"En mi coche tengo cuatro mochilas, y según quien me active, allá que voy". Son palabras de Cristina García, psicóloga clínica y coordinadora del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) de Canarias que ha atendido estos meses a los afectados por la erupción en La Palma.
García forma parte también del grupo de psicólogos voluntarios de Protección Civil, Cruz Roja y SOS Desaparecidos y, desde hace años, interviene en lo que en psicología de emergencias se conoce como Incidencias No Rutinarias (INR). Como profesional ha ejercido en situaciones complicadas: muertes súbitas de menores, incendios, accidentes de tráfico, desapariciones y, ahora, una erupción.
En esta entrevista con EL ESPAÑOL, confiesa que la emergencia del volcán de La Palma "ha sido dura", pero la que más le impactó fue cuando se desplomó un edificio en la zona de Los Cristianos (Tenerife) hace cinco años. Aquel incidente se cobró la vida de al menos siete personas. Es, hasta la fecha, el mayor colapso de un edificio conocido en la isla.
García ha coordinado a unos 100 psicólogos de forma presencial y telefónica en La Palma
En la erupción de La Palma, los psicólogos del GIPEC han trabajado de manera totalmente gratuita: "Todos de forma voluntaria para intervenir y ayudar en lo que hiciera falta", asegura. Y no son pocos. García calcula que ha coordinado el trabajo de unos 100 psicólogos en la isla: unos 30 de manera presencial y más de 70 de forma telefónica.
¿Cómo interviene el GIPEC ante una catástrofe?
Yo entro como coordinadora meses antes del colapso de Los Cristianos. Desde el GIPEC, intervenimos a lo largo de todo el año. Se firmó un convenio con el Servicio de Urgencias Canario (SUC), y desde entonces, a mí me activa el 112 para avisarme de suicidios, un accidente de tráfico con fallecimientos, muertes súbitas… todo lo que se llama Incidencias No Rutinarias (INR). Eso no es mediático, no sale, pero estamos en todas estas incidencias.
Ahora bien, el convenio que tenemos no es remunerado, lo hacemos de forma gratuita. Es verdad que de vez en cuando hacemos pequeños proyectos, que después salen de forma pública a los colegiados para los que quieran participar, pero son irrisorios, no cubren las necesidades que hay que cubrir. No estamos metidos en los planes de emergencia. El convenio con el SUC fue uno de los primeros pasos que se han dado para que se vea la importancia del psicólogo de emergencia, que no hace terapia, sino los primeros auxilios psicológicos. Cuando se termina la emergencia, se deriva al psicólogo clínico.
¿En qué consisten esos primeros auxilios?
En primer lugar, la escucha activa. Intentamos minimizar el desbordamiento que tienen las personas, la inestabilidad emocional que causa una emergencia o una situación que no es normal. Intentamos hacer una estabilización para evitar que los posibles trastornos psicológicos se cronifiquen.
"Eran momentos difíciles, sobre todo cuando tenían que cerrar la puerta de su vivienda y no sabían si iban a volver"
¿Cómo han sido esos primeros auxilios con la erupción de La Palma?
Ahora con el volcán lo que hicimos fue abrir un dispositivo telefónico, porque no todos podíamos trasladarnos a la isla. Sobre todo porque, según los gases y las cenizas, a veces se cerraba el aeropuerto. No podíamos trasladarnos para allá. Si es verdad que íbamos mucho. Yo viajaba cada 15 días y me quedaba unos tres días en la isla. El día 19 fue la erupción, y el día 20 ya estaba allí. El día 19 es verdad que hubo seis psicólogos que empezaron a trabajar sobre el terreno y luego ya nos fuimos organizando para poder intervenir.
Una línea aérea incluso dio viajes gratis para los equipos intervinientes y nosotros también pudimos hacer uso en alguna ocasión de esa donación -porque al fin y al cabo fue una donación altruista- para poder intervenir no sólo con el acompañamiento de las personas, sino también dentro de las viviendas cuando se les daban 15 minutos.
Ellos siempre describen este momento como el más duro. El de tener que elegir qué coger y qué no. Y el bloquearse, no saber qué elegir. Eran momentos difíciles, sobre todo cuando tenían que cerrar la puerta de su vivienda y no sabían si iban a poder volver a entrar, si iban a volver a ver su vivienda en pie o la lava iba a devastarla.
