El sector porcino tiene una importancia indiscutible para la economía española, especialmente en el ámbito rural, al que pertenecen la mayoría de los 5.002 municipios con población inferior a 1.000 habitantes. Representa el 14% de la producción final agraria y el 39% de la producción final ganadera.
De hecho, en 2020 se alcanzó una producción de carne en torno a 5 millones de toneladas y más de 56,4 millones de animales sacrificados. Estas cifras récord sitúan a España en cuarta posición mundial (detrás de China, Estados Unidos y Alemania) en producción de carne y tercera en número de animales sacrificados, y en segunda posición productora en el entorno europeo (con el 21,8 % de la producción).
Su cadena de valor comprende numerosas actividades directas relacionadas con la producción ganadera y fabricación de piensos (empresas de porcino), la transformación (industria cárnica porcina) y la comercialización mayorista y minorista de carne y productos elaborados.
El sector en España
Entre los años 2007 y 2020 España registró un aumento de la producción de carne de porcino del 46 %, y del 26 % en el número de animales, en prácticamente todo el territorio. Esta subida coincidió con una caída del consumo nacional del 16,7 %, que pasó de representar el 81,9 % sobre la producción en 2007 al 46,7 % en 2020, pese a que ese año aumentó el consumo en los hogares durante los meses de confinamiento, compensando así la caída de consumo en el sector de restauración.
El mercado exterior ha tenido un papel clave en este crecimiento. Por un lado, las exportaciones en territorio europeo aumentaron un 55 % desde 2008, fundamentalmente destinadas a Francia (23 %), Italia (16 %) y Portugal (13 %), representando en 2020 el 23,6 % de la producción. Por otro, las extraeuropeas experimentaban un aumento considerable en el periodo, hasta representar en 2020 el 35,7 % de la producción. Esta exportación está fundamentalmente dirigida a China, que en 2020 cubría el 75 % del total de las exportaciones de porcino a terceros países, frente al 0,23 % de 2008.
Hay que aclarar que, pese a su cada vez mayor utilización, el término macrogranja "no aparece en ninguna de las disposiciones vigentes del ordenamiento jurídico de España o de la Unión Europea".
Sí puede hacerse referencia a ganadería intensiva o ganadería industrial, entendida como aquella que se apoya en la intensificación de los factores de producción (equipamiento, instalación) para maximizar la producción y minimizar los costes. También se caracteriza por una elevada densidad de animales y el control de aspectos como la alimentación o la temperatura para acelerar los tiempos de cría, aprovechando las ventajas de un sistema global tanto en la cadena de suministros como en la comercialización.
El número total de granjas de porcino en España ha caído un 11 % desde 2007 debido al desplome de las pequeñas, -51 % las reducidas y -25 % las de grupo 1. Sin embargo, el aumento experimentado por las de mayor tamaño, representadas por los grupos 2 (25 %) y 3 (49 %), ha permitido impulsar la producción de carne de porcino hasta alcanzar las 5 024 000 toneladas en 2020.
Ese año se contabilizaban un total de 88.437 granjas, ubicadas mayoritariamente en Galicia (34 % del total nacional), Extremadura (15 %), Andalucía (14 %) y Castilla y León (10 %). Estas regiones, a excepción de Andalucía, se caracterizan por un mayor peso de las instalaciones productivas intensivas, que en el caso de Galicia alcanzan prácticamente la totalidad.
Impacto ambiental de la producción porcina
El impacto ambiental asociado al sector porcino afecta tanto a las explotaciones intensivas como extensivas, aunque la concentración de animales en el primer caso hace que la generación de purines y estiércol requiera un sistema específico de gestión de los lixiviados y residuos producidos.
Destacan los siguientes contaminantes:
• Emisiones de amoniaco: la introducción de técnicas de control de emisiones en la aplicación de fertilizantes en campo, mejoras en la alimentación animal y técnicas de gestión de estiércoles redujeron estas emisiones un 10 % en 2012 respecto a 1990. A partir de 2013 se observa un aumento asociado al crecimiento de la cabaña ganadera y un repunte en el uso de fertilizantes orgánicos (estiércol) e inorgánicos. No obstante, gracias a la reducción de los fertilizantes nitrogenados inorgánicos, se situaron en 2019 un +1 % sobre 1990 .
• Emisiones de nitratos: el sector ganadero fue responsable en 2019 del 0,8 % de estas emisiones, que en todo caso han caído un -49 % desde 1990.
• Emisiones de gases de efecto invernadero: el 9,1 % de estas emisiones se originó en este sector en 2020, registrando un aumento del 0,8 % respecto a 2019 debido a la gestión de estiércol y a la fermentación entérica.
• Bioseguridad: combatir la resistencia antibiótica es una prioridad europea, regulada por el Reglamento (UE) nº 2016/429, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 9 de marzo de 2016. En este sentido el MAPA ha implementado un Plan Estratégico Nacional de Bioseguridad en las explotaciones porcinas (2015 y 2016).
Estos aspectos se regulan en el Decreto 306/2020, de 11 de febrero, que establece normas básicas de ordenación de las granjas porcinas intensivas, y modifica la normativa básica de ordenación de las explotaciones de ganado porcino extensivo. Entre sus novedades cabe señalar: el establecimiento de condiciones mínimas de bioseguridad, higiene, bienestar y sanidad animal (art. 4); normas de gestión de estiércoles (art. 9); la necesidad de adoptar las mejores técnicas disponibles para reducir emisiones (arts. 10 y 11); y la obligación de adoptar, a partir del 1 de enero de 2022, un sistema integrado de gestión de explotaciones ganaderas (SIGE) (disposición final cuarta), que incluirá un plan de gestión de residuos, un plan de gestión ambiental y de lucha contra el cambio climático y un plan de bioseguridad.
Consideraciones finales
La producción de porcino en España supera con creces el consumo nacional, orientándose en buena parte a la exportación, principalmente a terceros países, lo que puede provocar incertidumbre asociada a la coyuntura de determinados mercados internacionales (como China).
Por otra parte, el aumento productivo registrado en los últimos años se apoya en un incremento del número de granjas de mayor tamaño, impulsándose la denominada ganadería intensiva.
Todo ello está provocando un intenso debate respecto a la repercusión socioeconómica y ambiental de las instalaciones porcinas de mayor tamaño en el ámbito rural. Asociaciones ecologistas y ganaderas alertan sobre las repercusiones ambientales y los discutibles beneficios locales de unas explotaciones muy tecnificadas. Defienden un impulso de las explotaciones extensivas y la recuperación de la cuota de las pequeñas o familiares, por considerarlas más sostenibles.
El Real Decreto 306/2020 regula los aspectos más controvertidos relativos a la gestión de estas instalaciones. De su cumplimiento dependerá la reducción de los impactos ambientales y, por tanto, optimizar la consideración y opinión pública de las explotaciones intensivas de ganado porcino en España.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
**Mª Victoria Mestre Martínez, Técnico Superior Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Consejo Económico y Social (España).