Vivimos obsesionados con las calorías y la industria alimentaria lo sabe. Basta con darse un paseo por un supermercado cualquiera para encontrar en sus estanterías decenas de productos con reclamos como "light", "bajo en grasa", "bajo valor energético", "fitness" o "digestive", que nos llevan a pensar que estamos ante alimentos más saludables. Y no sólo eso, hay quien piensa que una mayonesa, un refresco, o una palmera de chocolate, por el mero hecho de ser light, va a evitar que engordemos. La realidad es mucho más compleja y no todos los productos bajos en calorías son sanos.
Pero empecemos por el principio: ¿qué son las calorías? Si atendemos a la definición normativa, Wikipedia mediante, se trataría de "la cantidad de calor necesaria para producir un incremento de temperatura de un grado centígrado en una muestra de agua con una masa de un gramo". En castellano antiguo y para que nos entendamos todos: las calorías son una unidad física que indica cuánta energía aporta un alimento. Nada más.
El control de las calorías siempre ha sido "la piedra angular de la pérdida y el control del peso", tal y como explica Pablo Ojeda, dietista y responsable de la clínica de Psiconutrición O.R. Activa de Sevilla. Sin embargo, hay excepciones y existen alimentos hipercalóricos que ayudan a controlar el peso. A ello hay que añadir que tenemos un problema con el etiquetado: resulta tan compleja su interpretación que, al final, lo único que vemos de un producto o, más bien, en lo único en lo que nos fijamos son las calorías. Y esto puede llevar a engaños y a distraernos de lo que realmente debería importarnos, que es si un alimento es saludable o no.
"A nivel poblacional la gente no sabe interpretar el etiquetado y lo único que ven son kilocalorías indistintamente de los aportes nutricionales que un alimento pueda tener en el organismo", explica el especialista. De hecho, resulta habitual que algunas personas piensen que tienen una "dieta equilibrada" cometiendo tropelías varias como desayunar cereales azucarados, tomando a media mañana una bolsa de patatas fritas 'baja en grasa' o haciendo la merienda con un sandwich vegetal envasado. "En número de kilocalorías les cuadrará, pero una dieta equilibrada en kilocalorías puede que no sea saludable", advierte Ojeda.
Las calorías te engañan
Ejemplos hay de lo más variopinto. "Un Bollycao de 77 gramos de peso tiene 286 kilocalorías. Sin embargo, la misma cantidad de nueces podría tener 120 kilocalorías más que el Bollycao", ejemplifica el dietista. La realidad es que, si atendemos al contenido calórico de este popular bollo, es posible que mucha gente lo prefiera antes que las nueces, pero "indudablemente, lo perjudicial tanto a nivel de salud como de sobrepeso es el Bollycao compuesto por grasas hidrogenadas, harina refinada, aceites vegetales y mucho azúcar", confirma Ojeda. Ocurre algo similar con otros frutos secos como las avellanas o con el aguacate, por ejemplo, otro alimento cargado de grasas saludables y calorías.
En cambio, los frutos secos son una fuente excepcional de grasas poliinsaturadas como el ácido linoléico o linolénico. Tal y como ya explicamos en este artículo, también son ricos en ácidos grasos monoinsaturados, que incrementan los niveles de HDL (el conocido como colesterol bueno), tocoferoles, vitaminas del grupo B y A, calcio, hierro, magnesio o fibra, que aporta saciedad a nuestro organismo y puede evitar que acabemos realizando otro tipo de ingestas de alimentos ultraprocesados hiperpalatables.
Entonces, ¿en qué deberíamos fijarnos de verdad a la hora de comprar un alimento u otro? "Sin duda, en su composición nutricional", responde Ojeda. "Hay una máxima que dice que si un alimento no tiene etiqueta, es bueno para tu cesta. Comprando verduras, frutas, pescado, carne, frutos secos o legumbres no te la juegas", explica el especialista. "La segunda es que si tienes dudas de si es saludable o no, ya es un buen indicador para no comprarlo. Cuando cojo un producto, leo los ingredientes y no entiendo nada, malo", advierte.
Es decir, ni "light", ni "fitness", ni "bajo en azúcares", ni otro tipo de reclamos similares deberían ser una referencia a la hora de hacer la compra. Además, ante estos mensajes tan llamativos y "ante la búsqueda continua del elixir de la eterna juventud" por parte del consumidor, se produce lo que se conoce como efecto halo, un sesgo cognitivo que hace que acabemos consumiendo más este tipo de productos insanos. "Te venden alimentos 'bajos en calorías' o 'sin azúcares añadidos', y el consumidor, al creer que es más sano, consume más cantidad de la que probablemente hubiera consumido en un principio".
Así, debemos dejar de pensar que comer alimentos bajos en calorías o bajos en grasas es la clave para adelgazar. Al final, lo más importante es la adherencia, la capacidad de un ser humano para adquirir un nuevo hábito alimentario que perdure en el tiempo y que le lleve a cumplir con sus objetivos de pérdida de peso. "No hay ser humano que mantenga en el tiempo una dieta basada en contar calorías y en ir buscando qué tiene más grasa o menos grasa. Sin embargo, si eres capaz de cambiar los patrones de vida, deporte hábitos de sueño, estrés, estabilidad mental, etcétera, entonces la alimentación formará parte de un todo, la adherencia será muy elevada y con ello llegará el éxito".
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