Rascar el parabrisas cada mañana. Bajar con cuidado la escalera del portal. Intentar no patinar por la acera. Este era el ritual que año tras año realizaban los españoles con la llegada del invierno. Sin embargo, parece que la escena será cada vez más atípica. Según advierten los expertos, los días de heladas en nuestro país han ido disminuyendo poco a poco, al punto de que se constata una diferencia de hasta el 40% en comparación a los años 60.
"Hemos visto que este año no ha hecho prácticamente frío hasta hace unos días y tampoco hemos tenido heladas", apunta a EL ESPAÑOL Roberto Granda, meteorólogo en eltiempo.es y autor del análisis que ha cuantificado este fenómeno en España. "Hemos sacado el número de heladas en cada década desde 1961, y el porcentaje de descenso en algunas zonas alcanza el 30-40%", prosigue.
Observando los datos, las diferencias más acusadas tuvieron lugar en la década de los 70 en contraposición a estos últimos diez años. Por ejemplo, en Ciudad Real la media de heladas en el primer periodo se colocaba en 66 días, frente a los 25 que ha anotado entre 2013 y 2022. La diferencia es de 41 días. Lo mismo ocurre en la estación de La Seu d'Urgell (Lleida), que supera incluso el caso anterior por un día.
El año del calor
"Yo siempre digo que lo que te va a dar la respuesta es un estudio de atribución, pero parece que esto se asocia con el cambio climático", razona el experto sobre sus resultados. "Esto no sería más que otra consecuencia de la subida de temperaturas".
Los datos sobre el incremento en los termómetros están ahí. En 2023 no ha habido ni un solo mes que no fuera más cálido de lo normal en comparación a la media histórica y, para desgracia del futuro que nos espera, este año está a punto de pasar a la historia como el más cálido de la era modera en España.
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Estratificando más por zonas, Granda señala que durante la década de los 60 y 70 el descenso más acusado se aprecia en la mitad norte, áreas del interior y entornos del sistema Ibérico y Central. Sin embargo, se produce un hecho curioso: hay unas poquitas áreas del país en las que, lejos de reducirse, se ha producido un incremento. La estación de Granada-Aeropuerto o Salamanca-Aeropuerto son un ejemplo de ello. "Estas zonas son muy favorables a que haya una estabilidad atmosférica notoria", dilucida el meteorólogo.
Para entender bien esto, primero es conveniente comprender cómo se produce una helada. La temperatura del aire va decreciendo a medida que nos elevamos, pero por la noche el suelo se enfría rápidamente y transmite ese frío a la capa de aire más superficial. Ésta se queda así con una densidad mayor que la inmediatamente superior y no puede ascender. El aire más frío y denso se queda retenido en los primeros metros de la troposfera y da lugar a una inversión térmica de superficie.
El proceso suele romperse con el calentamiento diurno de la superficie terrestre o bien por la aparición de vientos que generen turbulencia y mezclen las distintas masas de aire. De ahí la importancia de la estabilidad atmosférica de la que habla Granda.
Tendencia generalizada
En cualquier caso, el ejemplo de Salamanca o Granada sirve para remarcar lo que Granda insiste durante toda la entrevista, las heladas son un fenómeno muy local: "Hay incluso estaciones, como la de Ciudad Real, que aunque estén separadas por unos kilómetros de distancia, el número de días de helada entre una y otra puede tener una diferencia de unos 40 o 50", aduce.
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Y prosigue: "Las heladas son muy locales, pero en general lo que se observa es que los patrones han cambiado y que ya no hay tantas heladas, sobre todo a raíz de la subida de temperaturas que se observa en todo el país". El matiz es para evitar que nadie saque la puntillita de que en algunos sitios hayan aumentado estas jornadas.
Eso no quita lo dicho antes. Como sentencia, "desde los años 60, el número de días de helada se está desplomando". A su frase y su investigación, se suma un trabajo elaborado en Navarra y que constata la misma realidad. Titulado Estudio de variabilidad climática de Navarra, prevé que los días de helada en la zona se reduzcan un 52% para el periodo 2021-2050 y hasta un 71,8% para el periodo 2051-2080.
Siguiendo la hipótesis del entrevistado, el documento también atribuye el descenso al cambio climático: "El calentamiento global es una evidencia científica y supone uno de los mayores retos medioambientales para la humanidad. Está provocando alteraciones en los elementos del clima y en su distribución por la superficie terrestre".
Un ecosistema conectado
En este escenario, cualquiera se podría alegrar de que los días de rascar el coche vayan llegando a su fin. Concediendo que esto es una molestia que no estaría de más evitar, las heladas tienen su finalidad en el ecosistema y su pérdida implica grandes perjuicios.
"Las heladas contribuyen a controlar los insectos susceptibles de generar plagas, como los mosquitos o las garrapatas, que son un problema en aumento por las enfermedades que se les asocian hoy en día", recuerda el meteorólogo. "Al final todo es una cadena y acaba afectando negativamente a todo lo que nos rodea".
Cabría esperar que la situación mejore, pero las predicciones no son muy optimistas. Hace apenas unas semanas The Lancet publicaba un informe sobre las terribles consecuencias que sufrirá la humanidad ante la escalada imparable de temperaturas. Con los datos en la mano y siguiendo las proyecciones, Granda emplea la misma tónica para las heladas: "Es muy probable que siga habiendo una disminución", sentencia.