La leche es uno de esos alimentos que tienen fama de imprescindible en cualquier dieta que se precie. Muchos empiezan el día con un buen vaso de leche -solo, con café o con cacao soluble-. Pero lo cierto es que en torno a esta bebida existen muchos mitos: ni existe la necesidad de tomar tres vasos diarios, ni es más recomendable la desnatada, ni es absolutamente necesaria, aunque tampoco es perjudicial.
Atendiendo a su materia grasa el consumidor puede encontrar leche de vaca entera (tiene entre un 3,5% y un 4% de grasa), semidesnatada (1,5-1,8%) y desnatada (menos del 0,5%). A pesar de esta amplia oferta, "realmente no tiene sentido recurrir a leches desnatadas", señala Laura Llorente, nutricionista del Centro Aleris, a EL ESPAÑOL, refiriéndose a población general.
"Antes se decía a todos los pacientes que querían perder peso o que tenían enfermedades cardiovasculares que retiraran el consumo de lácteos enteros y lo sustituyese por desnatados, ahora la evidencia científica no dice lo mismo", explica la especialista.
La diferencia entre la materia grasa de cada una de estas leches no debería preocuparnos al no ser demasiado alta y por el consumo diario que se realiza de productos lácteos. Además, la nutricionista explica que cuando se elimina la grasa se pierden las vitaminas liposolubles características de la leche entera, como la A y la D. Por este motivo, algunas desnatadas "vienen enriquecidas con este tipo de vitaminas para compensar la carencia".
Asimismo, Llorente señala que esta grasa de las leches enteras "proporciona mayor saciedad y también mayor palatabilidad del producto. Por lo que está mejor en boca una leche entera que una desnatada y nos va a saciar mucho más a lo largo del día".
Si tomamos como ejemplo a un niño que se bebe un vaso de leche antes de ir al colegio, la especialista recomienda recurrir a enteras o semidesnatadas ya que "se va a encontrar mucho más saciado a lo largo de la mañana y no va a picar otros productos que no deberían formar parte de su dieta, como la bollería industrial".
La nutricionista matiza que, aunque para población general sean más recomendables los lácteos enteros, "en pacientes con ciertas patologías específicas, como gastritis crónica, sí que sería interesante utilizar productos semidesnatados o desnatados puesto que aumentaremos la motilidad gastrointestinal (acción fisiológica del aparato digestivo que desplaza la comida desde su entrada a su salida)".
Por otro lado, Llorente apunta que la leche de cabra "es más digerible que la de vaca por las proteínas que tiene, aunque la porción de grasa sea la misma". Pero matiza que su sabor puede ser más fuerte y que "tiene más sentido consumir de vaca porque es más barata".
La leche es prescindible en nuestra alimentación
Asimismo, la especialista señala que los lácteos "no son productos imprescindibles en nuestra alimentación". "Es un alimento que tenemos a nuestro alcance, pero no debe formar parte de nuestra alimentación diaria de forma obligatoria", recalca.
Para la nutricionista se trata de una "opción" para la población general, sin embargo "hay personas que no la emplean de su dieta y no por ello van a sufrir ningún déficit".
La especialista indica que no es necesario que el consumo de calcio sea a través de la leche. El pescado azul, el sésamo, las almendras, las espinacas y las bebidas de soja aportan también este elemento. Asimismo, explica que los vegetarianos y veganos no necesitan suplementar el calcio que dejan de consumir por la leche.
Cruda, UHT o pasteurizada
Principalmente la leche de vaca se puede encontrar en tres estados: cruda (no se vende en los supermercados), fresca y esterilizada (ambas se someten a tratamiento térmicos para eliminar microorganismos).
Su estado natural es la leche cruda, aquella que acaba de salir directamente de la vaca. Consumirla de este modo es un disparate puesto que las bacterias que proliferan en ella pueden provocar desde meningitis hasta listeriosis, como explicamos en este artículo de EL ESPAÑOL.
Por otro lado está la leche pasteurizada, que sí se puede encontrar envasada en los mercados. Es aquella que ha sido sometida a un proceso térmico que oscila entre los 55 y los 75ºC durante unos 17 segundos para eliminar microorganismos. Este proceso es el que menos sabor y textura elimina a la leche; pero tiene en su contra que hay que conservarlo en frío y dura menos tiempo en buen estado.
A la leche UHT se le aplica un proceso de uperización, que consiste en someter a la leche a temperaturas de al menos 138ºC durante unos segundos. Este proceso mata los microorganismos y permite que le leche se conserve durante un periodo superior y sin necesidad de refrigeración (hasta que se abre).
La especialista señala que la pasteurizada "sería mejor, pero tiene el problema de que dura menos y necesita refrigeración". "Si vives solo se pone mala casi seguro, pero está mucho más buena", ejemplifica Llorente.
[Más información: El mito de los tres vasos de leche al día o la mentira de los lácteos imprescindibles]
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