El flanco sur de La Palma ha quedado bañado de decenas de millones de metros cúbicos de ceniza, de coladas de lava aún calientes y gases tóxicos que aún pueden durar meses. Tras 85 días de erupción, el Cumbre Vieja se ha apagado, pero deja 1.219 hectáreas de terreno afectadas y enormes daños materiales. Se desconoce el tiempo estimado de los trabajos de reconstrucción, porque aún quedan peligros evidentes.
"La emergencia no ha terminado todavía", asegura Stavros Meletlidis, geólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN). "[Los científicos] tenemos que hacer hincapié en los peligros de remover las coladas, los posibles derrumbamientos, los gases, las altas temperaturas que pueden tener las coladas o las posibles partículas en suspensión que pueden originarse al remover las cenizas".
Después de tres meses de erupción, los equipos operativos en la zona se apresuran para recuperar cuanto antes la normalidad en la isla. El 29 de diciembre, se realizó la primera prueba para retirar las coladas de lava en el cruce la La Laguna, en el municipio de los Llanos de Aridane. Armados con excavadoras, los operarios pudieron retirar hasta cuatro metros cúbicos de lava. Pero el volcán, de nuevo, marca sus tiempos.
Como explica David Calvo, geoquímico y portavoz de Involcan, "todos los gases y las temperaturas presentes ralentizan los trabajos". La excavadora por encima de los 200ºC no puede trabajar y ya se están viendo esas temperaturas muy cerca del comienzo de la excavación. Es entonces cuando "la excavadora se retira y lo que hace la Unidad Militar de Emergencias (UME) es enfriar la lava con mangueras", asegura Calvo. No obstante, esto "se puede hacer de forma muy local" y, a medida que se vaya profundizando en la colada y se enfrenten a campos de lava más grandes, "enfriarlas con camiones probablemente no es una opción".
El volcán ha vertido más de 200 millones de metros cúbicos de lava sobre el terreno, una cantidad inédita en la isla desde que hay registros. Se han formado auténticos muros de lava que llegan a alcanzar hasta 50 metros de altura. Su costra está fría, pero por dentro llegan a alcanzar temperaturas de varios cientos de grados, aún después de casi 20 días desde que el Cumbre Vieja dejara de expulsar magma.
En el cráter quedan todavía huecos en los que se miden hasta 1.000ºC y en coladas como las de La Laguna, que ya se está perforando, se han encontrado 230ºC a apenas un metro de profundidad. En zonas más espesas, por tanto, serán mucho más altas, como también las que han recorrido el sector central de Todoque, donde "es posible que las temperaturas estén en los 600ºC o 700ºC fácilmente", cuenta Calvo. Señala que "el calor interno que es capaz de guardar el volcán durante una gran cantidad de tiempo es muy importante".
Al reto de las temperaturas, se unen los gases tóxicos que están presentes en las inmediaciones del volcán y que, probablemente, persistan durante varios meses. El magma que ha quedado en el conducto tiene que ir enfriándose y tiene que terminar de desgasificarse. Algo parecido pasa con las coladas de lava también, aunque en menor cantidad que en el cono volcánico, porque cuando dejan de fluir y pierden temperatura su desgasificación es mucho más rápida. "Tienen elementos pequeños de dióxido de azufre, dióxido de carbono y vapor de agua" y "es cierto que en zonas propicias como vaguadas se pueden acumular", apuntan desde Involcan.
¿Vuelta a la normalidad?
Lo primordial ahora es asegurar y recuperar los servicios esenciales en zonas pobladas como son la luz, el agua y las carreteras, muchas colapsadas por auténticos muros de lava. Además, hay decenas de millones de metros cúbicos de ceniza y piroclastos que cubren espacios naturales, pero también viviendas y zonas pobladas. En algunos puntos llegan a alcanzar los seis metros de altura, sobre todo en los más cercanos al volcán. Ceniza con la que, incluso, se llegó a traficar.
"No cabe la idea de remover todo eso. Hablamos sobre todo de retirar esa ceniza o lapilli que puede generar un problema para la vuelta a la vida normal de los habitantes. Lo que está dentro de un paisaje natural, como en todas las islas, va a quedar ahí", apunta Meletlidis. Como tampoco se levantará toda la lava que hay sobre el terreno: "Hay que vivir con las lavas y hay que vivir con el lapilli".
Hay, incluso, quien plantea medidas para reutilizar toda esa ingente cantidad de ceniza. El Partido Popular de Icod de Los Vinos (Tenerife) ha propuesto al Gobierno de Canarias que realice un estudio para conocer la viabilidad de reutilizarla para la reposición de arena en la playa de San Marcos. Este enclave turístico se encuentra ahora prácticamente en ruinas tras unas obras de acondicionamiento que frenaron el ciclo de la arena y acabaron con uno de los grandes atractivos del entorno.
Sin embargo, como cuenta el geólogo, aún quedan por delante "peligros invisibles" más importantes que atender como son los gases o los daños estructurales en las viviendas. La UME detectó hace apenas unos días una gran concentración de gases letales que emanaban del suelo en la aún presente zona de exclusión. Muchos de ellos presentan altas concentraciones en el interior de las viviendas más cercanas a las coladas y en los sótanos. Por este motivo, la vuelta a la normalidad en la isla será lenta y dependerá de la medición de parámetros variables como la presencia de gases o la temperatura interna de las coladas.
"De lo que conozco, no hay ningún otro sitio en el mundo en el que se haya intentado intervenir una colada de esta potencia", apunta Meletlidis. Recuerda que, en la erupción de San Juan, cuando el núcleo de Fuencaliente se quedó aislado, se consiguió abrir las carreteras con explosivos, pero -asegura- se trataba de unas coladas de mucha menos potencia, de unos tres metros de altura. "Ahora hay que plantearse si merece la pena aplicar o no medidas en ciertos puntos. Lo importante ahora es la planificación, que depende de las administraciones".
La Palma, ante una doble crisis
En las más de 1.000 hectáreas que ha cubierto la lava, más de 2.900 viviendas se han visto afectadas y hasta 138 edificaciones han resultado dañadas, según datos de Copernicus. Las hectáreas de cultivos devastadas se cifran en 370, la mayoría de plátano, con 228,69, uno de los motores económicos de la isla. Además, 412 hectáreas de plataneras han sido cubiertas por cenizas.
Las pérdidas provisionales estimadas por el Gobierno canario alcanzan así cifras de vértigo. En total, hasta 840 millones de euros. Román Rodríguez, consejero de Hacienda del ejecutivo insular, señala que el fondo de solidaridad de la UE "apenas" aportará el 2,5%, por lo que reclama más ayudas europeas.
Como recoge Europa Press, el ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática del Gobierno de España, Félix Bolaños, ha reiterado la voluntad de "intensificar" la reconstrucción "cuanto antes" para "devolver los proyectos de vida a las personas afectadas" y ha destacado la "agilidad récord" en la tramitación y entrega de las ayudas a la población.
"Queremos hacerlo a un ritmo muy ágil y muy rápido. Sin duda, un ritmo que en catástrofes de esta naturaleza no se había tenido antes nunca", ha defendido. Así, ha precisado que a fecha de 31 de diciembre, el Ejecutivo central ha movilizado ya 247,6 millones de euros en la isla y prevé movilizar "en los próximos meses" 195 millones de euros más. En total, la suma de ayudas que el Gobierno estima para la reconstrucción de la isla de La Palma asciende a 442 millones de euros, a los que se sumarán las aportaciones del Gobierno insular, el Cabildo y las corporaciones locales.
Entre estas aportaciones está la de duplicar el máximo de las ayudas del Estado para que cada familia afectada pueda reconstruir su vivienda destruida por el volcán, hasta 60.480 euros, compatibles con las de otras administraciones. Además, también se dará una subvención de unos 17 millones a pymes y relanzamiento del sector turístico, y unos 12 millones en ayudas al sector de la agricultura y pesca.
Mientras esperan las ayudas, los palmeros se enfrentan además a otra crisis más allá de la económica. Entre las más de 7.000 personas evacuadas, hay quien ha perdido el barrio donde creció, quien ha perdido la casa que llevaba manteniendo toda la vida o su lugar de trabajo y subsistencia. E, incluso, todo a la vez.
Como aseguraba en una entrevista Cristina García, coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC), "muchas personas van a desarrollar algún tipo de trauma y de estrés crónico", porque "vivir esta situación durante tanto tiempo genera este tipo de reacciones y posibles trastornos". No obstante, una vez terminada la emergencia, los psicólogos del GIPEC se retiran. En este sentido, "ahora, en muchos casos, va a hacer falta una terapia y esperamos que los afectados puedan tener ese acceso".