A pesar de que nuestra función era a nivel psicológico, es cierto que ayudábamos. Tenemos dos manos y dos pies, e intentábamos también sacar cosas. Los primeros evacuados no tuvieron esa oportunidad de entrar a sus viviendas, porque fue algo repentino, a pesar de que se avisaba del recorrido de la lava. Otros sí que fueron 15 minutos, pero sólo con un vehículo. Ya después con el tiempo, les dejaban entrar y a veces con cuatro o cinco camiones y podían sacar muchas más cosas. Hubo en alguna vivienda que incluso cogieron las puertas y las ventanas de madera para intentar salvar todo lo que pudieran.
¿Y cómo es posible que aún no se os haya incluido en los planes de emergencia?
Pues por las administraciones públicas y los encargados de los planes de emergencia. Yo espero que cuando se actualicen los planes territoriales, se meta al GIPEC en el plan de emergencia. Hasta ahora son pequeñas aportaciones desde el área de Juventud y de Género. Con eso se pudo contratar a 8 personas que están haciendo psicología clínica para no olvidar a los palmeros.
Lo que pasa que es verdad que esa partida presupuestaria está hasta el 31 de diciembre, apenas quedan dos días, y todavía a día de hoy no sabemos qué va a pasar a partir del día 31 de diciembre. Lo que es la emergencia en sí ya no está y, por tanto, el psicólogo de emergencia se retira, pero la afectación sigue ahí.
¿Qué reacciones habéis visto en estos meses de erupción?
Hemos visto distintas reacciones en este tiempo. Al principio era muchísimo miedo y muchísima incertidumbre. Sobre todo, no sabían si sus casas habían sido devastadas. Luego se unió la rabia y la impotencia, porque además las administraciones públicas no dan soluciones. Saben que hay muchísimas donaciones y ellos [los palmeros] no ven esas donaciones recibidas para poder seguir adelante.
Recuerdo un señor en un hotel en Fuencaliente que decía: “Nunca pensé que estar en un hotel de 5 estrellas me iba a producir tanto estrés y tanta ansiedad. Es una habitación fría, no son mis pertenencias, esta no es mi casa. No me falta comida, no me faltan sábanas limpias y ropa limpia, pero no es mi casa”.
También recuerdo a un niño cuando estábamos los primeros días en el cuartel. A muchos de ellos se les dieron juguetes. El niño decía: “Parece la noche de Reyes, tengo muchos juguetes nuevos, pero estos no son mis juguetes”. O un señor con la llave en la mano que decía: “Y pensar que esto antes era mi todo, mi tranquilidad, mi zona de confort, el desear llegar a mi casa, y ahora sólo es un cacho de hierro, no me sirve para nada”. Lo que antes era su sustento, ahora no le servía para nada, porque su casa había sido devastada.
"El duelo es aceptar una pérdida y los palmeros han perdido por lo que han luchado toda su vida"
¿Cómo ha sido intervenir a los afectados por la erupción?
Ha sido una intervención dura, pero no es la más dura en la que he estado. En la de Los Cristianos hubo siete víctimas mortales. Aquí ha habido una víctima mortal por una imprudencia, pero sí es verdad que no hemos tenido que tratar el duelo en ese aspecto. Sí hemos trabajado el duelo, porque el duelo es cualquier tipo de pérdida: del puesto de trabajo, una ruptura sentimental o pérdida de los bienes. El duelo es aceptar una pérdida y los palmeros ahora han perdido por lo que han luchado todas sus vidas durante años.
Con las personas mayores es con quien más nos ha costado intervenir, por naturaleza. Ellos no ven un futuro alentador para poder empezar a levantar una vivienda. Es como: “tantos años trabajando para tener mi casa y dejárselo a mis hijos y nietos, y al final les dejo un trozo de lava en el terreno”. Es duro para ellos. Para los niños es duro también. Pero esa capacidad de salir adelante, la mayoría la van a tener. Algunos van a necesitar esa asistencia psicológica, y también porque ya traían una base anterior al volcán.
Eso sí, se ha abierto un poco más esa mentalidad de asistencia al psicólogo, sobre todo los palmeros, que preferían venirse a Tenerife, donde yo ejerzo. Preferían pagarse un pasaje y venir aquí, que ir al psicólogo allí y que los demás lo vieran. Por la vergüenza, por los mitos de ir al psicólogo, de que las personas que van están locas. De hecho, durante la erupción, nos llamaban para preguntar en qué horario iba a haber menos gente, y no era para tardar menos, sino para que no les vieran. Aunque yo creo que ya se ha normalizado un poco la asistencia al psicólogo.
