Científicos de la Universidad de Arizona han demostrado que en los últimos 150 años se ha producido el mayor aumento de temperaturas de la historia como consecuencia del aumento de emisiones de efecto invernadero y el restroceso de las capas de hielo. La investigación, publicada en la revista Nature, analiza por primera vez en intervalos de 200 años las temperaturas existentes en la Tierra en los últimos 24.000 años.
El estudio llega en un momento en el que líderes, empresas y organizaciones a nivel mundial atraviesan los últimos días de discusiones en la cumbre del clima en Glasgow. Una recta final marcada por falta de consensos acerca de cuántos recursos dedicar a la financiación de la adaptación y lucha contra el cambio climático y sobre cómo reducir emisiones.
El último borrador del informe del IPCC de Naciones Unidas señalaba a la acción humana como principal culpable del cambio climático que está viviendo el planeta. Pero además, el último informe de la organización sobre emisiones -publicado a escasos días de la COP26- concluía que, a tenor de los compromisos entregados por los países, el planeta se encaminaba a unas temperaturas de 2,7ºC durante este siglo. Unos niveles muy superiores al objetivo del 1,5ºC recomendado para evitar los peores efectos del cambio climático.
Los autores del nuevo estudio sobre el calentamiento global publicado en Nature vienen a reforzar ahora las informaciones que lleva aportando la ciencia en las últimas décadas, e incluso van más allá: afirman que las temperaturas alcanzadas en este último siglo no tienen precedentes. Unos datos que demuestran cómo se ha acelerado el cambio climático a medida que se ha intensificado la actividad humana.
Jessica Tierney, profesora de geociencias de la Universidad de Arizona y coautora del estudio, asegura que "las temperaturas actuales no tienen precedentes en 24.000 años", además de que "la velocidad del calentamiento global causado por los humanos también es más rápida que cualquier otro factor que hayamos observado en esa misma ventana de tiempo".
Por su parte, Matthew Osman, investigador postdoctoral en geociencias de la Universidad de Arizona y autor principal del estudio, apunta que "el hecho de que hoy estemos tan lejos de los límites que podríamos considerar normales es motivo de alarma y debería sorprender a todos".
El mapa elaborado por los científicos participantes en el estudio refleja así los cambios de temperatura global para cada intervalo de 200 años remontándose a 24.000 años atrás. Como explica Osman, este mapa permite explorar cómo han variado las temperaturas en la Tierra a un nivel muy personal.
"Para mí, poder visualizar la evolución de las temperaturas de hace 24.000 años en el lugar exacto en el que estoy sentado hoy, o donde crecí, ayuda realmente a ser consciente de la severidad del cambio climático que vivimos en la actualidad", comenta Osman.
Asimismo, los autores de la investigación aseguran que si se realiza una búsqueda en internet sobre los cambios de la temperatura global desde la última edad de hielo, aparece un gráfico sobre el calentamiento global a lo largo del tiempo creado hace ocho años. En este sentido, la reconstrucción de este nuevo estudio "mejora esa curva al agregar la dimensión espacial", tal y como señala Tierney.
Una combinación de métodos
Es necesario estudiar el pasado, para explicar el presente e imaginar un futuro. Esta frase, escuchada a menudo en conversaciones sobre temas históricos, puede aplicarse también al cambio climático, para explicar cómo se ha llegado a esta situación límite. Y es, precisamente, la premisa que bien podrían haber seguido los autores del estudio.
En su investigación, el equipo utiliza diferentes métodos para reconstruir las temperaturas pasadas, conocer en qué punto estamos en comparación a años atrás y plasmar una realidad para poder tomar soluciones con respecto al futuro.
En concreto, el equipo de científicos de la Universidad de Arizona combinó dos conjuntos de datos sobre la temperatura de los sedimentos marinos y simulaciones por ordenador acerca del clima. De esta forma han conseguido crear una imagen más completa del pasado.
Los sedimentos marinos dan una información muy valiosa sobre las circunstancias del ecosistema años atrás. De hecho, las huellas químicas de estas partículas insolubles ofrecen información sobre las temperaturas que había en un tiempo pasado. Por ejemplo, se sabe que los cambios en el clima pueden afectar la química del caparazón de un animal muerto hace mucho tiempo.
Con estos datos, los paleoclimatólogos -aquellos que estudian las características climáticas de la Tierra a lo largo de su historia- pueden utilizar estas medidas para estimar la temperatura en una zona. No es un termómetro perfecto, pero es un punto de partida.
Por otro lado, los modelos climáticos realizados por ordenador brindan información sobre las temperaturas en base a la mejor comprensión de los científicos de la física del sistema climático. No obstante, aunque ninguno de los dos métodos es completamente perfecto, los científicos de la Universidad de Arizona decidieron combinarlos "para aprovechar los puntos fuertes de cada uno de ellos".
Esto es lo que se conoce en el ámbito científico como asimilación de datos, utilizada generalmente en la predicción meteorológica. Tierney, quien también ha contribuido al último informe del IPCC sobre cambio climático, cuenta que "para pronosticar el clima, los meteorólogos comienzan con un modelo que refleja el clima actual, y luego agregan observaciones como temperatura, presión, humedad, dirección del viento, etcétera, para después crear un pronóstico actualizado".
Conocer más del clima pasado
Osman asegura que la combinación de estos métodos científicos permite aprovechar "los méritos relativos de cada uno de los conjuntos datos únicos", de tal forma que pueden generarse "reconstrucciones con restricciones de observación dinámicamente consistentes y espacialmente completas del cambio climático pasado".
El equipo se embarca ahora en un nuevo objetivo. Con este mismo método, los científicos de la Universidad de Arizona se plantean seguir avanzando en la investigación del cambio climático en la Tierra y profundizar aún más en el pasado.
"Estamos entusiasmados con el hecho de aplicar este método a climas antiguos más cálidos que los de hoy", aseguró Tierney, "porque esos períodos son fundamentalmente ventanas hacia nuestro futuro a medida que aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero".