La extensión del ciclón Daniel captada por la NASA.

La extensión del ciclón Daniel captada por la NASA.

Meteorología

De la DANA en España al ciclón en Libia: por qué el caos meteorológico llega ahora cada septiembre

La elevación de la temperatura del mar está potenciando que las borrascas en el  Mediterráneo adquieran características de ciclones tropicales. 

17 septiembre, 2023 01:50

Kerry Emanuel, catedrático de Ciencias Ambientales del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y gran 'sabio de los huracanes', se encontraba investigando en las islas Baleares cuando acuñó el término medicane. Según le explicó a Romualdo Romero, hoy catedrático de Física de la Tierra en especialidad de Meteorología en la UIB, había llegado el momento de asumir que el Mediterráneo también era capaz de provocar sus propios ciclones con características tropicales, es decir, 'mediterranean hurricanes'. Más pequeños que sus congéneres del otro lado del Atlántico, pero con un gran potencial destructivo.

Hoy, la palabra está en boca de muchos tras la devastación provocada en la ciudad de Derna en Libia por el ciclón Daniel, con más de 20.000 víctimas mortales. Su origen fue una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) no muy diferente a la que azotó a España a comienzos de septiembre, y que evolucionó a una borrasca que descargó lluvias torrenciales en Grecia. Posteriormente, al desplazarse sobre las cálidas aguas del Mediterráneo, acumuló suficiente energía como para adquirir características tropicales.

"No ha llegado a categoría de huracán porque las rachas de viento no han superado los 120 kilómetros por hora. Pero se ha comportado como una tormenta tropical. Incluso si no fuera un medicane, es algo tremendo. Y eso es lo que ha provocado tanto impacto", explica a EL ESPAÑOL Juan Jesús González Alemán, investigador en ciclones, modelización atmosférica y cambio climático en la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Y si ya hace 30 o 40 años había fenómenos "parecidos" a huracanes, el ciclón Ianos en septiembre de 2020 fue el primero que registró rachas propias de un huracán de categoría 2.

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González Alemán y sus compañeros ya señalaron en un estudio publicado hace cuatro años que el cambio climático haría que los ciclones con rasgos de medicane "vayan a más". Pero está sucediendo "antes de lo esperado", advierte. Las temperaturas anómalas del Mediterráneo y el Atlántico, entre tres y cuatro grados por encima de lo normal, han servido de 'combustible'. Si el mar favorece a partir 25-26 grados la formación de esas estructuras tropicales cuando interactúa con una borrasca, esa es la temperatura que se alcanza ahora en zonas de Canarias, mientras que el agua mediterránea alcanza de 27 a 28 grados centígrados.

"El Mediterráneo se está comportando cada vez más como si fuera el Caribe, dando mayor potencial y más energía a este tipo de fenómenos", explica González Alemán. Ese es el motivo por el que en Libia se ha producido una tormenta tropical en pleno desierto: Daniel no acumuló suficiente energía como para convertirse en huracán, pero sí para sobreponerse al aire seco sahariano. "Una tormenta tropical puede dejar más impacto en precipitación que un huracán", advierte el investigador, especialmente en zonas mal preparadas. "Probablemente les pilló por sorpresa, pensarían: Esto va a ser una borrasca como las que siempre nos afectan".

Cuando llega el ciclón

¿Cuáles son las características tropicales que adquieren estos ciclones? La más icónica es la forma de espiral que los meteorólogos reconocen en las imágenes por satélite. Pero los procesos físicos que ocurren dentro son más importantes, explica el investigador. "La energía del ciclón viene de las tormentas muy violentas en su interior, mientras que la borrasca no se alimenta de una energía convectiva, son frentes más suaves. Cuando vemos arremolinarse esas tormentas en torno al centro, formándose como un ojo de huracán, empezamos a hablar de ciclón tropical".

Si en los huracanes de EEUU el centro ha demostrado la mayor peligrosidad, las tormentas en las bandas exteriores también han demostrado ser de elevado riesgo en los fenómenos del Mediterráneo. Fueron tormentas periféricas las que causaron las inundaciones en Grecia mientras el centro de Daniel se transformaba en una estructura de medicane. Y aunque tienen mayor potencial de desarrollo en el Mediterráneo Oriental por la mayor amplitud del mar, "todo apunta" a que la costa mediterránea de España y las islas Baleares estarán "sujetas a este impacto".

Temporada de riesgo meteorológico

El calentamiento climático no solo ha aumentado la incidencia de estos fenómenos. Los ha adelantado. "Normalmente ocurrían en noviembre y hacia el invierno, cuando las borrascas son más potentes", explica González Alemán. "Ahora parece que ese máximo coincide con finales de agosto y septiembre, cuando se alcanza el máximo climatológico de temperatura cálidas en el mar Mediterráneo". En esas circunstancias, explica, no hace falta ni que la borrasca sea muy potente para llegar a transformarse en un ciclón de alto poder destructivo. 

Por tanto, a partir la segunda quincena de agosto debería considerarse como una temporada de "fenómenos extremos de alto impacto", que abarcan de las tormentas convectivas a las DANAs. El experto matiza que no llegaría a ser una "temporada de huracanes" como en EEUU, pero sí podría ayudar a concienciar en materia de prevención y cultura climatológica. "Cuando estuve en Estados Unidos, recibíamos alertas de tornados. La gente está más habituada a estos fenómenos: se evacúan millones de personas en previsión de un huracán. Y si al final pasa unos kilómetros más al oeste o al este, a la gente no se le ocurre criticarlo".