Los palmeros han atravesado, además, una doble crisis: la covid-19 y la erupción de un volcán.
Sí. Cuando la covid-19, también abrimos el dispositivo telefónico. Yo tenía que coordinar a más de 200 psicólogos de forma voluntaria. Se abrió la veda de: si están los psicólogos, pues vamos a hacer uso de ellos. Se ha visto en España la importancia de la salud mental y del psicólogo, y en este caso, de la psicología de emergencia. Espero y deseo que las administraciones públicas no sólo no se olviden de los palmeros, sino tampoco de los psicólogos de emergencias y nos incluyan en los planes territoriales.
¿Cómo fue el primer día sobre el terreno?
Mucho miedo, estrés, ansiedad, mucho llanto, mucha tristeza. A nosotros nos activaron, fuimos para allá, estaban los evacuados y ya tenían sus camas asignadas. Nos íbamos acercando, haciendo esa ventilación emocional, esa escucha activa y ese acompañamiento y les íbamos dando ciertas pautas. Teníamos esas reacciones dicotómicas: o dormir mucho o no dormir nada, o comer mucho o no comer nada. Es decir, reacciones normales ante una situación anormal.
Además, no todos los evacuados fueron realojados, porque había muchos que tenían segundas viviendas o les acogieron familiares. De ahí también esa importancia de la asistencia telefónica, porque nosotros podíamos llegar a los que estaban reubicados, pero las personas que no, ¿cómo llegábamos a ellos? Y así fue, se hizo uso de la forma presencial y la online.
¿Cómo se supera una catástrofe así?
Es una catástrofe para la persona. Es: “Lo he perdido todo y a vivir de la caridad”. No me gusta la palabra superación. Me gusta la frase “aprender a vivir con ello” y la resiliencia, aprender a vivir con esa situación. El apoyo social ha sido una de las cosas maravillosas que he visto en esta situación. No sólo el pueblo canario se ha volcado con las donaciones, sino también los distintos colegios oficiales de psicología al ofrecernos a su personal. No fue necesario, pero sabíamos que podíamos contar con ello en caso de necesitarlo.
"Espero que las administraciones públicas no se olviden de los palmeros ni de los psicólogos de emergencias"
De repente el volcán se paró. No había lava ni tremor ni apenas gases. ¿Cómo se recibió esta noticia?
En un primer momento, muy positivo. Era como “por fin”. Los palmeros llevaban maldurmiendo mucho tiempo… El volcán se escuchaba en toda la isla y se sentían mucho los movimientos sísmicos. De hecho, yo estuve en La Palma en el puente del 7 y 8 de diciembre, y todavía recuerdo, como a las 3 de la mañana, despertarme porque las ventanas vibraban. Y yo estaba en Fuencaliente, que está en la punta de abajo de la isla. Imagina estar desde el 19 de septiembre sin poder dormir una noche entera. Hubo que trabajar la higiene del sueño.
Además, con la incertidumbre, había gente que tenía la necesidad de subir a Tajuya para intentar ver si con los prismáticos había sido devastada su casa o no. Decían: “por favor, dime ya si mi casa ha sido derruida o no, pero dímelo ya”. Como para poder empezar a seguir adelante. Mientras estaban con esa incertidumbre de si sí o si no, estaban con una angustia inmensa.
Es verdad que hubo mucho trabajo y que hay mucho trabajo. Es importante no olvidar la parte psicológica, de ahí que ojalá las administraciones empiecen a poner manos en el asunto para poder ayudar a estas personas que nos necesitan.
Ahora queda trabajo por delante de meses e incluso años, ¿no es así?
Sin lugar a dudas. Muchas personas van a desarrollar algún tipo de trauma y de estrés crónico. Vivirlo durante tanto tiempo genera este tipo de reacciones y posibles trastornos. No es la intervención más dura en la que he estado, pero sí es la más larga junto con la del covid, pero es cierto que con el coronavirus estábamos todos pasando por la misma situación y teníamos herramientas para poder ayudar. Ahora, en muchos casos, va a hacer falta una terapia y esperamos que los afectados puedan tener ese acceso.