Los españoles se enfrentan esta semana a un episodio de calor anómalo que tiene garantizada su entrada en los libros de historia. Al menos, hasta que la siguiente anomalía de temperaturas extremas lo destrone. Para los próximos cinco días, la mitad sur peninsular y el valle del Ebro superarán los 30ºC. Pero lo más intenso llegará para el final de abril: los treinta grados centígrados alcanzarían a toda la Península salvo el extremo norte y Baleares, y el valle del Guadalquivir podría tener hasta 40ºC.
¿Por qué ocurre esto?
El clima del hemisferio norte está dominado por la corriente en chorro o chorro polar, el flujo de aire que lo recorre impulsando masas de distinta temperatura y humedad. Según explica Samuel Biener, climatólogo de Meteored, la tendencia de este chorro en los últimos años ha sido a la 'meandrización': circula de forma cada vez más ondulante, arrastrando aire de latitudes más altas o bajas. La borrasca Filomena o las terribles tormentas invernales en Estados Unidos tienen que ver con esta intrusión de masas de aire con una temperatura polar extrema.
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Los episodios de "aire cálido más potentes y persistentes", así como la aparición de calima producida por el polvo levantado del Sáhara, responden al fenómeno inverso. En este caso, las bajas presiones en el Atlántico permiten el ascenso hacia el norte de una masa cálida africana cuya temperatura en altura, a 1.500 metros, ha sido calificada por AEMET como "histórica". La insolación -las largas horas de sol que se dan estos días por la ausencia de nubes sobre nuestro país- es otro factor que contribuye al 'horno ibérico'.
¿Se batirán los récords de temperatura?
La predicción de 'temperaturas caniculares' para lugares como Córdoba y Sevilla implica que serán equivalentes a las más duras del verano. La canícula va del 15 de julio al 15 de agosto, y son las fechas en la Península en las que se concentran los picos de temperatura que tienden a alcanzar o rebasar los 40 ºC. En cuanto a los récords para un mes de abril, el máximo absoluto se alcanzó en 2011 en Murcia, con 37,4 ºC de temperatura máxima.
¿Batiremos ese récord de temperatura en superficie? La situación en altura, como hemos visto, es excepcional, pero confluyen otros factores. Biener señala que el viento, que reduce la sensación térmica, o la calima, que actúa de filtro de la radiación solar, pueden recortar unos grados y evitar un récord absoluto. Batir todas las marcas, sin embargo, "no es descartable". Y quedarnos a las puertas sería un magro consuelo, ya que numerosas estaciones en el sur registrarán previsiblemente máximos históricos.
¿Por qué no se habla de 'ola de calor'?
La terminología de ola de calor se reserva, según AEMET, para los meses de julio y agosto, precisamente los caniculares. Además, hace referencia a unas circunstancias específicas: al menos durante tres días, deben alcanzarse temperaturas que superen el percentil 95% (es decir, el 5% más improbable de máximos) en al menos una de cada diez estaciones. Eso no reduce la peligrosidad del episodio actual: a las elevadas máximas se suman las noches tropicales de más de 20ºC, un factor de mortalidad.
Por otra parte, el alargamiento y la intensificación de las olas de calor 'oficiales' son unos de los principales efectos del cambio climático que estamos experimentando. Según recordaba Rubén del Campo, portavoz de AEMET, no solo el verano empieza antes y termina después, sino que hubo 42 días de olas de calor, "la mitad del verano". Esta cantidad que "multiplica por tres el promedio anual de la década pasada y por seis el de las décadas anteriores".
¿Es el cambio climático el culpable?
Como explica Biener, es "muy complicado" determinar qué parte de un fenómeno extremo corresponde a la natural variabilidad climática y cuánto al cambio climático antropogénico. Sin embargo, hay un dato irrefutable: desde que comenzó el siglo XXI, la temperatura no ha dejado de elevarse año tras año en el hemisferio norte. En Europa, según el satélite Copernicus, se ha elevado 2,2ºC en el último lustro, y el pasado verano ha sido el más cálido desde que existen los registros.
España siempre ha sido un territorio proclive a la alternancia de sequías e inundaciones, recuerda Biener: "No hay más que ver las infraestructuras que nos legaron los romanos o los árabes". Sin embargo, la velocidad en la sucesión de eventos extremos de gran virulencia está sorprendiendo a los expertos. "Sabíamos que pasaría, pero no que lo haría tan rápido".