Elena Castillo-Lorenzo siempre fue de ciencias, "desde pequeña". Estudió Ingeniería Técnico Agrícola en la Politécnica de Valencia y luego un máster de Mejora Vegetal, donde descubrió la necesidad de investigar la "parte más silvestre" de las plantas que consumimos cada día, del café a las verduras pasando por el chocolate. Con esa experiencia llega al Millenium Seed Bank del Real Jardín Botánico de Londres (Kews Gardens) en 2013 con un objetivo: buscar "parientes" salvajes de nuestros alimentos básicos que nos ayuden a evitar una más que cercana extinción.
"Siempre he tenido relación con las plantas y la conservación de la biodiversidad", relata Castillo-Lorenzo a EL ESPAÑOL por teléfono desde el 'templo' británico de la botánica. El Millenium Seed Bank Project, que alberga 2.500 millones semillas y ha logrado proteger 46.000 especies, ha sido galardonado con uno de los Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad 2021. "Todo el equipo está muy contento y agradecido", cuenta. "Es fantástico que exista este tipo de reconocimiento. ¡Estamos encantados de dar visibilidad al trabajo con plantas!".
Tenemos la imagen de la bóveda de Svalbard preparada para un apocalipsis, pero en realidad un banco de semillas se enfrenta a extinciones a diario.
Sí. La iniciativa de la Red Internacional de Bancos de Semillas se inició en el año 2000 precisamente por esto, por la crisis de biodiversidad. Dos de cada cinco plantas están amenazadas o en peligro de extinción, y tanto la vida en el planeta como específicamente del ser humano depende de ellas.
¿La idea no es tanto guardar todas las semillas para replantar tras la gran catástrofe, sino ofrecer soluciones de adaptación frente al cambio climático?
Exacto. Las colecciones que guardamos tiene dos objetivos principales: la conservación en el caso de que ocurran incendios, terremotos o cualquier otra catástrofe, y tener una 'copia de seguridad' para poder reintroducir esas plantas en su hábitat natural; y la investigación, llevando especies silvestres que son menos conocidas. Tratamos de obtener información sobre su propagación, sobre su uso en la naturaleza, y sobre cómo se podrían implementar en programas de reforestación. Son parientes silvestres de los cultivos más comunes: berenjena, girasol, patata... con características de interés a largo plazo, como la tolerancia a plagas o adaptaciones a cambios de clima.
¿Es mucho más factible recuperar y adaptar especies vegetales a partir de una base de datos genéticos de lo que ocurre con la fauna?
Depende de la especie, pero si trabajamos con las que tienen ciclos anuales, más cortos, se obtienen resultados más rápido. La investigación avanza para acelerar este proceso todavía más, y que sea más barato para que no solo los países ricos lo puedan implementar. Nosotros ayudamos proporcionando formación y capacitación a las instituciones de los 190 países que forman parte de la red pero no tienen estas instalaciones tan avanzadas, o carecen de experiencia y recursos. No son solo bancos de germoplasmas: jardines botánicos, centros como el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria de España (INIA) y universidades.
Un compañero investigador de los jardines de Kew, Carlos Magdalena, definía las plantas como "el pegamento que une los ecosistemas".
A veces nos preguntan: "¿Qué especie es la más importante?". Y la respuesta es que todas son importantes, todas cumplen un papel en el ecosistema, de la más pequeña al árbol más alto. En el momento en el que se extingue una en la naturaleza, es una pérdida grande porque es como el 'efecto mariposa': afecta al resto de la biodiversidad modificando el microhábitat.
¿Qué especies de consumo son las más afectadas por la crisis de la biodiversidad?
En el caso del café, en el proyecto que comentábamos, descubrimos una variedad silvestre con sus mismas propiedades pero con mayor tolerancia a la sequía y las temperaturas altas. Eso puede ayudar a los productores a seguir cultivándolo a medida que cambia el clima, incluso en zonas en la que sería impensable producir el café convencional. Tenemos ejemplos de 'primos lejanos' de la zanahoria o la berenjena con características de adaptación al uso de nuevos suelos. Las amenazas no vienen solo del cambio climático, son muchos factores, como la deforestación. Con el arroz, por ejemplo, se plantean problemas por el tipo de cultivo actual.
¿No es una paradoja abogar por la 'dieta basada en plantas' para contrarrestar el calentamiento, cuando son las plantas la que lo sufren más?
Forma parte de los proyectos que llevamos a cabo: incluir de forma generalizada en la dieta cultivos que podrían ser mejor utilizados o están infravalorados. Muchas especies que se consumen a nivel local en algunas zonas del trópico, de África o del sureste asiático, y no son conocidas fuera de ahí. Por suerte hay mucha diversidad: uno de los ejemplos sería la quinoa, que solo existía en algunas zonas y no se utilizaba a nivel comercial, y ahora está en casi todos los países. A nivel nutricional tiene muchos beneficios, y es un cultivo muy rústico, tolerante a la sequía.
¿Cómo es la experiencia de la carrera investigadora en Reino Unido? ¿Es más sencillo encontrar oportunidades que en España?
No sé si 'sencillo' sería la palabra. Desde mi experiencia, en Inglaterra hay más oportunidades, ves más ofertas por decirlo de alguna manera. Pero es más competitivo, depende de tu currículum y de la experiencia que puedas aportar. Cuando yo terminé la carrera en España era muy difícil encontrar trabajo con perfil de investigadora a menos que tuvieras a alguien en la universidad que te pudiera ayudar.
¿Se ha planteado el futuro de su carrera investigadora? ¿Han mejorado las cosas en España como plantearse regresar de Reino Unido?
Es lo que comentábamos: es muy difícil volver a España por las ofertas de trabajo que hay a día de hoy. Por mi experiencia, no, nada ha mejorado [ríe]. Aquí tengo la suerte de tener un contrato "de lo mío", como se suele decir, de lo que he estudiado. Y estoy muy a gusto. Es una maravilla trabajar con este equipo, con gente de todo el mundo, con semillas a nivel internacional. Por ahora estoy muy contenta donde estoy. A largo plazo estaría muy bien volver, pero necesitaría una oferta que no fuera temporal. Muchos de mis compañeros en España tienen becas de un año, y después de eso, ya está, no tienes nada más. Necesitamos estabilidad, puestos de trabajo que ayuden a que las personas formadas se queden ahí y puedan seguir aportando.