Los nuevos derrumbes en el volcán de La Palma vuelven a dejar escapar más lava. Las coladas ocupan nuevas zonas, hasta el punto de que la población de Todoque ha quedado completamente sepultada. Pero en medio de tanta destrucción y devastación, subsisten pequeñas islas de biodiversidad que actúan a modo de oasis en pleno desierto.
El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) ha encontrado pequeños resquicios de vida en diferentes puntos del volcán de Cumbre Vieja. Cuentan que son "zonas que quedan aisladas, como islas flotando sobre las coladas de lava". Reciben el nombre de kipuka, un término hawaiano que significa abertura y que describe un fenómeno de gran interés para los biólogos.
Que el nombre de esta suerte de islas provenga de Hawai no es algo inusual en vulcanología. Como explica Matías Fonte-Padilla, biólogo y decano del Ilustre Colegio Oficial de Biólogos de Canarias (COBCAN), el estudio y el conocimiento de las erupciones en este país ha dado nombre a muchas definiciones volcánicas. La propia lava que se está viendo en la erupción de La Palma se conoce como AA, un término hawaiano que significa que cuesta caminar.
Kipuka no hace sino más que describir lo que está ocurriendo en las laderas del Cumbre Vieja desde que comenzó la erupción en la que las coladas de lava bordean por ambos lados un espacio de tierra que queda aislado. Fonte-Padilla cuenta que "suele pasar en coladas lentas y sobre todo si hay una pequeña montaña o algo en la orografía que permita que la lava rodee ese terreno y no lo arrase".
El experto explica a EL ESPAÑOL que lo positivo de estos espacios es que sobreviven las especies -plantas y animales- que de forma natural estaban en esa franja de terreno. A pesar de que los bordes de estas pequeñas islas sufren las temperaturas y los efectos abrasivos de la lava, el interior queda intacto. Fonte-Padilla asegura que las kipukas "permiten conocer cómo está actualmente esta zona" y "un estudio interesante a largo plazo de lo que es una población aislada".
En las Islas Canarias existen multitud de especies endémicas -propias de la zona-, precisamente porque son islas y la mayoría de las especies que las habitan se desarrollan únicamente en ellas. Fonte-Padilla explica que "en estos casos, se produce una evolución independiente, y esto también sucede en una kipuka, sobre todo con animales y plantas que no tengan mucha capacidad de dispersión". Lo que ocurre es que "se crea un ecosistema propio" en el que animales como pueden ser los lagartos, sin mucha capacidad de desplazamiento, se quedan dentro de la kipuka y no se mueven. "Es un reservorio genético", cuenta el biólogo.
Un aislamiento que es especialmente férreo mientras la lava siga escapando del volcán. La temperatura de las coladas de lava hacen que el aire caliente se eleve y crean una especie de cortina alrededor de estas pequeñas islas, lo que impide la entrada de otros seres vivos en este santuario. "Las aves detectan las corrientes de aire", asegura el experto, por lo que evitan estas zonas.
Este reservorio de vida, sin embargo, va a ayudar en el período de recuperación. Así lo explica Fonte-Padilla, porque aunque serán necesarios un mínimo de 5.000 años para ver de nuevo un bosque donde ahora solo hay coladas, estos reservorios de biodiversidad "favorecen la repoblación posterior de una colada volcánica".
En el imaginario colectivo está que esta colonización de un terreno abrasado por la lava comenzará con los líquenes y las plantas. El biólogo, sin embargo, asegura que no es verdad, sino que serán los insectos y los pequeños arácnidos los que, poco a poco, y junto con fenómenos naturales como la lluvia, irán erosionando el terreno y favoreciendo la recuperación de la zona. Un proceso en el que también cobra importancia el factor viento, que se encarga además del movimiento de semillas, restos vegetales o pequeñas arañas hacia una colada volcánica ya fría.
Nuevas coladas y más sismos
No obstante, aún pasarán décadas hasta que ese suelo pueda comenzar a regenerarse. Un aspecto que preocupará más adelante, porque las miradas se posan estos días sobre el nuevo recorrido que están siguiendo las coladas que expulsa el Cumbre Vieja. El derrumbe del flanco norte del volcán en este fin de semana ha abierto nuevas travesías que han sepultado áreas pobladas como la parte de Todoque que aún quedaba en pie. Las hectáreas arrasadas suman ya más de 590 hectáreas y la preocupación e incertidumbre siguen presentes.
Como recoge Europa Press, Miguel Ángel Morcuende, portavoz del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias), no se atreve a fijar en qué punto se encuentra la erupción. En rueda de prensa, ha comentado que ha habido un "incremento notable" del aporte de lava tras el "desbordamiento" de la colada principal con otro flujo que va por el norte de la montaña de Todoque y avanza hacia al mar, aunque dentro de la zona de exclusión. Esta nueva colada está a poco menos de 300 metros del mar y se prevé que terminará llegando a la costa, a la altura de la playa de El Perdido, por lo que puede crear otra fajana.
Los terremotos, por otro lado, crecen estos días en intensidad. El Instituto Geográfico Nacional (IGN) ha localizado más de 40 terremotos durante la noche del domingo en el sur de La Palma, uno de ellos, en Mazo, de magnitud 4,3, sentido por la población y a una profundidad de 43 kilómetros.
En general, los sismos se mantienen a altas profundidades en torno a los municipios de Mazo y Fuencaliente, entre los 10 y los 38 kilómetros. Como explicamos en este artículo, mientras se produzcan a profundidades mayores a 10, no plantean un peligro real de apertura de nuevas bocas eruptivas. No obstante, se prevé que los sismos continúen y puedan originar derrumbes localizados en zonas de pendiente.
Así las cosas, el penacho de gases del volcán es un aspecto que preocupa estos días. A pesar de la mejoría en las condiciones meteorológicas de las últimas horas, se espera un giro a componente oeste del viento entre los niveles de 2.500 a 5.500 metros. Según el último informe de Seguridad Nacional, esto puede provocar un desplazamiento de las cenizas que podría afectar a la operatividad del aeropuerto de La Palma.
Como ha informado la dirección del Pevolca, la emisión de dióxido de azufre sigue "en niveles altos", con una cantidad subestimada de 7.652 toneladas diarias mientras que la dorsal de Cumbre Vieja en total alcanza las 1.884 toneladas de dióxido de carbono. En cualquier caso, sin peligro de momento para turistas y visitantes.