadamente 50 delfines comunes que quedan en el Golfo de Corinto (Grecia) y las menos de 500 marsopas comunes que quedan en el Mar Báltico. Todos están clasificados como "en peligro crítico de extinción", el nivel de máxima amenaza dentro de la Lista Roja de la UICN.
La ballena franca del Atlántico norte también está incluida en la misma categoría con menos de 400 individuos, de los cuales la mayoría vive en el lado americano del Atlántico, lo que significa que esta especie ya está técnicamente extinguida en la parte europea del Atlántico.
"Los europeos se enorgullecen de ser progresistas y 'verdes'. Por eso, puede sorprender saber que para algunas especies el riesgo para su supervivencia es mayor en Europa que en otras regiones del mundo", afirma Carlos Bravo, portavoz de OceanCare en España. “Las aguas europeas se encuentran entre los mares más contaminados y peligrosos del mundo. Si queremos darles a esas ballenas y delfines, que se reproducen lentamente, la oportunidad de sobrevivir frente a nuestras costas, es necesario aplicar estrictas medidas de protección y sancionar rigurosamente cualquier infracción. Llevamos demasiado tiempo esperando".
“El público podría sorprenderse al descubrir que en los últimos diez años se han matado más de 50.000 ballenas, delfines y marsopas en cacerías directas en aguas del norte de Europa, de los territorios autónomos de Groenlandia y las Islas Feroe, que pertenecen al Reino de Dinamarca, así como de Noruega e Islandia”, dice Fabienne McLellan, codirectora de OceanCare, que se centra en poner fin a las cacerías directas y agrega que “muchas de estas cacerías ni siquiera son supervisadas por ningún tipo de gestión o sistema de cuotas establecidas internacionalmente”.
Dado su amplio alcance, el citado informe busca ser una guía para los responsables políticos en Europa sobre las medidas que deben tomarse para reducir la presión y garantizar la supervivencia de las ballenas y los delfines de Europa.
"Sin duda, tenemos que multiplicar las acciones necesarias para evitar la pérdida de poblaciones y especies de cetáceos, entre otras cosas protegiendo mejor sus hábitats, lo que también mejorará la salud y la resiliencia de las aguas europeas", concluye Fabienne McLellan.
Recomendaciones:
Las recomendaciones que se plantean en el informe por parte de los autores individuales, así como de OceanCare, incluyen:
- La prohibición de la captura deliberada (caza) de todas las especies de cetáceos por parte de todos los Estados europeos, la prohibición del uso de artes de pesca que se sabe que causan una importante mortalidad de cetáceos y la destrucción de su hábitat.
- La prohibición de todas las actividades de exploración de petróleo y gas en aguas europeas, incluyendo las licencias en trámite, siguiendo el ejemplo de Francia (y España, cuya Ley de Cambio Climático y Transición Energética -de próxima aprobación- incluye la prohibición a cualquier nuevo proyecto de exploración y explotación de hidrocarburos en todo su territorio) .
- La implantación de la reducción de la velocidad del transporte marítimo siempre que sea posible.
- La necesidad de eliminar progresivamente y prohibir totalmente las sustancias y materiales más peligrosos utilizados en los envases de plástico.
- Un llamamiento a los Estados europeos para que apoyen un nuevo tratado internacional jurídicamente vinculante sobre el plástico, que aborde todo el ciclo de vida de los plásticos, entre otras medidas para reducir la producción de plástico virgen y prevenir la contaminación por microplásticos,
- Las áreas marinas protegidas (AMP) deben contar con planes de gestión de la conservación debidamente desarrollados y financiados.