Cuando el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se levantó este miércoles por la mañana, seguramente no pensaba que iba a desatar una tormenta por subir un vídeo a Twitter. Pues así fue. Su discurso sobre la necesidad de reducir el consumo de carne —y el impacto que esta genera en el medio ambiente— ha supuesto una tormenta de críticas, amén de otro roce entre los socios de coalición del Gobierno. El enésimo. En su contra se posicionaron el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, y el propio presidente del Gobierno desde Lituania. “A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”, dijo Pedro Sánchez.
A pie de calle, las palabras de Garzón han sentado bien, mal, regular o de forma indiferente, según a quien se pregunte. En el Mercado de las Maravillas, uno de los puntos con mayor concentración de carnicerías de Madrid, han sentado fatal. “No te contesto porque me meten a Alcalá Meco”, dice un carnicero preguntado por las palabras de Garzón. “Menudo hijo de...”, y le dedica unas palabras poco halagüeñas a la madre del ministro.
Aunque lo expuesto por Garzón lleva años en boca de la ciencia, cuando lo ha dicho él se ha ganado la desaprobación -como poco- de media España, especialmente de quienes viven de la ganadería y la venta de carne. La gente puede aceptar que la ciencia se meta con el pan de uno, pero nunca se lo tolerará a un ministro.
“Ha estado desafortunado”, considera Andrés, dueño de una de las muchas carnicerías del citado mercado, sobre las declaraciones del ministro. “La carne tiene una proteína que es necesaria para el cuerpo. Las grasas no son malas en su justa medida. Es un producto que, comiéndolo en su justa medida, igual que cualquier otro, es bueno para la salud. Yo le preguntaría que qué pasa con el anisakis del pescado o con todos los pesticidas que le echan a la fruta. ¿Eso no es malo?”.
“Es cierto que las vacas contaminan mucho por el metano. Pero si tú te vas al mar vas a ver un montón de barcos echando guarrerías al agua, o te vas a unos cultivos y ves que están echando pesticidas todo el día. Todos los productos tienen algo en contra, pero tienen sus beneficios”.
En realidad, el carnicero y el ministro no están del todo en desacuerdo. Garzón matizó sus palabras este miércoles por la tarde tras desatar la oleada de críticas: “Lo que decimos no es que tengamos que dejar de consumir carne, sino que tenemos que hacerlo a los niveles que recomienda la ciencia, entre 200 y 500 gramos semanales. En España hoy se consume más de un kilo”.
Pero esto no ha convencido a los profesionales consultados por este periódico. Manolo lleva 30 años atendiendo en su carnicería, un pequeño puesto del mercado llamado La Boutique de la Carne. “Me parece muy mal lo que ha dicho. Se puede seguir comiendo perfectamente. Contaminan más los coches que las vacas. Por eso no hay problema”.
Pese a ello, le quita hierro al asunto. “Yo creo que no nos va a perjudicar. Yo creo que el público sigue comiendo carne, siguiendo una dieta normal. Ni todos los días comiendo carne, ni todos los días pescado. Algo normal, como toda la vida. Yo lo veo así. Aquí desde luego no se ha notado nada”.
Hay quien difiere en la apreciación de Manolo. La mayoría, aunque critica las declaraciones del ministro, les quita hierro. Pero Borja y Miguel no. Ellos ven el asunto más serio. “Nos va a afectar demasiado, más de lo que la gente piensa. Y a los ganaderos más todavía. Igual que pasó con las vacas locas, se cargaron la mitad de los negocios”, opinan estos profesionales mientras trocean piezas de carne roja. “Esperemos que no nos afecte a nosotros, porque no te imaginas lo que ha bajado el negocio en los últimos años. Sobre todo en la carne roja”.
Una de las primeras críticas que se ganó el ministro a raíz de sus declaraciones fue el menú de su boda. La hemeroteca lo desvela. Garzón sirvió carpaccio de ternera, gambas de Huelva, bogavante horneado, jamón y solomillo, según informó Cope. Un festival del veganismo, vamos. “Bien que sirvió solomillo en su boda”, se queja Javier, otro vendedor de carne. “Vamos, eso me ha dicho una clienta hoy mismo”. Pues la señora ha acertado.
Javier no está preocupado por las consecuencias que esto pueda traer: “Son noticias que van y vienen. No va a afectar nada al sector. El sol quema al principio, luego no. De aquí a 15 días está olvidado todo”. ¿Y respecto a la salud? “Yo como carne todos los días. Y mira”, y muestra un bíceps que le permitiría echar un pulso a Connor McGregor.
“Me parece una gilipollez lo que ha dicho”, considera Miguel Ángel, otro carnicero veterano del mercado. “¡Es acojonante la preparación de ese ministro! ¡Lo que sabe!”, suelta de forma irónica. “Un tío que pone como ejemplo el consumo de la economía cubana… A partir de ahí, cualquier cosa me parece normal. No me extraña nada ya”.
—¿Cree que el sector se va a ver afectado por esto?
—Creo que la gente es más inteligente que eso. Bueno, no inteligente, normal. Tampoco nos pasemos (risas) -contesta mientras corta unas chuletillas ibéricas para unos clientes.
Teo, dueño del establecimiento con su mismo nombre, considera que “es una equivocación completa” lo que ha dicho Garzón. “Mucha gente vive de la ganadería. ¿Que la carne es mala? Malos son los sueldos que tienen ellos. Eso es lo que contamina. Y me da igual que sean de izquierdas que de derechas. No se le ha oído en dos años y, para una vez que habla, dice tonterías”.
Hay varios argumentos que se repiten en este recorrido. “Hay muchas cosas más perjudiciales que la carne”, opina Teo. Ana, la única mujer que este jueves estaba tras el mostrador de una carnicería, coincide: "Hay muchas cosas que solucionar antes que esto, en cuanto a contaminación. Todo el tema del plástico, de la ropa... Hay muchas cosas que contaminan más que la carne”. El otro argumento es probablemente más potente: la crisis. “Nos ha afectado mucho el Covid y esto nos va a perjudicar más”, concluye Ana.