El mundo se divide en dos tipos de personas: aquellas a las que les gusta el chocolate de verdad (el amargo) y las que prefieren los sucedáneos de éste como el chocolate con leche o el chocolate blanco. Y tenemos una mala noticia para éstas últimas. El chocolate blanco no existe. Como lo leen. Las tabletas que podemos encontrar en el supermercado, en cuyo envoltorio aparece una vaca violeta (sí, violeta) pastando alegremente en las montañas, no están elaboradas con chocolate. O, al menos, no con lo que la legislación dice que debe tener el chocolate.
El principal componente de todo chocolate de calidad que se precie es el cacao. Según la Escuela de Salud Pública de Harvard, para que un chocolate sea considerado una opción saludable, debería tener al menos un 70% de cacao, tal y como ya contamos en EL ESPAÑOL. Si el porcentaje es aún mayor, mucho mejor. Sin embargo, la cantidad de cacao en este tipo de productos, ya sea una tableta, un Magnum Blanco o unas Oreo bañadas en chocolate blanco, es inexistente. Su principal componente es el azúcar.
Nutricionalmente hablando, el chocolate blanco es el peor de todos los que podemos encontrar en el supermercado. "Es el que menor contenido en cacao como tal contiene. De hecho, no tiene nada, por lo que no posee ningún ingrediente que lo haga saludable", explica Mario Sánchez (aka Sefifood), especialista en Tecnología de los Alimentos y divulgador. Según el experto, el cacao contiene un elevado número de polifenoles, unas sustancias químicas que lo dotan de su peculiar sabor amargo. Sin embargo, el único sabor que extraemos de este producto es el dulce.
Fabricar un chocolate blanco con un alto porcentaje de cacao y para que sea un producto saludable es directamente imposible, tanto técnicamente como legislativamente. Primero, porque el cacao impediría que tuviese el color característico que actualmente tiene. "Su color ya no sería blanco, sino marrón negruzco. La tonalidad varía dependiendo del tanto por ciento de cacao empleado", confirma Sánchez. Pero es que, además, suponiendo que técnicamente fuera factible, la ley no permitiría etiquetarlo bajo esa denominación. "La legislación define muy bien qué características deben tener los diferentes tipos de chocolates", advierte Sánchez.
Es cierto que todas las variedades que podemos encontrar en el supermercado, desde el blanco hasta el chocolate con almendras o el negro, están elaborados con ingredientes que se extraen de la planta Theobroma cacao, tal y como explica el tecnólogo. El fruto de esta planta, el grano de cacao, está compuesto por la manteca de cacao, "la parte grasa y de un color más blanquecino", y la pasta de cacao, componente que finalmente "da lugar al chocolate que todos conocemos con un color marrón oscuro". La utilización de uno u otro ingrediente en la elaboración del chocolate es la que determina legalmente su denominación. Y he aquí el quid de la cuestion.
"Según la reglamentación técnico sanitaria, el chocolate blanco es aquel producto que contiene como mínimo un 20% de manteca de cacao y no contiene nada de pasta de cacao", confirma Sánchez. "Por otro lado, el término 'chocolate' a secas hace referencia a un producto con una composición mínima de un 35% de pasta de cacao que también poseerá manteca de cacao en proporción variable". Así, el término 'chocolate con leche' podrá utilizarse en aquellos productos que estén fabricados al menos en un 25% con pasta de cacao, además de manteca de cacao y leche en polvo o condensada.
Entre los ingredientes del chocolate blanco, además del azúcar y la manteca de cacao, también podemos encontrar leche en polvo y emulsionantes. ¿Qué papel juegan en este producto? Sánchez responde: "La leche en polvo permite facilitar la mezcla durante la propia elaboración del chocolate. Los emulsionantes ayudan a mantener juntos los ingredientes del producto, como la famosa lecitina de soja, que únicamente será problemática para los alérgicos a la soja. Para el resto de la población es un aditivo totalmente seguro".
Por último, cabe señalar que, dentro del universo de los chocolates blancos, podemos encontrar también reclamos como "bio" u otros que se promocionan como "sin azúcares añadidos". ¿Son versiones más saludables? "En absoluto, estos reclamos no aportan ningún plus de calidad ni salubridad a un producto que está lejos de ser recomendable para la salud", finaliza el experto.
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